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Recostados a una sombra

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El título de este artículo es una frase contenida en un escrito, publicado en 1940, de Valmore Rodríguez ―dirigente fundamental de Acción Democrática y venezolano de excepción― en el diario Panorama, de Maracaibo. Sus palabras: “…Nuestra economía se deforma y se subordina cada vez más a la solución contingente y aleatoria del petróleo. El petróleo infla el presupuesto, es lo que el cuerpo a la sombra. Vivimos recostados a una sombra. Crear riqueza autónoma, estable, permanente, nuestra y no ese calco de riqueza aérea fundada en el fausto, el derroche y la presunción, con raíz en el tembladal minero, transitorio y de extraña procedencia. Sembremos el petróleo”.

En 1920 Venezuela dejó de ser un país predominantemente agrícola, y ya para 1925 el petróleo superó al café como el principal producto de exportación y la economía nacional se desplaza hacia la tendencia a la monoproducción. Para 1928, nuestro país pasó a ser el primer país exportador de petróleo del mundo y a ocupar el segundo lugar en producción, después de Estados Unidos. Ya antes, en febrero de 1914, se había perforado en Mene Grande, estado Zulia, el primer pozo comercialmente explotable. Empezamos a recostarnos a la sombra; después, el 14 de diciembre de 1922, se produjo, en el Distrito Bolívar del estado Zulia, el famoso reventón (el flujo descontrolado) del pozo Barroso II, el cual, al decir del economista Eduardo Arcila Farías, “al explorar y lanzar al aire millones de toneladas, deja atónitos a los grandes magnates y enciende la lucha internacional por la posesión de las riquezas petrolíferas venezolanas”. Comenzaron a disminuir nuestras exportaciones tradicionales, el café y el cacao. Eso acentuó que nos recostáramos aún más a la sombra.

El capital petrolero inglés dominó en Venezuela hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, pero la noticia del pozo Barroso II despertó el interés de los inversionistas norteamericanos, y ya para 1924 la Lago Petroleum Corporation fue la primera empresa de Estados Unidos exportadora de petróleo venezolano. Bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez, hubo un festín de concesiones que se entregaban a amigos y favoritos, que luego se convertían en intermediarios traspasándolas a dueños extranjeros. Entre 1921 y 1930 ocurrió una primera expansión de la industria petrolera venezolana, “que pasó de 69.000 toneladas en 1920, a más de 20 millones de toneladas, o sea una producción aproximadamente 300 veces mayor”. En un discurso pronunciado el 1° de marzo de 1936 en el Nuevo Circo de Caracas, Rómulo Betancourt, afirmó: “…Y la situación actual de un país del cual 87% de las exportaciones corresponde al petróleo, a una industria que no está explotada por intereses nacionales, un país cuyo Estado tiene que recibir 45% de los ingresos fiscales anuales de esa misma industria petrolera, es de aparente independencia. Pero, en realidad, está reatado a los grandes intereses extranjeros”. Con la Ley de Hidrocarburos de 1943, los rendimientos de la renta petrolera aumentaron en forma importante. Varias reformas fiscales, entre 1945 y 1948, elevan la participación en las ganancias de la industria de 27% a 50 %, como lo precisa el doctor Juan Pablo Pérez Alfonzo, en estos términos: “(El) llamado arreglo de 50-50 fue un multiplicador extraordinario que, iniciado en Venezuela, causó un revuelo inmediato en los demás países productores del petróleo para el comercio internacional, centrados principalmente en el Medio Oriente… El salto de 689 millones pagados al Estado en los 5 años de 1940-1944 a los 3.052 millones pagados en solo cuatro años 1945-1948 significa un impulso de múltiples repercusiones. Los ingresos fiscales que llegaron a 542 millones de bolívares en 1944 y eran de 341 millones de bolívares en 1938, se remontan a 1.776 millones de bolívares en 1948”.

Posteriormente, varias medidas incrementaron la participación venezolana en los proventos petroleros, hasta que llegó el momento histórico de la nacionalización de la industria petrolera. El 29 de agosto de 1975, en el Salón Elíptico del Capitolio o Palacio Federal Legislativo, el presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, al firmar el “Cúmplase”a la Ley Orgánica que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos, que se aplicaría a partir del 1° de enero de 1976, hizo esta afirmación: “…Al independizar la industria petrolera de manos extranjeras nos hacemos a nosotros mismos más dependientes del petróleo. Si no somos capaces de crear sólida base económica a partir de nuestros recursos naturales, habremos traicionado el sentido profundo de este acto histórico”, es decir, convertir en riqueza instrumental el aleatorio ingreso petrolero para la creación de una riqueza permanente, con una economía diversificada y un crecimiento de la industria y la agricultura y la cría. Durante los 40 años de la república civil y democrática, entre 1958 y 1998, se avanzó aceleradamente en el logro de ese objetivo.

Ahora, según informa la prensa del 7 de diciembre (véase El Nacional), “el gobierno de Nicolás Maduro prevé financiar 63% del presupuesto nacional en 2023 con las exportaciones de petróleo, una proporción ligeramente superior a la de este año, de acuerdo con un documento visto por Reuters”. Vamos hacia atrás. Más que recostados a una sombra.

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