Para la audiencia no hubo mejor pócima que aquella traída no por el místico y poderoso doctor Dulcamara, sino por el elenco de la Compañía de Ópera del Teresa Carreño y la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho. Bajo la dirección de las maestras Isabel Palacios -en la parte artística y académica- y Elisa Vegas en la dirección musical, L’elisir d’amore (El elixir de amor) cautivó al público presente en la sala Ríos Reyna durante tres días: 18, 19 y 20 de noviembre.
La preparación y montaje de esta pieza original de Gaetano Donizetti, con libreto de Felice Romani, se llevó a cabo en menos de tres meses, tras presentar la Gala inaugural a finales de julio. Durante ese tiempo los cantantes, escenógrafos, vestuaristas y todo el equipo de producción llevó adelante esta ópera de dos actos de la que se cumplen 190 años desde su estreno en el Teatro Della Canobbiana en Milán, Italia. Destaca que para esta oportunidad la compañía pudo reunir talento suficiente para dos elencos diferentes.
La historia de El elixir de amor se centra en un ingenuo joven llamado Nemorino (interpretado por los tenores Pedro Nieves y Gregory Pino), quien está perdidamente enamorado de Adina (representada por las sopranos Ninoska Camacaro y Annelia Hernández), una muchacha hermosa, inteligente y adinerada. Él anhela que sea suya, pero entre él y la joven terrateniente se interpone Belcore, un soldado que, sin esfuerzo, se roba la atención de la chica (puesto en escena por Francisco Bourgeois y Endrys Cisneros). Desesperado, Nemorino recurre a una pócima que ofrece el místico doctor Dulcamara (personificado por los barítonos invitados Gaspar Colón y Christian Pabón) en una visita a la ciudad, esta promete solventar sus problemas y ayudarle a conseguir el afecto de Adina.
El primer acto termina con el anuncio de la boda entre Adina y Belcore al día siguiente, y un afectado Nemorino, quien además de ebrio por el elixir -un vino de Bordeux- siente pánico ante la posibilidad de perder a su amada. Inmediatamente después del interludio sigue el desenlace de la historia. Nemorino acude nuevamente al auxilio del doctor; sin embargo, debe enlistarse en el ejército para obtener el dinero para pagarle. Tras descubrir su amor por el joven, Adina paga por la libertad de Nemorino. La conclusión de esta ópera es feliz para los enamorados y para Belcore, quien tiene un nuevo cliente.
Particularmente, en la función del sábado 19 de noviembre, fue el tenor Gregory Pino quien emocionó a la audiencia con la interpretación del aria más famosa -y quizás más esperado- de El elixir de amor, «Una furtiva lágrima». La ópera fue una mezcla exquisita entre humor, sorpresa y algo de melancolía. El público, en una sala con poco público, respondía con carcajadas y suspiros ante las interpretaciones de los jóvenes cantantes. La impecable escenografía, que estuvo a cargo del arquitecto Enrique Berrizbeitia, llevaba a un pueblo italiano; por su parte, el colorido vestuario confeccionado por César Córdova remitía -y de acuerdo con un comentario de Isabel Palacios- a una fantasía de inicios de siglo.
La directora artística comentó que esperaba que el público se llevara una sonrisa al salir del teatro. «Que se vayan con un rayo de alegría, de esperanza, de curiosidad de seguir viendo el desarrollo de estas voces y que hayan pasado un rato muy feliz. La ópera, al igual que el teatro, te monta la vida en el escenario. La luz y la magia del escenario te recrea ese sentimiento con un lente de aumento. Es muy particular. Tienes que esperar salir de allí más triste, feliz, mejor, o conmovido, preocupado, pero más algo, moverse. Además, con la ilusión de ver a estos jóvenes, disfrutando, haciendo, actuando y creyendo en ello», añadió.
