Nos hemos convertido en un pueblo entristecido, apesadumbrado e infeliz. Por doquier, hay un cuadro depresivo: en los hogares, los empleos tan duramente sostenidos o el desempleado que no atisba una mínima solución a corto plazo, sin mencionar los medios públicos de transporte. Un amigo comentaba días atrás que los clubes recreacionales, incluso, los de larga tradición, se han visto afectados porque cuesta cumplir con las cuotas de mantenimiento y, además, no es fácil vender una acción en un mercado despedazado, excepto que se trate de enchufados que son capaces de pagar el doble o el triple del precio mientras más fama y prestigio tenga ese club. Pero eso constituye una excepción. Y todos sabemos cuán cara es la recreación en este país, porque solo van a los conciertos, los poliedrazos y los eventos afines aquellos que pueden pagar las entradas y, faltando poco, con todos sus llenos, pesan sobre estos espectáculos fuertes sospechas al contrastar con una Venezuela de una mayoritaria población que está pasando trabajo, con viviendas tan deterioradas que ya no son fáciles de reparar, carros viejos chupa dólares y una nevera vacía, que cuando sirve es difícil de arreglar por los costos del técnico que cobra por revisarla y, si acaso, después remendarla.
A todos nos duele Las Tejerías, la crecida de los ríos y los deslaves en mi estado Mérida, el derrumbe de las casas del 23 de Enero en Caracas, el alud del municipio Sotillo de Anzoátegui que dejó sin techo a muchas familias, o lo más, recientemente, acontecido en la carretera vieja de Caracas-La Guaira. No hay cordón sanitario, no hay reubicaciones, etc., etc. Y es muy lógico que se transmita un poderoso y generalizado sentimiento de pesimismo, amilanamiento y humillación. A esto se suma que falta poco para el tiempo de Adviento, para la Navidad que todo cristiano –sea o no practicante– siente en el alma, no esa Navidad por decreto de Nicolás Maduro que la próxima vez comenzará desde julio o agosto tratando de distraernos con regalitos. Hay familiares y amigos muy cercanos fuera del país que a duras penas pueden enviar una remesa, enviar plata difícil también de cambiar, padres muy enfermos, prácticamente resignados a morir sin ver más ni siquiera a los nietos. Eso pega, pega demasiado para el que está en el exterior y oye “Faltan cinco pa’ las doce” o “Yo no olvido el Año Viejo”, como le pega al que acá se queda y ya no puede pagar datos para ver las veces que desee a sus muchachos, porque Internet siempre falla o nunca hay servicio.
Cada alcalde está en el deber de crear una realidad artificial y no hay avenida, plaza o edificio que no disfracen con un motivo navideño, full de luces bien encendidas aunque no haya servicio eléctrico en las casas. Además, es la lógica del sistema, se convierte en un negocio para los más poderosos. Hay quienes monopolizan la importación de esos motivos navideños, de modo que tampoco es que cada autoridad se las apañe y compre a otro proveedor. Hasta en materia de decoración navideña, esos negocios tienen nombre y apellido, como me refirió otro amigo en Puerto Ordaz. No obstante, a sabiendas de la situación, así no lo crean una tarea política, los partidos de oposición real están en el deber de contrarrestarla, producir una perspectiva de espera y recuperar la confianza donde el régimen la ha reducido.
No proponemos que, así como el régimen ha creado una masiva ilusión óptica, al mostrarle al pueblo una falsa prosperidad, la de su minoría que sirve para el mito de que aquí todo se ha arreglado, la oposición real se disponga a crear la suya, mintiéndole también a la población. No. Eso no lo deseamos. Pero nos parece urgente, necesario e indispensable que los psicólogos sociales y los clínicos de las entidades opositoras, militantes o afines a ella, elaboren un plan de inmediata ejecución para recuperar –precisamente– las ganas de vivir, el optimismo, la confianza, la solidaridad cada vez más activa, que permita sacar las fuerzas espirituales necesarias para avanzar ahora, en este período navideño, contrarrestando al régimen, y comenzar desde diciembre la celebración de unas elecciones primarias convincentes, armados del coraje que nace de la más amplia coincidencia para continuar en nuestra tarea cívica de resistencia.
Salvando las distancias históricas, Pérez Jiménez ganó la estafa plebiscitaria de diciembre de 1957 y todo parecía imposible ante una dictadura tan política y militarmente blindada, sabiendo lo que pasó a la vuelta de la esquina. Lejos de amilanarse, la Junta Patriótica mantuvo la moral de la población en alto, supo orientarla y, dentro del realismo, la defendió del triunfalismo oficialista. Mutatis mutandi, la oposición tiene hoy una responsabilidad –digamos– psicológica de conducción política pendiente ante el período navideño. Por más de veinte años hemos insistido, resistido y persistido en la necesidad de la verdad y una mejor forma de vida. Unas navidades adelantadas para mentirle a la ciudadanía en pleno y una naturaleza contra el país no son las mejores condiciones para unas elecciones de ningún tipo que determinen la elección de un candidato de consenso, que realmente no es, porque muchos quedarán a dibujo libre. La oposición, como ya dije, necesita mostrar las cartas de la verdad y ponerlas sobre la mesa.
@freddyamarcano
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