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Nabiúllina y el rublo “kaput”

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El pasado 27 de octubre el Bank for International Settlements o BIS (Banco de Pagos Internacionales) publicó su «Triennial Central Bank Survey», encuesta que materializa y publica cada 3 años desde 1986,y que reporta la situación hasta el mes de abril, de cada trienio respectivo, del mercado de divisas y de tasas de interés. La encuesta se divide, precisamente, en esas dos partes: divisas transadas en los mercados «over the counter» (OTC) y tasas de interés. En esta oportunidad me referiré a la primera mencionada, es decir, divisas.

Según el texto de la propia encuesta, la misma tiene como objetivo aumentar la transparencia de los mercados OTC, ayudando a los bancos centrales y a los participantes del mercado a monitorear los mercados financieros globales, y para informar las discusiones sobre las reformas a los mercados OTC.

La encuesta involucró a los bancos centrales y otras autoridades en 52 jurisdicciones y recopiló datos de más de 1.200 bancos y otros agentes que informaron agregados nacionales al BIS para su inclusión en los agregados globales.

Entre los aspectos destacados de la encuesta trienal tenemos que la negociación en los mercados de divisas OTC alcanzó los 7.508 millones de dólares por día en abril de 2022 (base «neta-neta»), 14,1% más que los 6.581 millones de dólares por día de 2019.

La moneda más utilizada en el globo terráqueo, el dólar estadounidense, alcanzó una participación de 88,5% de todas las transacciones (la base aquí es 200%, ello en virtud de que hay dos monedas involucradas en cada transacción) versus 88,3% en 2019 y un promedio de participación de 87,4% desde 1998 con desviación estándar de 1,44%. La participación del euro disminuyó ligeramente a 30,5% desde 32,3% en 2019. El yen japonés y la libra esterlina se mantuvieron, materialmente, sin cambios en 16,7% y 12,9%, respectivamente.

Los cambios interesantes -e importantes- en la encuesta para este artículo, involucraron al yuan (renmibi) chino y al rublo ruso. La participación del yuan aumentó a 7,0% desde 4,3% en 2019, lo que ahora la convierte en la quinta moneda más negociada en 2022. Por su parte, el rublo ruso disminuyó su participación a 0,2% desde 1,1% en 2019 y 1,1% en 2016. La mencionada participación disminuida del rublo ruso merece especial atención.

En la Internet es posible encontrar un trabajo titulado “La moneda como relación de poder”, publicado en 2015, cuyo autor es Julio Sevares, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, profesor en la Maestría en Historia Económica y Relaciones Económicas Internacionales de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y miembro del Grupo de Trabajo sobre China, del Consejo para las Relaciones Internacionales (CARI) de Buenos Aires.

La tesis del trabajo de Julio Sevares es que la moneda hegemónica proporciona ventajas económicas y políticas a los Estados que la emiten y a los agentes financieros que operan con la divisa clave y que tienen, por lo tanto, una posición privilegiada en el mercado financiero internacional como receptores, prestamistas y administradores de capitales. Desde esta perspectiva y al ver la cuota del rublo ruso en los mercados OTC uno concluye que nadie -ni siquiera los margariteños- quieren el rublo ruso.

Con motivo de la criminal invasión de Rusia a Ucrania y a finales de febrero de 2022, el rublo se depreció más del 75%: desde los 77 rublos por dólar hasta alcanzar alrededor de los 135 rublos por dólar. Sin embargo, la rápida intervención de Elvira Nabiúllina salvó la situación, al menos en lo inmediato.

Nabiúllina tiene en su haber un récord de menciones que hablan bien de ella: En mayo de 2014 fue nombrada una de las mujeres más poderosas del mundo por Forbes. La revista Euromoney la nombró en 2015 Central Bank Governor of the Year y en 2017, la revista británica The Banker la nombró como Central Banker of the Year, Europa. En consecuencia, la «resiliencia» de la economía rusa, sin duda, está ligada a la gestión de Nabiúllina.

