Estoy seguro de que si le preguntan a cualquier ciudadano, aun de los pocos de arriba, por nombres y líderes de los partidos opositores un poco mayores, pues le costará responder. No diga usted de frentes políticos y civiles y nuevas agrupaciones
Y, por supuesto, mucho menos de sus proposiciones tácticas inmediatas y enredos internos, para no hablar de su ideología más permanente cuando la hubiese. Y así, simplemente, no vamos ni a la esquina de la historia.
Es curioso de verdad. Los partidos están hechos para hablar, para orientar a la ciudadanía sobre los grandes temas nacionales y, además, conquistar su adhesión o su simpatía, sus votos por último. Pero esos objetivos mínimos no se logran desapareciendo de la escena pública, viviendo escondidos en el subsuelo de las polis. Y no estoy hablando por los momentos de tomar las calles o algún escenario público, soy más modesto en mi petición. Digo, por ejemplo, ir a la poca prensa que queda, que ha dejado la hegemonía mediática y la censura dictatoriales, para opinar sobre la encuesta Encovi o los informes sobre los derechos humanos en el país de la ONU o la preparación de las primarias, etc. Uno supone que debe haber organismos internos cuya función es debatir, asumir y promover posturas sobre cuestiones fundamentales del país y, de paso, del planeta, por ejemplo, la guerra de Ucrania o el incierto y agreste destino de los venezolanos y otros migrantes vecinos o lejanos. Uno se pregunta si realmente esas estructuras esenciales están constituidas y operan. Si no es así por ahí habrá que empezar y si las hay, mostrar lo que cavilan sobre el humano quehacer histórico.
Hay un círculo vicioso que hay que romper. La gente, el común, el pueblo… no se interesa por los problemas políticos porque, además de andar en busca de su sustento, tiene muy poca o ninguna fe en los partidos políticos y sus líderes; y los partidos al parecer no se estimulan a pensar, decir y hacer en un país en silencio que no los mira ni los atiende. Tal parece la trampajaula en que andamos metidos. Y sobre la cual pienso que hay que salir, es la manera más simple, más a la mano, es estructurando y movilizando esas vanguardias que deben tratar de incentivar a los muchos. Planteárselo al revés es por demás absurdo, en el fondo esperar que la historia se haga sola, por alguna lógica implacable o por el puro azar que echen a andar lo hoy entumecido. Con más razones en tiempos de dictadura, que calla y tortura.
Por supuesto que toda movilización posible, partidista o no, es necesaria. Como es imprescindible la unidad posible. Pero por ahora, para ser parcos y realistas, no pedimos sino un punto específico y limitado: que el Comité ejecutivo del partido tal, en su reunión de ayer, cuestiona la última barbaridad del gobierno y en sustitución de la cual propone la siguiente alternativa. Así declaró el portavoz del Comité, sigue nombre y apellido. Igualmente agregó que se bajará dicha decisión a los organismos regionales –aun cojitrancos- para su enriquecimiento, así como llama a movilizaciones populares para impedir el mentado atropello –que a lo mejor serán minúsculas–. En el fondo se trata de asumir algún tipo de orden, por provisorio y poco ambicioso que sea.
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