Llegamos a la significativa fecha de los primeros 100 días del gobierno de Petro, esta fecha se suele utilizar por los analistas para hacer como un termómetro del inicio de la acción gubernamental, como indicio de lo que será el resto del período, algo así de como dice la expresión popular “como va el desayuno, será el almuerzo”. Resumamos pues este termómetro en dos palabras: caos radical.
En efecto algo se le debe alabar a Petro: su coherencia. Él ha sido marxista toda la vida y está tratando de aplicar el marxismo a su obra de gobierno. Petro ha sido coherente en su actuación como primer presidente de izquierda en Colombia. Planteó un programa de gobierno radical y lo está tratando de ejecutar. Ha sido coherente en la selección de su gabinete, al contrario de Santos que traicionó a su mentor Uribe y desde la designación del gabinete gobernó en contra de lo prometido. Y Duque, que hizo lo mismo, pero más sutilmente. Gobernó sin cumplir su mandato de enfrentarse al narcoterrorismo, más bien cogobernando con él y en su equipo de gobierno prácticamente no hubo participación del uribismo, que fue el que lo eligió. Igualmente de incoherentes son los partidos Conservador y Liberal, que han demostrado no tener ninguna ideología, ni mucho menos principios, son mercaderes de la política, que están por un plato de lentejas haciendo que Petro pueda hacer un gobierno socialista, de paso acabándolos como entidad política, pues la implementación de su programa, especialmente la reforma política, los aniquila.
Petro ha designado un gobierno de izquierda, sus más notables ministros son activistas del progresismo de izquierda, o figuras de la centroizquierda, pero con posiciones blandas frente al socialismo del siglo XXI. Ocampo, quien figura como moderado y ha sido el baluarte a presentar ante los mercados y la opinión pública, ciertamente es significativo por no ser un ministro que sea antimercado, y eso le ha dado puntos positivos a Petro, al no pretender desde el inicio imponer el modelo económico del socialismo del siglo XXI, pero igual es un proponente de la escuela poskeynesiana, que propugna un Estado gigantesco, con déficits públicos inmensos, sin importar la ortodoxia fiscal, regla de una política económica sensata. Ocampo ya hizo su labor: logra una reforma tributaria expropiatoria, que le dará a Petro gigantes recursos para poder adentrarse en el populismo hasta desmesurado, lo cual es una puerta al socialismo que se impone por vía de dependencia de la población al Estado, el cual ha terminado abusando del poder e imponiendo dictaduras. El canciller Leyva sería en realidad un personaje FARC y su meta podría ser la instauración de un narcoestado gobernado por Cuba (a través del Cartel de los Soles, las FARC y el ELN). El ministro de Justicia, cuota liberal, por lo tanto, no de la izquierda radical, en realidad está haciendo la política propia de esta: laxa en extremo frente al crimen, lo cual -en general- siempre ha llevado a un aumento grande de la inseguridad, creándose la anarquía propicia al fortalecimiento del socialismo del siglo XXI. El resto de ministros (salvo la significativa excepción de Gaviria, quien está como Shakira, ciego, sordo y mudo y por lo tanto inactivo) está implementando el “programa progresista” del ideario marxista, y entonces, de hecho, se estaría implementando una política basada en el marxismo cultural y el ecologismo radical.
Lo importante a señalar es el ideario de Petro, quien ha sido muy claro y explícito en esbozarlo. Ello desde su discurso en la ONU, en donde hizo claro un doble fundamento de su gobierno: permisivo con la droga y enemigo del sustento económico actual del país, i.e, los hidrocarburos, con su “¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo?”. Sostenemos que esa política de decrecimiento a través de la debilitación de la industria petrolera se estaría imponiendo, pues ese es su ideario ideológico, con rectificaciones y simulaciones de moderación iniciales. A la larga estaríamos viendo que ese sería el destino de Colombia: pauperización generalizada de la población para hacerla dependiente del estado. Ese es el objetivo del socialismo del siglo XXI.
Petro repite en su declaración del ideario ideológico radical, esta vez en la cumbre de Egipto, en la cual declaró su decálogo de acción para Colombia y el mundo (pues se reviste de una figura mesiánica universal). En este decálogo insiste -sin ambigüedades- en plantear una vía radical, con algunos puntos de retórica idealista y sin contenido más que simbólico, otros si son muy significativos (y… peligrosos), a saber:1) Petro se reafirma en la línea de la “locura verde” que postula el decrecimiento, lo cual genera consecuencias negativas irremediables. 2) reafirma su convicción antimercado. 3) expresa su trasfondo radical y su oposición a los hidrocarburos. 4) dejó claro su posición radical proclive a un Estado socialista con una economía buscadora del decrecimiento a base de la paralización de la industria de hidrocarburos.
Está claro pues que el núcleo de la ideología de Petro es el anticapitalismo. No hay otro planteamiento económico que la ruta del socialismo del siglo XXI: el decrecimiento como vía para el empobrecimiento de la población para hacerla dependiente del estado, fundamento de la instauración del régimen autoritario que caracteriza a esa ideología.
El otro vértice angular de la acción gubernamental de Petro es la “Paz Total”, que no parece ser otra cosa que darles impunidad absoluta a los narcoterroristas tanto del ELN, como de las disidencias de las FARC, a los que él suma todo cartel de narcos puros y hasta en un proceso paralelo, al de estos “grupos políticos”, a toda banda criminal. Esto no traería sino la creación de la anarquía a través del incremento de la inseguridad, lo cual llevará a la anomia colectiva de un Estado desarticulado por la violencia organizada, como en Venezuela. Esto lo logrará Petro por medio de un acuerdo de paz todavía más permisivo que el que le dio el país a las FARC creando la dictadura del Farcsantismo (a través del desconocimiento de la voluntad popular expresada en plebiscito). Tan radical es esta política de paz, que el negociador de la entrega del país a las FARC, Humberto de la Calle lo critica… ¡Válgame Dios!
Esta “Paz Total” como cuando Santos anunció los pagos por sustitución de coca, también ha servido de incentivo para un aumento sostenido de la criminalidad, al saberse protegidos por una futura impunidad, caso de la continuación del vandalismo por la “primera línea” y el incremento de asesinatos de líderes sociales (35 en 90 días), con el agravante de un vergonzante silencio gubernamental, y sobre todo del presidente, que a cada asesinato de un líder social en el gobierno de Duque tuiteaba responsabilizando al presidente del “genocidio”.
En conclusión, Petro lleva Colombia al precipicio con la “Paz Total”, que es impunidad para la criminalidad para instaurar la anarquía y con el empobrecimiento de la población por medio del decrecimiento y el populismo socialistas, ambas políticas bases de la dictadura del socialismo del siglo XXI.
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