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¿Socialismo? Ni el del siglo XXI

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En vez de preparase para jurar sobre una Constitución moribunda y anunciar la convocatoria a una constituyente, López Obrador, el nuevo presidente mexicano, ha anunciado que se regirá por la Constitución existente y, ¡horror de los horrores!, exclamaría un chavista, firmó el martes 4 un acuerdo con el presidente de la Fedecámaras mexicana para trabajar juntos, mano a mano, los próximos seis años.

Hay más. Todo indica que no será un chofer del Metro, formado por Las venas abiertas de América Latina, quien dirigirá Hacienda. Lo hará Gerardo Esquivel, un economista con maestría en Colegio de México y doctorado en, ¡asco!, vomitaría un bachiller madurista, Harvard University.

No es todo. El gobierno de Morena ha decidido renegociar el TLCAN, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y le han encomendado a Jesus Seade, prestigioso economista mexicano, creador de la Organización Mundial de Comercio, para que sea el jefe del equipo negociador.

Estas noticias me dejan perplejo. Chocan con la atmósfera apocalíptica creada en las redes por gente de bien de la oposición venezolana que casi me hacen creer que México estaba al borde del colapso, los colectivos paramilitares del 23 de Enero a punto de irrumpir en el Zócalo repartiendo bofetadas y, más temprano que tarde, Giordani y Merentes desembarcando en Xochimilco con sus laptops rojas cargadas con el diseño de las sucursales de Cadivi y las franquicias de las bolsas CLAP que aquí seguramente se llamarían Paquetes Quetzacoalt.

Pero nada de eso ha ocurrido. No todavía. Y, en realidad, ya no sé qué pensar. Si todo es una patraña seductora del castrochavismo para que los mexicanos crean (algunos en Caracas piensan que esto es un déjà vu, que igualito hizo Chávez) o si en realidad, como sostiene el escritor Sergio Ramírez, el socialismo del siglo XXI es una fantasía de país petrolero, mejor una pesadilla, que solo ha existido en Venezuela.

Es la tesis del premio Cervantes quien meses atrás nos explicó, en Bogotá, que Ortega creó en Nicaragua el modelo copiado por Maduro de hacerse inderrotable en las elecciones. Pero que el Somoza del siglo XXI gobierna desde 2006 en íntima alianza con la alta burguesía a la que nunca persiguió, expropió ni reguló. Todo lo contrario, le dejó hacer a su antojo. Lo contrario del socialismo chavista.

Poco o nada chavistas son Rousseff, Lula y Correa, que en sus gobiernos dejaron intactas la estructura productiva privada de sus países y que, además, no solo se dejaron sacar del gobierno (¡qué pendejos!, diría la señora del CNE), sino que el segundo está preso y el tercero buscado por la Interpol.

En Cuba tampoco hay socialismo del siglo XXI, hay comunismo del XX. No emiten bonos de la deuda, porque no hay banca internacional. Ni tienen una burguesía propia, porque, sencillamente, la propiedad privada no existe.

Poco chavistas terminaron siendo, también, los Kirchner. Aceptaron salir del poder y no lograron destrozar la economía argentina. Tanto que Buenos Aires es uno de los destinos favoritos del éxodo venezolano. Y Evo Morales, el más “fidelofílico” de todos, se puede jactar hoy de haber negociado correctamente con los poderes económicos de la Media Luna y de estar construyendo una red ferroviaria que atravesará toda Bolivia hecha mitad con capital Estado y la otra, con aporte privado.

El sabor amargo que irá quedando en las páginas de Aporrea es que ocurrió una doble estafa. La estafa que el chavismo les hizo a los venezolanos repartiendo a otros países, sin permiso, petrodólares nuestros, de todos, para exportar su modelo. Sin lograrlo. Y la estafa que sus gobiernos y líderes aliados –Evo, Lula, Correa, Ortega, Fidel y Raúl– le hicieron a Chávez y al chavismo, aceptando las mesadas sauditas, dándole apoyo internacional, pero negándose a repetir en sus patios la fórmula trágica del venesocialismo. Es lo que parece hace ahora AMLO. Y hasta Petro en campaña, ¡oportunista traidor!, gritará despechado un chavista, declaró a Maduro dictador.

Esta mañana, caminando por Ciudad de México, los diarios anunciaban un escenario diferente. “Acuerdan Peña y AMLO un relevo ordenado”, La Jornada. “Transición en orden y paz”, La Prensa. “Amor y paz”, ¡Basta!

Juro que no son los efectos de mezclar tequila con mezcal. Mi salud ya no me lo permite.

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