En la actualidad, la moneda rusa se cotiza alrededor de 60 rublos por dólar, un rublo más apreciado con relación a su situación antes de lacriminal invasión. Otros datos que son importantes de mencionar es que los tipos de interés han estado disminuyendo allá en Rusia: de 20% en marzo de 2022 a 7,5% en octubre de 2022, en correspondencia con la disminución en la inflación que pasó de 18% en marzo de 2022 a 12,6% en octubre de 2022. Sin embargo los pronósticos de cómo terminará el crecimiento económico (PIB) de Rusia este año de 2022 varían, pero coinciden en una contracción: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos​ (OECD) estima que -5,5% mientras que el Fondo Monetario Internacional estima -3,4%, por mencionar solamente los pronósticos extremos.

El caso es que las expectativas rusas han sido injustificadamente altas desde el comienzo de la guerra: las primeras victorias militares, como en la oportunidad de la anexión de Crimea en 2014, provocaron una oleada de euforia entre el pueblo ruso. Tal euforia suscribió tanto un mayor apoyo al gobierno como el optimismo de los consumidores. Ya para junio de 2022, las expectativas de los consumidores se habían ajustado a medida que se prolongaba el esfuerzo bélico que la propia Rusia vendió, entre otras cosas, como una “blitzkrieg”. La evaluación de los rusos “de a pie” sobre su situación económica actual ya no es tan positiva y la ven de manera mucho más realista que a inicios de 2022. El despertar a las realidades de la guerra es lento y más aún con los medios de comunicación censurados.

Con relación al tema de la alianza ruso-china que le permite a Rusia evadir sanciones internacionales y respirar y a China un mercado cercano para sus productos y servicios, alianza amparada por Elvira Nabiúllina, la internacionalista Beatriz de Majo en un artículo para El Nacional el pasado mes de julio de 2022, titulado “La mal llamada ‘neutralidad’ china”, afirmó: «China está obstruyendo olímpicamente estas sanciones a través de la expansión y consolidación de la relación comercial entre ambos países. Todo indica, por ejemplo, que ambos países se encaminan a usar el sistema internacional de pagos chino (CIPS), dando cobijo de esta forma a las instituciones financieras rusas que han quedado por fuera del SWIFT. Con lo anterior, Pekín limita el cerco que se ha estado armando en torno a Rusia como un importante elemento de disuasión frente a su avanzada militar en el territorio ucraniano».

Tambien, Aleksandr Losev, CEO de Sputnik Assets Management y miembro del Presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa, organización no-gubernamental rusa, escribió el pasado 28 de octubre de 2022, en el portal del thinktank ruso con sede en Moscú “Valdai Discussion Club” (valdaiclub.com), palabras más palabras menos por la traducción libre: “Dada la escala del comercio entre Rusia y China, según las previsiones, es el yuan chino el que se está convirtiendo en la «moneda amigable” entre los empresarios y ciudadanos rusos, que están convirtiendo sus ahorros en dólares en yuanes. El crecimiento de la demanda sigue una tendencia y la posición del yuan en el mercado de divisas ruso se fortalece mes a mes. En agosto de 2022, por primera vez, el yuan superó al dólar estadounidense en términos de volumen de negociación en la Bolsa de Moscú, y un mes antes, el euro perdió su honroso segundo lugar en el mercado de divisas ruso”.

Finalmente, el Banco Central de Rusia señala: “En las condiciones geopolíticas actuales, el crecimiento del volumen de negociación en las monedas de países amigos es una tendencia positiva, que refleja el deseo general de los participantes económicos de reducir los riesgos de sanciones, así como la reorientación de exportaciones e importaciones a contrapartes de países amigos” (Al respecto, ver el informe «Monetary Conditions and Monetary Policy Transmission Mechanism N° 4, October 2022», disponible en el portal del Banco Central de Rusia).

A esta altura ustedes, estimados lectores, ya saben dos cosas con evidencia verificable: una es que el rublo ruso está “kaput”, desapareciendo del mapa global y Nabiúllina –vale decir Rusia– depende, al menos en el corto plazo, de China y su yuan.

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