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Reconstruir el sistema educativo 

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acoso escolar-de las escuelas

Foto: EFE/ Miguel Gutiérrez

Por equipo editorial

La educación vive sus momentos más aciagos desde los tiempos de la Venezuela rural que se extendió hasta la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

La deserción escolar, buena parte de ella reforzada con la emigración de millones de venezolanos, y amparada en la creciente pobreza de los últimos años como producto de nefastas políticas económicas y la destrucción de la democracia, con un régimen que sólo ha tenido en el odio y la persecución política a través de sus cuerpos represivos sus apéndices de intimidación para perpetuarse en el poder, han hecho un terrible daño a la nación en sus términos de formación ciudadana y social, es decir, la educación, y en ese espacio han sido los niños, niñas y adolescentes, y nuestros potenciales estudiantes universitarios las principales víctimas de esta degradación política, a quienes simplemente se les ha robado el futuro.

Recientemente, el Ministerio de Educación, quizás en un momento de lucidez, ordenó volver a los horarios de mañana y tarde para el funcionamiento de las escuelas básicas, lo cual si bien es un avance por la complejidad de la realidad que atraviesa el país, la praxis lo que terminará revelando es que no habrá más que una pequeña población escolar estudiando en las tardes, porque no hay suficiente matrícula que llene tal horario, y porque además las condiciones económicas en el corto plazo no se podrán activar hacia las últimas horas de la tarde y primeras de la noche, no solo por la escasa actividad comercial, sino también por la deficiencia de los servicios públicos, entre ellos, las rutas de autobuses que antes de que oscurezca, simplemente no existen unidades, lo cual limita con mucha justificación el funcionamiento de escuelas en horas después de mediodía.

El gobierno luce sin ideas en materia educativa. No hay un censo creíble, que sería muy fácil de hacerlo del conocimiento de la sociedad, publicando la matricula escolar de cada estado y municipio, en función de la información que suministre cada plantel, y tener con ello, un acercamiento de cuánto ha sido afectada la educación en sus distintos niveles, pero este régimen, solo se encarga de ocultar la realidad política y social, y entre estas, ellos saben que los índices educativos son los que demuestran hasta dónde ha llegado el bienestar o retroceso sobre una población determinada, y mientras estos sean negativos – ¿o positivos?- con sus intereses, es obvio que no habrá cifras oficiales que nos permitan empoderar un plan de recuperación educativo, serio, creíble y sostenible.

Desde Pensar Educativo hemos emplazado a las autoridades para que tomando una referencia de 10 millones de estudiantes, se invierta un mínimo de 1 dólar diario para cada uno de ellos, básicamente en materia de alimentación, o sea, un almuerzo nutritivo y equilibrado, lo cual implicaría unos 200 millones de dólares mensuales a nivel nacional, recursos que deberían ser administrados en controlado presupuesto por cada plantel, es decir, eliminar el centralismo y que sean las propias comunidades educativas con los docentes de cada escuela o liceo quienes administren sus propias asignaciones. Solo si se logra tal paso, no solo volveríamos a la sintonía de garantizar un derecho fundamental de la población infantil, sino que se repotenciaría con efectividad el turno de la tarde, y las propias actividades de ciudades y pueblos del interior del país, y con mayor fuerza se abriría el espacio para que retornaran las actividades para la educación de adultos en horas nocturnas.

Lamentablemente, este «Estado» sin instituciones que pudieran obligar al gobierno a cumplir con tales responsabilidades, es poco lo que podemos esperar en materia de recuperación educativa, y en tal contexto, sólo se presagia una mayor aceleración en la depauperación del proceso de enseñanza y aprendizaje.

Así, un gobierno que solo en su ficción discursiva habla de «inversión social» en educación, señalando «puntos» del producto interno bruto no hace más que convertir al sector más importante de una sociedad en demagogia y entelequia de una malograda política.

Reconstruir la educación no está en los planes del actual sistema político, porque es claro que ellos han mostrado el desprecio de un país y una sociedad del conocimiento al abandonar la infraestructura educativa, y destruir la carrera docente con salarios en bolívares que al final solo humillan la existencia de la formación pedagógica.

Reconstruir la educación requiere asociar recursos financieros suficientes, garantizar alimentación y recuperar los salarios docentes en la medida de lo posible, mientras esas variables se encuentren abandonadas o simplemente ignoradas en toda su concepción económica y social, el país seguirá hundido en la pobreza y la miseria.

El gobierno tiene la obligación de presentar un proyecto para la reconstrucción educativa. Cualquier otra iniciativa, basada en discursos vacuos, solo terminan revelando que desde tal «Estado» solo brota un conjunto de sierpes con su veneno político.

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