Los músicos afinan sus cuatros y guitarras en el escenario mientras el equipo de protocolo organiza parte de la escenografía que se va a utilizar. Algunos cantantes prueban sus micrófonos, otros hacen algunos pasos para calentar antes de salir a escena. En el público, los presentes bailan al ritmo del Dj Tanque de Zona Escolar, conversan y se toman fotos.
La mamá, el papá y los hermanos gaiteros se ubican cerca de la tarima para apoyar al siguiente colegio de los 18 invitados que se presentaron en el XXVII Festival de Gaitas del Colegio San Ignacio el sábado 12 de noviembre, el quinto festival de la temporada después de los celebrados en los colegios Don Bosco, Instituto Los Andes, Colegio Santa Rosa y Colegio Santo Tomás de Villanueva. Desde las 8:00 am los estudiantes de quinto año finiquitan los últimos detalles de la cita, una de las más esperadas de la temporada gaitera que, este año, coincide con los 100 años de la institución.
Es el turno del colegio anfitrión, presentación a cargo de la promoción 97, los últimos en subir a escena para cerrar el festival. En el público gritan las barras a medida que los presentadores hacen un recuento de todos los colegios que se presentaron: Colegio Yale, Cristo Rey Altamira, Santa Rosa de Lima, San Agustín del Paraíso, El Peñón, Academia Merici, Colegio Los Arcos, Don Bosco, Claret, Champagnat, Canigua, Los Campitos, Mater Salvatoris, Instituto Andes, Colegio Integral El Ávila, Simón Bolívar y Santiago de León.
Después de doce horas de festival, a las 9:00 pm sube el grupo de jóvenes estudiantes de quinto año, emocionados y nerviosos por la gran cantidad de público que hay: desde todas partes del colegio los presentes e invitados se acercan a la tarima. Natalia Rojas, de 16 años de edad, cantante, y Mariana Rosales, de 17 años, del grupo de percusión, están sobre el escenario con sus compañeros. Son más de 30 estudiantes que lucen trajes de lentejuelas azul y plata.
Mariana Rosales forma parte del centro de estudiantes. Los nervios los tiene a flor de piel. “Me siento emocionada y nerviosa de presentarme en unas gaitas donde habrá tantas personas, en un festival que es de los más importantes”, dijo minutos antes de subirse al escenario.
Han llegado hasta allí con ayuda de sus profesores, su familia y amigos, quienes también las apoyaron durante los 7 meses de ensayos. Fue un proceso muy bonito pero también “algo fastidioso por la gran responsabilidad que implica”, reveló Rosales. Pero repetiría la experiencia. “Algunas gaiteras anteriores también nos ayudaron. En todas las letras mencionamos los 100 años del colegio. La mayoría en el público son ignacianos y se sentirán identificados”, acotó Rojas.
Y así fue: apenas inicia la presentación, para la que cada colegio tiene un máximo de 30 minutos, comienzan a sonar los versos del tema “Gimme! Gimme! Gimme!” de ABBA con letra dedicada al colegio. “San Ignacio llegó, baila con nosotros con mucha emoción”, cantan los estudiantes. Al terminar, comienza el repertorio gaitero con «La moza», «Cuando voy a Maracaibo» y “La pava”, entre otras.
El repertorio alterna grandes clásicos del género con canciones de moda en las redes sociales como “Locked Out Of Heaven” de Bruno Mars, con versos en honor a los 100 años del colegio. Seguidamente, el grupo de baile usa unas mallas circulares azules para hacer referencia al concepto que utilizaron este año: el eclipse. La idea surgió después de que el grupo se diera cuenta de que este año había un gran número de eclipses, los últimos hasta 2025.
«San Ignacio brillará, eclipsado está», cantan las del coro. Tras la presentación, el público aplaude y corea “Loyola, Loyola, Loyola”. El equipo de producción, los miembros del centro de estudiantes y el padre rector, Daniel Figuera, suben a saludar. Luego, entonaron a capela el himno del colegio. Antes de cerrar, el presidente del centro de estudiantes (CESI), William Morrison, le agradece especialmente al empresario Lorenzo Mendoza, uno de los principales patrocinantes del festival, quien sube a dar unas palabras.
