Supongamos por un momento que el actual gobierno en Venezuela quiere solucionar la fuerte crisis económica que azota al país. Pensemos por un instante que para ese gobierno la prioridad es la gente, los ciudadanos del país, por lo tanto quiere hacer todo lo posible por llevar a cabo un conjunto de medidas económicas encaminadas a estabilizar la economía y generar bienestar. Si asumimos entonces que hay una real necesidad gubernamental de enfrentar el grave problema económico, la obsesión debe estar enfocada en dos puntos: derrotar la hiperinflación y recuperar la industria petrolera (por cuestiones de espacio, en otra entrega tocamos el tema institucional).
En economía se puede caminar y comer chicle, más aún cuando se está en hiperinflación y al mismo tiempo se vive una caída tan impresionante en la producción petrolera. La gravedad de la situación hace viable enfocarse en ambos objetivos.
Acabar con la hiperinflación debe convertirse en una obsesión gubernamental. No solo por lo que representa en términos de destrucción económica y social, sino porque los gobiernos y ministros que han parado una hiperinflación en sus países son siempre bien recordados por esa acción (llámense Alberto Fujimori, Carlos Menem o Fernando Henrique Cardoso, quien como ministro llevó a cabo el Plan Real en Brasil y luego fue presidente de ese país).
Hay suficiente literatura al respecto que explica qué hacer en el caso de una hiperinflación y en la región hemos tenido varios casos, así que con solo buscar libros o levantar teléfonos se tendría acceso a información relevante sobre esos casos (a tener en cuenta: ningún episodio hiperinflacionario se corrigió anunciando precios acordados para 50 rubros o perseguir al sector privado, al contrario, eso genera más hiperinflación y escasez).
El gobierno debe emprender una reforma fiscal importante, entendiendo la importancia de un banco central independiente y de una gestión fiscal con mínimos déficits fiscales (reglas fiscales puede ser una opción). El primer paso es acabar con el desastre fiscal, estabilizar la economía y generar nuevamente confianza en la moneda. Se dice fácil, pero sin un cuerpo equilibrado y lógico de políticas públicas el fracaso está asegurado.
Con respecto a la industria petrolera, el primer paso que debe darse es comprender que Pdvsa sola nunca ha podido aumentar la producción petrolera de forma importante. Ocurrió antes de la nacionalización y luego con la apertura petrolera. Pdvsa y la industria petrolera venezolana necesitan urgentemente la entrada de capitales y tecnología foránea para poder recuperarse. Pdvsa hoy no tiene los recursos financieros ni humanos para hacer frente a semejante desafío, menos aún la tecnología para reducir costos de producción y aprovechar las enormes reservas que tiene el país. Para poder generar los incentivos adecuados a las empresas petroleras transnacionales, no solamente se les debe brindar un marco jurídico favorable a la inversión, también hay que mostrarles una economía estable, sin hiperinflación, con un sistema cambiario que no sea una piedra de tranca, con bastante libertad para operar y adicionalmente ofrecerles seguridad personal para sus trabajadores. La clave para poder cambiar el acelerado deterioro de nuestra producción petrolera está en venderles confianza y credibilidad a los inversionistas extranjeros. Para eso haría falta acabar con el default (renegociar la deuda externa de la República y Pdvsa). Sin esa ayuda externa, no hay recuperación posible.
Para todo esto hará falta toda la ayuda posible (China, FMI, Europa, Marte, Júpiter, Saturno). Nuestra crisis es innovadora en la gravedad, pero muchos países en la región y en el mundo han sufrido de hiperinflación y nosotros mismos tenemos experiencia en revertir caídas en la producción petrolera. Para acabar con la crisis hace falta querer hacerlo y buscarse gente que sepa afrontarla, no “economistas” que vengan con bidones de gasolina a apagar el incendio. Tampoco se necesitan colegas importados, los nacionales de calidad abundan. La clave es ¿el gobierno quiere acabar con la crisis o profundizarla?
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