La falsa oposición siempre prisionera de su fidelidad a la Constitución chavista de 1999 ha sido incapaz de articular una política y una estrategia viable para enfrentar y sacar al chavismo del poder. La idea de crear un gobierno interino surge precisamente como una de esas taras deudoras de la legalidad chavista impuesta desde 1999. El argumento básicamente consistía en alegar el desconocimiento de Nicolás Maduro proclamado ganador en las elecciones fraudulentas de 2018 y ante ello la Asamblea Nacional de 2015 llenaría el vacío legal con un gobierno designado por ella en forma interina… hasta que haya elecciones libres en Venezuela. En 2019 eso sonaba más o menos como a un gobierno eterno.
Varios países, incluido Estados Unidos, no se dieron cuenta al principio que lo que parecía el quiebre del Estado chavista no era más que una operación improvisada llena de espontaneísmo y voluntarismo. El reconocimiento de la llamada comunidad internacional fue clave para darle vida a una construcción básicamente montada en el aire y en la cabeza de sus promotores. Era preciso darle un sustrato material a esa entelequia política y esto se resolvería al abrirle los grifos de la ayuda humanitaria internacional y transferirle el control al interinato de los activos de Venezuela en el exterior.
Desde este punto en adelante el gobierno interino presidido por Juan Guaidó se convirtió en otro eje de corrupción pública igual o peor que el chavismo en Venezuela. Tiene que ser peor porque el interinato saqueó fondos públicos en menos de tres años en proporciones que al chavismo le ha tomado veinte. Además se asume que estos eran los honestos y la alternativa moral a los otros. Gran decepción para millones de venezolanos que vieron sus ilusiones y esperanzas de cambio enterradas en manos de unos negociantes de la política.
La cualidad única de eludir los controles de los órganos chavistas en Venezuela y de los países donde estaban localizados esos activos y dineros le permitió al gobierno interino la perfecta y cómoda excusa legal para no rendir cuentas en ninguna parte. Ni siquiera a la propia Asamblea Nacional que le había dado origen donde algunos diputados reclamaban no saber que se estaba haciendo con los recursos en manos del gobierno interino.
Los escándalos del Cucutazo, Citgo, Monómeros, el cobro de comisiones por recuperar activos, fueron algunos de los eventos más memorables del interinato. El pago en dólares de operadores de las diferentes franquicias partidistas en calidad de embajadores, asesores y analistas fue otra característica vergonzosa de ese gobierno de caricatura pagado con dineros de los venezolanos.
Desde la política real el interinato no logró nada positivo para Venezuela. Nunca actuó como un gobierno efectivo en capacidad de ejercer políticas o de acaso siquiera organizar una fuerza armada. El llamado gobierno interino manejó miles de millones de dólares para pagar la corrupción política al tiempo que fue incapaz de arrebatarle un metro cuadrado de territorio al chavismo.
El descrédito político y la bancarrota moral del gobierno interino ha sido de tal magnitud que el chavismo optó por dejarlo operar mientras hábilmente abría canales de negociación directa con los Estados Unidos quien en definitiva y a instancias de esas negociaciones decretaba la muerte del interinato.
La cesación de la aventura del gobierno interino ya está pactada y en eso están de acuerdo las principales franquicias partidistas que integran el G4, menos, por supuesto, Voluntad Popular. De ese ejercicio de improvisación y saqueo no queda nada útil. Solo queda una frustración más y la lección aprendida de no seguir dándole cheques en blanco a la falsa oposición.
El gobierno interino de Juan Guaidó fue una idea fracasada de la falsa oposición como hoy lo es las negociaciones con el chavismo y el empeño en ir a otras elecciones fraudulentas, sin condiciones ni garantías. A partir de estos fracasos y de estas lecciones es preciso el diseño de una política viable, realista, con los pies en la tierra, que efectivamente acumule fuerzas para sacar al chavismo del poder. Pero eso nunca, jamás, ocurrirá con los factores de la falsa oposición.
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