“Gracias a este querido colegio. Hay tantos que han pasado por aquí para hacer el bien; hay muchos colegios, pero ustedes se la comieron. Gracias a los profesores que hacen esto posible, a rumbear, pasarla bien y a estudiar. Aquí están todos los que creen en este país, feliz de apoyar siempre este tipo de iniciativas”, dijo el presidente de Empresas Polar.
La presentación fue un éxito, un momento emotivo para los estudiantes que este año se gradúan y se despiden del colegio. “Me parece increíble cómo muchas personas que no sabían interpretar los instrumentos lograron aprender. Al principio no sonábamos tan bien, pero ahora sonamos perfectos, lo haremos muy bien, estoy segura”, comentó Rosales antes del show. No se equivocó.
Crecimiento personal
Participar en las gaitas, cada año, es una experiencia inolvidable para los estudiantes. También es una gran responsabilidad formar parte de la temporada ya sea en el grupo de baile, canto, armonía (los intérpretes de instrumentos musicales) y percusión. En algunos colegios ser parte de las gaitas implica tener todas las materias aprobadas, en otros son un poco más flexibles: no se puede reprobar más de una materia. Otros le permiten a todos sus estudiantes audicionar; si tienen talento, participan. Algunas instituciones solo permiten que los alumnos de quinto año participen, mientras que otros les dan la oportunidad a estudiantes de bachillerato.
Ya sea en armonía, canto, baile o percusión cada grupo es evaluado por un miembro del jurado que en la XXVII edición del festival estuvo conformado por Rómulo Álvarez (canto), José González (percusión), Maite Rojas calificando a los de baile y Ángel Fernández a los de armonía. Cada miembro del jurado fue escogido por los profesores de gaitas del Colegio San Ignacio, contratados por el centro de estudiantes (CESI). En cada una de sus áreas, cada miembro tiene criterios de evaluación en los que destacan la afinación, el número de instrumentos usados, la precisión de los bailes, creatividad y quiénes formaron parte de la presentación.
Aunque González señala que todos son ganadores por presentarse, sí hay algunos elementos que pueden restar puntos a los colegios. Entre ellos destacó la presencia en el grupo de no estudiantes o si utilizan más o menos instrumentos de los que deberían. “Al presentarse se ve el trabajo y la disciplina que han tenido, creemos que todos son ganadores. Pero se busca sobre todo la disciplina y dedicación que le pusieron a las gaitas”, declaró.
Una disciplina que les toma meses a los estudiantes conseguir. “Al principio nos costó mucho prepararnos, pero ahora nos está yendo muy bien. Económicamente sí es muy difícil, algunos colegios hacen fondos para ayudar a costear los gastos. Al inicio eran ensayos tres días a la semana durante 3 horas. Luego fue todos los días de la semana. Asesorados musicalmente por los profesores de gaitas”, contó Sofía Tacher, de 16 años de edad, guitarrista del colegio Santiago de León de Caracas.
El tiempo de preparación varía entre los colegios aunque la mayoría comenzó a darle forma a la temporada en marzo. Algunos incluso comienzan a ensayar desde diciembre del año anterior con un proceso que inicia con las audiciones y prácticas cada dos o hasta tres veces por semana. En lo que todos coinciden es que, a dos meses de comenzar los festivales, los ensayos son diarios y más largos.
“En nuestras gaitas los directores escogen el concepto que vamos a tener y a partir de eso escogen el repertorio musical. Nosotros podemos seleccionar los intermedios entre las canciones, pero en realidad todo lo escogen ellos”, añadió Tacher.
Los festivales son una actividad en la que participan todos. “La experiencia ha sido muy buena, somos un equipo bastante unido. No solo nosotros sino también los padres y los profesores, somos un buen equipo. Nuestro director general, Ricardo Mendoza, se encarga de toda la parte musical, él ya ha montado otras gaitas con anterioridad. También está la directora general Silvia Ocanto, que es también la profesora de canto”, contó Paola Carvajal, de 17 años, cuatrista del Colegio Integral El Ávila.
