Dentro de dos semanas se cumplirán 100 años del reventón del pozo Los Barrosos 2, el cual ocurrió el 14 de diciembre de 1922. Junto con nuestra independencia, sellada en 1821 en Carabobo y la llegada a la presidencia del primer venezolano elegido por votación universal, directa y secreta, Rómulo Gallegos en 1947, este evento forma una de las trilogías más importantes de nuestra historia.
La aparición del petróleo en la vida venezolana fue un gran regalo que la naturaleza le hizo al país Venezuela y representó una formidable herramienta puesta en nuestras manos para construir una nación de primera clase, para lograr la integración de una población pobre y desvalida, víctima de violencias y atrasos, en una nación de ciudadanos. Cien años más tarde la nación venezolana está –puede decirse sin exagerar– en un peor sitio del que ocupaba en 1920. Aquella Venezuela de 1920 veía llegar el petróleo como una vía posible para su armoniosa integración en nación. Hoy en día es un pobre país que ha utilizado el petróleo para crear lo que Uslar Pietri llamó una Venezuela fingida. Desde hace 22 años el país está sentado sobre una inmensa riqueza petrolera, viendo en silencio como la ventana de oportunidad para su desarrollo se va cerrando debido a las tendencias energéticas mundiales.
No he podido encontrar la producción acumulada de petróleo en Venezuela durante este siglo, pero estimo, muy a groso modo, que supera cifras del orden de los 80.000 millones de barriles, un tesoro de inmensa magnitud. En sus etapas de mayor concentración de ingresos petroleros, la primera presidencia de CAP y los 20 años del chavismo, el país se las ingenió para sufrir los mayores descalabros para nuestro país, terminando en ambas ocasiones fuertemente endeudado por no haber sabido administrar la abundancia con elemental sensatez y honestidad.
La historia del petróleo en Venezuela puede resumirse en una frase: lo que se recibió como inmenso regalo de la naturaleza es hoy buscado sumisamente como limosna por quienes tratan de sobrevivir, una sobrevivencia a corto plazo que paradójicamente conlleva, a largo plazo, el envilecimiento moral de la nación.
La reciente componenda entre el criminal régimen chavista y una oposición hiperpragmática dice estar basada en el deseo de aliviar la suerte de los venezolanos. Para llevar esto a cabo han decidido liberar 3.000 millones de dólares de los fondos que se hallan congelados en el exterior a fin de que ambas partes puedan utilizar el dinero para fines humanitarios o para inversiones que irían a mejorar la suerte de la población. Esta decisión no es solo moralmente errada sino estratégicamente equivocada. Moralmente errada porque la negociación entre víctimas y victimarios atenta contra la integridad de la nación, la cual no es solo un territorio lleno de gente sino una unidad cultural que debe tener un alma, una conciencia y una historia que salvaguardar a toda costa. Si bien es cierto que algunas ventajas temporales pudiesen obtenerse de esta decisión política, también es cierto que ello se estará comprando al alto precio de debilitar las bases más fundamentales de una nación que son su dignidad y su lealtad a los principios que la sustentan. Por ello en Inglaterra se rechazó el intento de apaciguamiento de Chamberlain a Hitler y en Francia se rechazó el gobierno cómplice de Laval y Pétain con los nazis. Quienes en Venezuela argumentan que no es posible rebelarse contra las fuerzas traidoras de las armas como justificación para transarse con los criminales olvidan que ello ha sucedido una y otra vez en naciones que se negaron a ponerse de rodillas ante las dictaduras.
Y es una decisión estratégicamente equivocada porque equivale a suspender las sesiones de quimioterapia para un paciente gravemente aquejado de cáncer. Ya deberíamos saber que este régimen no tiene capacidad ni para administrar una bodega pueblerina, mucho menos para invertir sensatamente 3.000 millones de dólares que le entren a corto plazo. Peor aún, ya deberíamos saber que este régimen no desea utilizar ese dinero en mejorar condiciones de vida de una población a la cual ha despreciado y humillado sistemáticamente, sino que desea consolidarse en el poder, para lo cual tomar control de ese dinero es indispensable.
Los poderes geopolíticos (Estados Unidos) han abierto esa puerta, porque tienen intereses que asfixian toda consideración ética. Ello le permitirá a la empresa Chevron tratar de producir un poco más de petróleo venezolano para aliviar la crisis temporal de suministro generado por la invasión rusa a Ucrania y el oportunismo árabe. Chevron es una empresa que ha apoyado al régimen chavista por años. Le prestó a Chávez 2.000 millones de dólares bajo el disfraz de inyectarle esa suma al campo Boscán, lo cual nadie que supiera sobre petróleo podía creer. Ese dinero desapareció en las arenas movedizas del narcorrégimen, como desaparecerán los 3000 millones de dólares de ahora.
Para el país llamado Venezuela los 200.000 barriles diarios de petróleo adicional que logre producir Chevron en los próximos meses serán una triste limosna. Para la nación venezolana, la del alma y la conciencia, ello representa una palada más de tierra sobre el ataúd.
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