Escoger esta pieza fue algo natural para la directora. Desde el primer momento, Palacios imaginaba comenzar con Mozart. Sin embargo, las óperas del compositor austríaco presentaban un desafío, pues requieren de un trabajo escénico grande y de voces más experimentadas capaces de dominar los recitativos. Pero continuó con su idea de presentar un título perteneciente al Bel Canto italiano: «Sin duda alguna de Donizetti. Una de sus dos óperas bufas, fuera Don Pasquale o El elixir de amor. De esas operas, la que tiene más elenco y la que puede darse más rápido, sentí que era El elixir de amor», agregó.
Otro aspecto fundamental para seleccionar la obra fue el conocimiento de las capacidades de su compañía. Palacios enfatizó en que no podían montar cualquier ópera, pues debía considerar las voces de sus cantantes para no forzarlos a roles para los cuales no están listos o para los que no son los cantantes idóneos. «Estamos todavía empezando. Es un reto. Voy conociendo a los muchachos cada vez más. Papa Dios decide qué podemos montar. Tú naces con un tipo de voz que vas a desarrollar, vas a cultivar y crecerá, pero con un límite. Y debemos cuidar esas voces porque, si no, podemos dañar su instrumento para toda la vida».
Asimismo, la también mezzosoprano e historicista recordó los errores del pasado. «Otra cosa que tiene la ópera es que el público debe ser paciente porque si empezamos a complacer, vamos a fregar a la compañía. Eso fue lo que pasó en Venezuela y por eso no duraban las compañías. La necesidad hacer algo taquillero obligaba a montar determinados títulos -que siempre eran los mismos- y le hacíamos daño a jóvenes generaciones que no estaban listas para esos roles. Pero hay que darles horas de vuelo. Mientras yo esté trabajando como directora en esta compañía yo voy a evitar que eso pase, con todas las fuerzas de mi alma. Primero está la compañía, que lo que ellos vayan haciendo sea cada vez más bello».
Pero no solo la dificultad está en la primavera de las voces. La sala Ríos Reyna trae consigo un reto para las presentaciones de canto lírico. De acuerdo con Palacios, la sala principal del Teatro Teresa Carreño es ideal para conciertos, presentaciones de música popular, ballet, danza o cualquier espectáculo donde se puedan apoyar de micrófonos, pero no fue diseñada pensando en ópera. «Cantar en la Ríos Reyna sigue siendo muy difícil. Es muy abierta y un poco seca o sorda de acústica, con un foso abierto. Para la ópera usualmente tiene forma de herradura, el público prácticamente envuelve», puntualizó.
De cara a generaciones que no se han enfrentado a este tipo de espectáculo o para cualquiera que no lo ha hecho, la maestra del canto lírico ofreció unas recomendaciones: «A quienes les gusta la ópera no están buscándole la quinta pata al gato. Ellos creen en el amor, el odio, la traición, la bondad, en la fe, en la guerra, la muerte, la vida. Hay que llegar con ganas disfrutar, leer bien los argumentos y meterte en la trama porque te van a hablar en un idioma que no es el tuyo y si pasas mucho tiempo leyendo dejas de disfrutar lo que está pasando en el escenario. La ópera no es ‘qué linda la cancioncita’, sino qué bello lo que está pasando para que esa canción surja», sentenció.
El elixir de amor es la primera ópera que presenta la compañía este año. Y aunque las presentaciones fueron solo tres días, Isabel Palacios adelantó que para el año que esperan estrenar temporadas: «Un grupo de óperas juntas para que se viva esa emoción que es estar metido en una programación tipo festival. La gente creo que tendrá esa maravilla. Es muy apasionante».
«El año que viene el plan de trabajo es más ambicioso, más cuidadoso. Creo que para el público joven va a ser una experiencia ver crecer y seguirle la carrera a ellos. Ojalá que las empresas se sensibilicen para ayudarnos porque el espectáculo de la ópera es muy costoso. Pero no solo el montaje, sino mantener el estudio de esos muchachos. A un cantante lo forman muchos profesores porque está el idioma, la fonética, la adaptación, saber bailar. Y hay una edad ideal para la voz, tenemos que apoyarlos ahora porque después es tarde. No queremos seguir perdiendo voces sino, al contrario, darles el entrenamiento que hace falta», finalizó Palacios.
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