Carvajal reveló que al principio estuvieron bastante descoordinados en los ensayos, pero poco a poco lograron la sintonía con un repertorio que escogieron cuidadosamente. En su caso, su familia hizo un esfuerzo económico para que participara. “Solo el pago de los profesores por siete meses es un gasto importante, el traje, los accesorios, muchos colegios tienen el traje, el pre traje, los bolsos, las camisas que se usan en los festivales. Todo eso son gastos que se deben cubrir”, detalló. Reveló que un alumno puede pagar hasta 3.000 dólares por estar en las gaitas.
Una inversión
Verónica Blanco, madre de una joven estudiante del colegio Mater Salvatoris, define como “inversión” la participación de su hija en las gaitas. Desde primer año la joven mostró interés por cantar en las gaitas internas del colegio, una actividad en la que participó durante todo bachillerato. Este año fueron sus primeras gaitas externas. “Sí, hay que planificarlo con tiempo porque es un gasto, pero si tus hijas quieren hacerlo vale la pena”, aseguró.
En el Mater Salvatoris, acotó Blanco, son austeros. Este año, las estudiantes lucieron trajes negros con rosado al estilo roquero, el concepto que escogieron. Con ayuda de los patrocinantes y los padres que pueden apoyar a otros estudiantes lograron que el grupo de más de 40 jóvenes se presentara. Este año, el Festival de Gaitas del San Ignacio contó con hasta 14 patrocinantes de marcas como Yummy, Fresh Fish, Polar, Kores, Plumrose, Empresas Polar, entre otros. Blanco detalló que, en su caso, patrocinó a otra estudiante además de su hija. Pagó casi 3.000 dólares por las gaitas. “Yo diría que cada estudiante paga aproximadamente entre 700 dólares y 1.000 dólares”.
Cree que otros años se ha invertido más dinero en las gaitas. Este año, reconoció, la situación económica del país está tan complicada que los colegios, los padres y los mismos estudiantes han optado por hacer propuestas más sencillas. Aunque no todos: El Colegio Yale mostró un concepto inspirado en el juego Monopoly que incluyó dados y hasta una cárcel. El Colegio Claret, por su parte, propuso un juego de casino con cartas de póker.
Victoria Lárez, de 37 años, y Franco Bellino, de 42 años coinciden con Blanco en cuanto a los gastos. Su hija Sofía, estudiante del Claret, participó como cantante. “El recurso económico indiscutiblemente es necesario. Hay muchas cosas en las cuales se debe invertir, pero los muchachos le ponen muchas ganas a las gaitas. Luego está toda la parte musical, además de vestuario, la logística, es un poco complicado participar, pero si hay ganas se puede”, declaró Lárez.
En el Claret también hay papás que patrocinan a otros estudiantes que no pueden cubrir los costos. “Creo que eso es algo que debería aplicarse en otros colegios también, estoy segura de que así es. Si el joven tiene el talento, las ganas y la disposición, es bueno apoyarlos”, comentó. En el Claret desde el año pasado se abrió un fondo. Mes a mes desde que inician las audiciones los padres fueron abonando.
Es un esfuerzo constante. Al final, las familias afirman estar felices con el resultado. Ese es el caso de los Acosta. Esteban, de 49 años, y su esposa Simara de 48, lucen felices sus camisas de papá y mamá gaitera. Junto a ellos camina su hija Ariadna Acosta, de 9 años, con una camisa de hermana gaitera para apoyar a Esteban, de 15 años, miembro del grupo de percusión del Colegio El Peñón.
“Sí es un esfuerzo un poco más de lo normal, pero cuando uno ve que los chicos le ponen corazón, uno hace lo posible por costearlo. Los costos los lleva el comité de gaitas. Ha sido excelente la experiencia, lo que más nos gusta es el aprendizaje que ha tenido nuestro hijo como persona y musicalmente en las gaitas”, señaló Simara Acosta.
