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Diálogo envenenado  

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El diálogo envenenado con extorsión de una de las partes no es diálogo. Comenzamos diciendo que los representantes de los que aspiramos a una genuina transición a la democracia no son nuestros representantes-negociadores. Nadie los habilitó para ello y la mayoría los calificamos, por sus ejecutorias previas, en funcionales del sistema autoritario que domina el país. Conforme a la secuencia de la quincena de diálogos anteriores e infructuosos, constituye otro ritual para prolongar la estadía en el poder del régimen oprobioso. Aparece este último como una victoria de los desbloqueadores del ecosistema criminal. Las meras formas hacen las veces del contenido y allí se agotan. El resultado no muestra sino una asociación con los mismos que nos hundieron en el hambre y saquearon al país. No hay dudas de que han negociado en secreto. Es el mismo régimen que se nos reveló en 1992, que transcurre de etapa en etapa, exportando la alianza cívico-militar del socialismo del siglo XXI. Es clara la estrategia de ingeniería social que afecta la psique del venezolano, con ingeniería lingüística y mensajes subliminales. En medio del diálogo envenenado y nulo para la causa democrática, nos meten la Ley de Comunas, que jerarquiza la sociedad y la va estructurando con base en jefes y no en liderazgos de los que carecen, porque son repudiados por la mayoría. La clave de su permanencia es la dominación.

El diálogo envenenado y la falsa normalización a juro del régimen conduce a un estado de rendición de la sociedad, obstinada por la traición de sus dirigentes y por la imposibilidad de no obtener un empleo productivo que le asegure una vida digna de ser vivida. Los representantes que no representan a nadie en el dialogo son un tapón que solo permite que el usurpador sobreviva.

La comunidad internacional también muestra sus contradicciones, la aceptación en la Cumbre del Clima de los ecocidas confesos del Arco Minero y la asistencia al Foro de la Paz en París de quienes forman parte de la cadena de mando de crímenes de lesa humanidad investigados en la Corte Penal Internacional. No entendemos el contubernio con un ecosistema criminal cuyo objetivo es socavar la justicia de Estados Unidos y el sistema de libertades, e invadirlo de drogas para degenerar a su juventud.

No se le pueden levantar las sanciones a un régimen que ha cometido y comete crímenes atroces de tortura, detenciones arbitrarias, violaciones sexuales y persecución por motivos políticos. Comete un exabrupto y confesión cuando afirma que no permitirá elecciones libres. La mesa de extorsión solo lo ha beneficiado.

Lo que queda claro es la necesidad de elegir a un nuevo liderazgo cuanto antes. La sociedad democrática urgentemente necesita de nuevos referentes que la conduzca a su desiderátum: la liberación de Venezuela y la alternabilidad en el poder.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!

 

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