El pueblo venezolano, el asalariado, la inmensa mayoría, cuyos ingresos son en bolívares, sufren –una vez más– la tragedia de constatar que el modelo económico del madurismo, la tan cacareada “recuperación” de la economía, es una ficción, una inmensa mentira.
Un modelo económico que no cuaja, donde los ciudadanos, los trabajadores, son quienes pagan los platos rotos, sumidos en la pobreza y la desesperanza, mientras una minoría se enriquece y pasea en sus carros de lujo por sus enclaves de Las Mercedes, restaurantes, hoteles de lujo y casinos. El modelo impuesto por el gobierno de maduro es un retroceso espantoso a un modelo capitalista atrasado, más dependiente que nunca, basado en el saqueo de nuestro país; un sistema que tiene su propia lógica, sus reglas y su ética, el cual se ve reflejado en el día a día en la economía nacional y el deterioro de la vida, junto a la acelerada descomposición de nuestra sociedad, cuya cara visible es la prepotencia del “hombre del Ferrari” o la fiesta en el tepuy.
Lo que está sucediendo con la devaluación del bolívar, no es nada nuevo, ni es parte de una “nueva conspiración” de los enemigos de la patria o del imperialismo y la CIA. No, esas son las acostumbradas excusas del gobierno y sus operadores políticos. Lo que sucede con la pulverización del bolívar y su permanente devaluación, es uno de los ejes centrales, de los vértices, del paquetazo económico anunciado por Nicolás Maduro, el infausto 17 de agosto de 2018.
La cuenta es muy sencilla, para que cada quien se sitúe del lado de los intereses que les corresponde defender. El gobierno decidió “dolarizar” la economía; incluso, el mismo maduro “agradeció a Dios” por la dolarización. Pero no dolarizaron TODA la economía, pues mantuvieron los sueldos y salarios, las bonificaciones, jubilaciones, prestaciones sociales e, incluso, fondos de ahorros, en bolívares. Es decir: todas las transacciones de compra-venta, de insumos y productos, comida, medicinas, salud, inmuebles, repuestos, entierros, TODO eso, ESTÁ DOLARIZADO; pero los sueldos y salarios, los derechos y conquistas laborales, se siguen pagando en BOLÍVARES, que cada día valen menos, o mejor dicho, que no valen nada.
Esta situación desesperante convierte a los trabajadores, profesionales y asalariados en general, en ciudadanos de segunda o tercera categoría, empobrecidos, arruinados, desesperados, al ver que con los bolívares que reciben cada vez pueden comprar menos y no les alcanza ni siquiera para satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia.
No estamos hablando acá que no les alcanza para irse de vacaciones a cualquiera de los parques nacionales convertidos en hoteles cinco estrellas, o para comprarse una casa en el Ávila o en Los Roques; ni siquiera estamos hablando de que no alcanza para ir a un restaurante de Las Mercedes o pasearse en un Ferrari. Estamos hablando de que NO ALCANZA para comer, para comprar medicinas, ni siquiera alcanza para enfermarse; es el vivir muriendo que ha impuesto el madurismo a la inmensa mayoría del país.
Lo que está sucediendo es la consecuencia lógica –la lógica del capital que Chávez juró combatir– que el madurismo no solo ha estimulado, sino que lo convirtió en uno de los objetivos de su paquetazo: reducir al mínimo, lo que los “expertos” llaman el “costo laboral”, es decir, que lo que el capitalista paga a sus empleados, trabajadores y obreros, es NADA. Esto sucede tanto en la administración pública como en el sector privado. Es el “milagro” del gobierno, han convertido a los profesionales y trabajadores venezolanos en mano de obra esclava, con un sueldo mínimo mensual de apenas 8 dólares al mes, es decir, 0,27 dólares al día. Un monto que convierte al trabajador en esclavo, lo que lo ubica muy por debajo del umbral de la pobreza establecido por las Naciones Unidas.
A esta pauperización del salario habría que agregar que el gobierno de maduro eliminó todos los programas sociales de la Revolución Bolivariana: no existen las Misiones ni Grandes Misiones, y fueron eliminadas las conquistas laborales, beneficios, seguros médicos, de vida, compensaciones. Todas las conquistas de las luchas sindicales de los trabajadores venezolanos, del sector petrolero, de la administración pública, es decir, los marcadores de las conquistas sociales de los trabajadores, fueron barridas por este gobierno. Para ello han contado con la complicidad de los esquiroles y sindicalistas corruptos agrupados en los parapetos sindicales que monta el madurismo, con la represión y militarización de las empresas del Estado e –increíblemente– el silencio y complicidad del PSUV y la “izquierda” oportunista de la región, la “intelectualidad” generosamente subsidiada por este nefasto gobierno.