Una gran producción
Cuatro meses le tomó a los estudiantes del San Ignacio la producción del evento que contó con varios stands de juegos interactivos y una zona de comida. “El año pasado tuvimos bastantes complicaciones por causa de la pandemia, pero logramos hacerlo de todas formas”, contó Morrison. Este año el festival coincide con los 100 años del colegio así que hubo muchos patrocinantes. “No fue que los invitamos, querían participar y nosotros tuvimos que escogerlos”, añadió el joven de 17 años.
“Por primera vez, tuvimos alrededor de 15 carros de comida, stand de patrocinantes, fue una gran labor que teníamos pero la hicimos para honrar los 100 años del colegio”, aseveró. Para planificar todo tuvieron alrededor de 7 cargos en el comité organizador. Por cada cargo hay un director y un subdirector.
“Somos quince en total porque también hay un subdirector general que está encargado de apoyar a cada uno de los miembros del equipo. Tenemos presidencia, mi parte; me encargué de la logística del evento, los permisos y la relación con la alcaldía. Tesorería, se encargó de toda la contratación de carros de comida y la parte de las tablas. Luego está relaciones públicas que se encargaron de los patrocinantes. Cultura se encargó de la producción, de la tarima que es de 12×12, más grande que otros años que fueron 10×10. Deporte se encargó de la seguridad y los baños, con ayuda del centro de estudiantes, que se encargó también de los artistas. Por último está acción social que se encarga de los camerinos y los chicos invitados. Es un gran equipo apoyado por el padre rector, los profesores y asesores”, explicó Morrison.
Un evento como este cuenta, además, con un grupo de profesores que apoya las gaitas y también están los miembros del centro de estudiantes junto a la dirección del colegio. “Lo más difícil fue el estudio de todo lo que podíamos hacer, veníamos de un festival que el año pasado fue bastante controlado por la pandemia. Tuvimos que pensar estrategias para que fuera divertido para niños y adultos, pero que además fuera bonito para los chicos”, añadió.
Entre los artistas invitados estuvo Anakena, cuyo vocalista Mikel Maury es egresado del colegio, Reggi El Auténtico y Jonathan Moly. “A ellos los teníamos siempre a la vista”, destacó el estudiante quien explicó que a los colegios invitados, por su parte, tuvieron que escogerlos por sorteo.
Una tradición
“Las gaitas para el colegio es tradición, compartir con otros colegios de Caracas, es cultura, es pedir la bendición a la Virgen de la Chinita. El festival es la antesala para la celebración de la Navidad, es el encuentro, compartir. Es la superación también del trabajo en equipo que tienen los muchachos para preparar cada año las gaitas”, señaló Daniel Figuera, padre rector.
El sacerdote jesuita destacó que el colegio tiene 100 años de tradición y de formación de liderazgo con sensibilidad social. “Los jóvenes tienen un papel muy importante en todas las actividades que tiene el colegio. Presentamos este gran evento que reúne a los colegios de la ciudad y también ofrece un espectáculo de entretenimiento de encuentro, de compartir, de alegría, de fiesta donde todos son bienvenidos”, afirmó.
Las gaitas son para el colegio San Ignacio, continuó Figuera, un encuentro donde toda Caracas se reúne para poder expresar la cultura y el amor por el género. “Son 27 años realizando el festival. Comenzó de una manera sencilla, interna. Hoy en día es un espectáculo muy grande que mueve a muchas personas y en el que participa mucha gente. Eso implica una gran responsabilidad, un gran compromiso, pero también una gran satisfacción. Lo que hicimos hoy fue posible gracias al esfuerzo de todos y estamos orgullosos porque vencimos todas las dificultades que se nos presentaron por la pandemia. El colegio busca mantener la cultura y la identidad venezolana y gaitera. Aspira y espera, sueña con seguir siendo un lugar de encuentro de los colegios para compartir el amor por la gaita”, concluyó.
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