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Irán-China y la gente

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Irán iraníes protestas

Paul Zinken/DPA

Nos reconforta el alma saber que la gente en China e Irán se muestran como seres humanos capaces de protestar, manifestar sus sentimientos, aspiraciones y esperanzas sobre su vida, la manera como les pautan patrones de conducta, lo que se les prohíbe y lo que les permiten. Todo anudado autoritariamente, respaldado por poderes armados y llenos de violencia.Pueblos que en ningún momento de la historia han sido consultados, valoradas sus opiniones,  sus opiniones, si les gustan las formas de dominio o las rechazan. Nunca olvidamos la cita de New York Times: “En Sierra Leona, los guerrilleros cortan la mano derecha de los habitantes de una aldea antes de retirarse. Una niña, que está muy contenta porque ha aprendido a escribir, pide que le corten la izquierda para poder seguir haciéndolo. En respuesta, un guerrillero le amputa las dos. En Bosnia, unos soldados detienen a una muchacha con su hijo. La llevan al centro de un salón. Le ordenan que se desnude. «Puso al bebé en el suelo, a su lado. Cuatro chetniks la violaron. Ella miraba en silencio a su hijo, que lloraba. Cuando terminó la violación, la joven preguntó si podía amamantar al bebé. Entonces, un chetnik decapitó al niño con un cuchillo y dio la cabeza ensangrentada a la madre. La pobre mujer gritó. La sacaron del edificio y no se la volvió a ver más» (The New York Times, 13-12-1992)(Citado por José Antonio Marina y María de la Válgoma).

Por ello, ha sido una sorpresa, creo universal, que las gentes de estos países aparezcan por primera vez en su historia manifestando lo que rechazan y en cierta forma lo que aspiran. No podemos olvidar que hay sociedades donde la democracia nunca ha existido y menos la categoría de ciudadano. Pueblos donde pareciera que no existe la felicidad. Sin embargo, existe gente que habita en ciudades que han contribuido a modelar, educadas en el respeto, la conservación y la admiración por las maravillas que albergan en sus espacios, ciudades como París, Londres, Estocolmo, Washington, Milán, Roma, Montevideo, Venecia, Morelos, ciudades tan hermosas como puedes ser Estambul, Pekín o San Petersburgo con la diferencia que aquellas ciudades pertenecen a sus ciudadanos, mientras Pekín, Moscú, Teherán y Shiraz, entre cientos de otras hermosas ciudades, parecen pertenecer a sus gobiernos. Espacios donde sólo sus gobernantes mandan y deciden. Mientras en el heterogéneo occidente la calle es de la gente, los vestidos son escogidos por quienes van a usarlos y sus obras de arte son de los ciudadanos. Allá en los territorios ocupados, la gente no escoge ni decide nada,ni siquiera sus ropas. Una intangible y brutal diferencia.

Por estas razones el espíritu se hincha cuando vemos a las mujeres iraníes batirse contra unas autoridades que les imponen la negativa de ser personas, donde las matan si desobedecen órdenes que vienes de un mundo hostil, del silencio ante la voz humana que aspira expresarse con toda su carga emocional y racional,voces que pueden llenar su indefenso cuerpo humano.

Irán ha sido una lección para la humanidad, una escueta noticia movió hasta el fondo el silencio perenne de este pueblo:“Horror en Irán: matan a una joven en una comisaría por no llevar bien el velo. La joven iraní Mahsa Amini falleció este viernes a consecuencia del infarto y el coma que sufrió detenida por la «Policía de la moral».

El impacto fue inmediato, a pesar de vivir en países convulsos, azotado por una dictadura temporal, no teníamos noción de lo que significaba “una policía moral” conocíamos las policías  políticas como lo que asolaron Berlín con la Stassi o la KGB en Rusia y entre nosotros el fatídico cuerpo de la Seguridad Nacional, pero nunca habíamos llegado a saber que existía en países como Irán algo impredecible o intangible como una policía moral. Si tratamos de explicarnos los métodos de estas policías, imaginamos que deber ser pura introspección, es tratar de intervenir en el alma de la gente e imponerle códigos, prohibiciones cuyo incumplimiento puede ocasionar la pérdida de la vida. Masha Amini llevaba mal puesto el velo de la sumisión y la policía moral la asesinó. Quizás no profirió ninguna palabra que atentara contra la religión oficial, pero mostró un descuido imperdonable, llevaba mal puesto el velo de la esclavitud moral.

Su muerte, paradójicamente fue como un despertar, las mujeres iraníes se manifestaron con rabia, rechazaban el poder de esa policía moral que les imponía el silencio interno-íntimo ante la dictadura. Protestaron y con sus acciones comenzamos a mirar otra Irán, un país que sufría, en su parte más vulnerable, no en la piel, ni en los riñones, no eran protestas por hambre, eran protestas por rescatar la libertad de espíritu que no puede ser robado a ningún ser humano.

China ha sido otra conmoción, las noticias hablan de sucesos inconcebibles en una sociedad que nunca conoció la democracia. Acabó la dinastía Ming, sobrevino Mao Tse Tung y ese pueblo a pesar de su laboriosidad y sabiduría ancestral continua en una sombra que parece eterna.  Acababa de reafirmarse en el poder XI Jinping, en una muestra abierta del comienzo de un período interminable de gobierno, un poder que no había sido elegido libremente, porque las almas libres no parecen existir en ese vasto espacio de Zhonghua Renmin Gongheguo. Con todos estos antecedentes y rompiendo  los precedentes históricos, la gente en China comenzó a protestar por una arbitraria medida gubernamental que los obligaba a encerrarse en sus casas sin ninguna alternativa. Surgió la protesta de la Hoja Blanca, lo cual puede significar que en ella resumo toda mi inconformidad por nunca haber podido vivir en libertad.

Este acontecimiento en China realmente nos ha alegrado porque muestran que el alma humana es inextinguible, soporta prisiones que pueden durar un siglo, se levanta contra una monstruosa “Policía Moral” que no te radiografía las tripas sino tus sentimientos y te condena si muestras algún signo de rebelión como ese de “llevar el velo mal puesto”. China e Irán para los venezolanos que vivimos un cruel momento que intenta arrebatarnos el alma con una especie de policía moral ha llenado nuestros días de entusiasmo, al reafirmarnos que lo único no derrotable es la aspiración de libertad del ser humano y eso nos reconforta y llena de fuerzas para enderezar las cosas turbias que nos entristecen día a día.

Vivan las mujeres iraníes y la gente en las calles de Shangai y Pekín, más temprano que tarde los acompañaremos.

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