Cuando maduro anunció, en su paquetazo del 17 de agosto de 2018, que tenía como meta el “déficit cero”, se refería justamente a reducir al mínimo el “gasto” del gobierno en los programas sociales y en el costo de la mano de obra del Estado, el sueño dorado del neoliberalismo salvaje. ¡Bravo! Ni Pinochet lo hubiese hecho mejor. El gobierno madurista desmontó, por medio de la violencia y utilizando el nombre de Chávez, las conquistas y derechos laborales; no solo los alcanzados durante el gobierno de Chávez, sino los alcanzados en el país luego de la oscura noche del gomecismo.
No deja de asombrar el cinismo del gobierno y sus voceros cuando hablan del “dólar criminal” y de los “conspiradores” (siempre hay un “conspirador” y si no, lo inventan), cuando todo el país sabe que el dólar guarimbero es del propio BCV, cuando el pueblo venezolano ha sufrido, durante ya 9 largos años, la permanente improvisación e incapacidad del gobierno. Todo el país sabe que el equipo de maduro es un desastre, han cosechado solo fracasos tras fracasos, que el gobierno decide a favor de los intereses de la nueva y la vieja burguesía, que los únicos que aplauden son Fedecámaras, Consecomercio y el cogobierno instalado con la oposición en México.
Nadie cree en el gobierno de maduro. No solo es un problema de incapacidad manifiesta para gobernar, sino de la carencia de legitimidad y autoridad ante el país, ante la sociedad. ¿Quién va a confiar en un “plan económico” de este gobierno? Nadie, ni sus aliados más cercanos, ni los más desvergonzados aprovechadores u oportunistas (estos toman lo que pueden y lo sacan del país); solo los aventureros que se reparten el país y ahora son “honorables empresarios”, que entierran el oro del Arco Minero o del petróleo en los edificios de lujo de Las Mercedes, comprando todo tipo de empresas y tierras a precio de remate o se dan la gran vida gastando a manos llenas, pues les resulta difícil explicar, fuera del país, el origen de su “riqueza”.
El precio del dólar se incrementa, incluso la inflación en dólares aumenta –y en consecuencia el Bolívar sigue valiendo menos–, no solo por la acción especulativa de los propios operadores económicos que el madurismo ha estimulado y a los cuales ha entregado la dirección de la economía nacional, sino porque el capitalismo mundial no confía en maduro y su gobierno.
Cómo se puede confiar en un gobierno que, luego de nueve años en el poder, prometió (el ministro “juró”) hace un año que la producción petrolera del país se incrementaría a 2 millones de barriles día, pero la realidad muestra que, al cierre de este año –de acuerdo al último reporte de Mercado de la OPEP– Venezuela produce escasamente 659 mil barriles dia de petróleo (a este volumen habría que descontar el petróleo iraní importado por el país); cómo confiar en un gobierno que ha cometido la barbaridad de haber destrozado la industria petrolera, que es incapaz de abastecer, ni siquiera, el mercado interno de combustibles.
Cómo se puede confiar en un gobierno que ha desmantelado la institucionalidad del país, que ha convertido a la justicia en un instrumento de persecución política y económica, con jueces al servicio de los más bajos intereses, que sólo reciben órdenes; donde no hay ley que valga, donde cualquiera te puede fregar la vida o arruinar una empresa; un país donde cualquiera de los jerarcas del madurismo tiene un jefe policial o un juez a su disposición, para hacer lo que le dé la gana.
El gobierno NO tiene dólares para sostener ninguna política cambiaria –si este fuese su verdadero interés–, porque, sencillamente, destrozaron la industria petrolera: golpearon y entregaron Pdvsa, la producción petrolera cayó 78% respecto a los niveles de producción de petróleo de 2013, y el dinero producto de las ventas actuales de petróleo (que siguen siendo importantes, equivalentes a las ventas de Ecopetrol) se queda en el camino, en manos de los traficantes, intermediarios y la “burguesía revolucionaria” que ahora maneja el petróleo de todos los venezolanos. Nadie sabe cuánto petróleo se vende, ni a quién, ni a qué precio. El gobierno de maduro persiguió y encarceló a los trabajadores y gerentes petroleros, para desmantelar nuestra Política de Plena Soberanía Petrolera, nuestra institucionalidad petrolera, nuestros mecanismos de control y rendición de cuentas. Arrasaron con la Pdvsa del pueblo y las instituciones del Estado para hacer lo que les da la gana, para apropiarse de la renta petrolera. Por eso, no hay dólares.
Cuando el gobierno acepta que la Chevron vuelva a operar en el país, no, bajos los términos establecidos por la Constitución y las leyes de la República, sino de acuerdo con los de una licencia emitida por un gobierno extranjero; cuando acepta que la Chevron se lleve el petróleo venezolano, sin pagar impuestos, sin pagar regalías, sin pagar dividendos, no solo está cediendo nuestra soberanía en un acto absolutamente ilegal, sino que está privando al Estado del ingreso en divisas que bien serviría para sostener la economía y recuperar el bolívar.
