Es muy conocido que en los últimos 22 años, quienes han ocupado el poder en Venezuela –Hugo Chávez y Nicolás Maduro– han tenido “amigos” tristemente célebres por aplicar con asiduidad los penaltis de la muerte a sus adversarios o simplemente por intolerancia e inhumanidad.
Podemos recordar a Hugo Chávez muy sonreído con criminales seriales como Saddam Hussein, abrazado con Muamar Muhamad el Gadafi, viendo con ojos de admiración eterna a Fidel Castro o cantando con el expresidente de China Jiang Zemin.
Nicolás Maduro no se queda atrás y defiende al malhechor de Daniel Ortega, abraza al fascineroso de Díaz-Canel y es un adulador de criminales como Putin y Xi Jinping, actuales jefes de Estado de Rusia y China respectivamente.
A pesar de que todos los mencionados poseen una escalofriante estadística en materia de violaciones de los derechos humanos, el actual y muy influyente aliado de Nicolás Maduro, el régimen islamista de Irán, está rompiendo todos los récords de crueldad oficial.
El gobierno de Ebrahim Raisi está generando la mayor represión contra las mujeres de las últimas décadas. Y el gobierno socialista de Maduro –que se dice feminista– no dice ni pío sobre el tema. Como si no estuviera pasando nada excepcional.
El caso del futbolista iraní Amir Nasr-Azadani, quien está a punto de ser llevado a la horca por las autoridades de su país por apoyar la lucha de las mujeres de su nación, no ha motivado ninguna reacción por parte de las feministas socialistas.
Maduro calla, porque también es un canalla.
Hace silencio porque es un cómplice más de las atrocidades de los regímenes autoritarios, así como esperan que todo el mundo lo haga cuando se trata de sus propias barbaridades, como las que ocurren en el sótano de la sede nacional de la policía política de Venezuela.
El régimen venezolano avala con su boca bien cerrada lo que ocurre en Irán contra las mujeres y contra quienes las apoyan y cualquiera que se atreva a criticar ese mecanismo de opresión religiosa que existe en la nación del Medio Oriente.
¿Qué podemos deducir de esta situación? Que los izquierdistas y fanáticos dicen ser tolerantes pero voltearán la mirada hacia otro lado cuando sus aliados cometen delitos o crueldades.
Cuando dicen que defienden al obrero, se refieren a que los matarán de hambre, y su feminismo se acaba cuando tienen que callar, por ejemplo, en apoyo a los tiranos del Medio Oriente. En conclusión, todos ellos son una farsa.
¿Qué podemos esperar de este sistema? Nada diferente, los líderes izquierdistas y fanáticos siempre son iguales, delincuentes e hipócritas. Es por tal razón que hay que derrotarlos para sacarlos del poder con el que abusan.
No olvidemos el viejo y sabio refrán de «dime con quién andas y te diré quién eres», dime a quién defiendes y te diré qué eres; dime a quién apañas y te diré cómo eres.
En fin, como dirían en la jerga futbolística: «Matar con penaltis es una manera muy cobarde de derrotar al contrario»… pero los izquierdistas y fanáticos actúan siempre de esa manera.
Así de simple.
Sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.
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