Whitney, el documental sobre la cantante que acaparó titulares en el último Festival de Cannes, llega a la gran pantalla con el aval de la familia de la artista y una polémica conclusión: hubo una razón de fuerza que explica la férrea adicción a los estupefacientes que la llevó a la muerte.
“Enfoqué este documental a nivel humano para entenderla. Era una persona difícil e hice lo que pude, porque podría haber seguido tres años más y me hubiera vuelto loco”, afirmó el director de la cinta, Kevin Macdonald.
En las dos horas de duración de Whitney, confluyen un primer y largo tramo con la apariencia de clásico recorrido biográfico por la vida y obra de una voz de oro que, desde su nacimiento en el seno de una estirpe de gargantas privilegiadas, parecía predestinada al triunfo.
Houston no solo se mantiene hasta la fecha como la intérprete femenina más galardonada de todos los tiempos, con seis premios Grammy, sino también como la que durante más semanas copó las listas de éxitos, sobre todo por el inconmensurable éxito de la película The Bodyguard.
Mediante canciones como “I will always love you”, la cantante y actriz se convirtió tras su papel coprotagonista junto a Kevin Costner en la novia de América, una novia negra en una posición de superioridad que mantenía un idilio con el galán blanco.
La cuestión racial está presente en el documental en varios momentos, como cuando se detiene en los abucheos del mundo del r&b, que no veía con buenos ojos los intentos de la industria musical por blanquear a fuerza de hits pop la carrera de su vellocino dorado.
“No culparía a la industria. Su madre, su tía, muchos miembros de la familia estaban en el negocio y sabían que, para tener éxito, tenían que adaptarse y darle lo que quería. A Whitney le gustaba esa música, aunque no tanto como el góspel”, explicó el director del filme.
A este respecto se incluyen algunos documentos audiovisuales de la época, grabaciones íntimas en las que, por ejemplo, se ve a Houston arremeter contra la mismísima Janet Jackson por el tipo de música con la que la “hermanísima” le pisaba los talones.
Esto es posible gracias al beneplácito de su entorno, empezando por Cissy Houston, madre y mentora, que participa en el documental con su testimonio, al igual que sus hermanos, sus cuñadas, sus asistentes y hasta el vapuleado Bobby Brown, su exmarido, al que durante años se señaló como causante único de su descenso a los infiernos.
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