Durante el gobierno del presidente Chávez y nuestra gestión al frente de la industria petrolera, logramos ingresar en un período de 12 años 700.000 millones de dólares al país, sosteniendo nuestra economía y conquistas económicas y sociales; de esos ingresos, 450.000 millones fueron ingresos al fisco por concepto de impuestos y regalías, y más de 210.000 millones de dólares fueron aportes al desarrollo social. Esa es la gran diferencia entre un gobierno –el de Chávez– que coloca el petróleo al servicio del pueblo, de todo el país, y este gobierno –el de maduro– que entrega el petróleo al saqueo de las transnacionales y de los grupos económicos que lo sostienen en el poder.
Lo que sucede actualmente, es que ni siquiera los socios de maduro, confían en él, ni en su gobierno. No hay dólares, el dólar huye, sale como puede, toma sus ganancias y escapa del desastre y la incapacidad del gobierno. maduro ha sido eficaz en desmantelar al chavismo y las conquistas políticas, económicas y sociales del pueblo trabajador, pero ha sido MUY incapaz de establecer un modelo económico que funcione, por eso no les sirve, y mientras consiguen una salida política, sacan sus dólares o “esperan”.
Este origen del problema actual, de la devaluación, es que el gobierno ha entregado la soberanía económica del país, en su bandazo a la derecha y su empeño de demostrar que “Chávez” se equivocó, “que exageró”, que su gobierno “era un falso positivo del socialismo” –como lo declaró el mismo día del anuncio de su paquetazo–, y que llamaría a los capitalistas para que lo “enseñaran” a dirigir las empresas del Estado, ha entregado la economía del país, permitiendo el saqueo del petróleo, del gas, del oro; ha destruido y entregado a Pdvsa, el Arco Minero, las empresas del Estado, hasta el Esequibo; al haber entregado la soberanía económica del país, el gobierno no tiene margen de maniobra, está en manos de la lógica del capital, del monstruo que ellos mismo crearon.
A los profesionales, trabajadores, obreros, empleados, al movimiento popular y pueblo en general, le es urgente entender y discutir las causas reales de lo que sucede en el país: no son ni los “agentes criminales”, ni los “enemigos de la Patria”, ni mucho menos la CIA, quienes han provocado esta nueva devaluación y evaporación del Bolívar; no es culpa “de otros” que a final de año los míseros bonos y prestaciones que el gobierno otorga a los trabajadores hayan creado “una presión” sobre el tipo de cambio; ¡NO! LA CULPA ES DEL GOBIERNO, lo que sucede hoy día es consecuencia de una política, de un modelo que –aunque no cuaja– está diseñado para volver “sal y agua” los sueldos y salarios, para expropiar a los trabajadores, mientras una minoría disfruta del saqueo y sus groseros privilegios.
Hace falta unidad de los patriotas y mucha claridad política para entender que lo que sucede no es “mala suerte”, ni culpa de “enemigos” del gobierno (que por cierto dicen saber “quienes son y actuaremos en contra de ellos”). Hace falta tomar conciencia –como lo hemos dicho y reiterado en nuestros escritos–, que el problema no es la Onapre, ni “fulano de tal”, para orientar correctamente la lucha hay que entender que la política económica de este gobierno es antiobrera, profundamente antipopular, que tiene como objetivo convertir a toda Venezuela en una Gran “zona económica” de explotación, una gran maquila, donde a los profesionales y trabajadores se explota al máximo, pagando una miseria en Bolívares que no valen nada, mientras los dueños del país, se apropian del trabajo, de las riquezas y de todo lo que pueden. Para ello, usan la violencia, imponen el miedo, utilizan su hegemonía comunicacional para crear enemigos, sean estos una iguana, una invasión o al propio Chávez.
Pero el capitalismo no perdona, por más que este gobierno se tongonee, se le ve el bojote. Son una farsa, han destruido al país y pretenden que el pueblo, los trabajadores, acepten su desgracia con resignación o se vayan de Venezuela.
Nosotros haremos lo que tenemos que hacer, de todas las formas que podamos; podrán lincharnos, perseguirnos, difamarnos, pero es nuestro deber seguir luchando por lo que creemos, explicar, denunciar y sobre todo, insistir en que un futuro mejor es posible, que no nos podemos resignar a la destrucción y entrega del país. Tenemos una gran historia reciente, una épica popular, el 13 de abril, la derrota del sabotaje petrolero, tuvimos el ejemplo de Chávez y su gobierno, tenemos nuestra Constitución y nuestra leyes, nuestros objetivos del Plan de la Patria. Tenemos razones sagradas para luchar. ¡Venceremos!
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