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¿Y los intelectuales?

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Foto: Jonidel Mendoza, de la serie Píxeles

Uso el término de “intelectuales”, que puede complejizarse a voluntad, en el sentido más usual, en el que usted utiliza ordinariamente. Es innegable que en la Venezuela presente reina el silencio más absoluto en lo que a política se refiere. Seguramente es propio de dictaduras; pero en casi todas, también hay que decirlo, existen variados movimientos de resistencia, más o menos sonoros. Aquí, salvo muy escasas excepciones, ni los políticos suelen decir mucho y, curioso, los partidos opositores menos. Y la verdad que algo se puede protestar, limitadamente de acuerdo. Pero a otra cosa, esta es sabida.

Dentro de ese silencio, “larga noche de piedra”, hay un silencio muy particular, el de los intelectuales. Peculiar porque su oficio es decir, de variadas maneras, expresar. Y expresar lo menos visible, lo más hondo de lo que acontece en este complicado y enigmático mundo. Y yo no creo que nada más profundo existe en este país, sin olvidar las gravísimas enfermedades que amenazan el planeta, que la penuria, la humillación, la migración, la violación de los derechos a que nos somete la dictadura. De manera que, sobre ella, contra ella, deberían decir aquellos cuyo oficio es decir. Y no abogo por ninguna estética ni ningún pensamiento en especial, ni tampoco pido que no se le suministre algo a las profundidades del alma cuando ella solicita medicamentos o cosméticos o cuando quiere volar contra los vientos huracanados del existir y el morir.

Salvo unos cuantos solitarios que se ocupan del tema en artículos periódicos y unos poquísimos libros, el resto hace más o menos lo que siempre hecho. Ocuparse de su notable y amada subjetividad y ponerla en versos herméticos o pinturas posmodernas o crucigramas filosóficos, que nada tienen de malo y pueden tener mucho de bueno, pero a su hora y en su lugar. De resto nada se intenta para manifestar repudio al despotismo, aunque eso no tumbe gobierno, de manera incisiva e intencionada. Mucho menos acciones colectivas. Que yo recuerde esta última fue cosa de principios de este via crucis político, a lo mejor para nada, a lo mejor para andar un poco más erguido, para hacer lo que se debe.

No pido tampoco obras que den cuenta, que develen, las esencias de la depravación nacional que hemos vivido. Tardan, el búho de Minerva solo canta al atardecer. Lo que se ha hecho en ese sentido es poco y poco significativo. Pero podemos apelar a expresiones más directas, expansivas o combativas. Incluso acciones mancomunadas. Y salir de una madriguera que no pinta bien: enfermizamente anticomunista, tratando de acabar con un cadáver, macartismo un siglo después; buscando el paraguas del mecenazgo ahora tan escaso y que tantas veces hace bien como contamina y doblega; apegados a la celebración y refractarios a la crítica. Y es de temer que esta cohabitación que ya vivimos nos abra puertas hacia los antros del poder, del Estado, ausente tanto tiempo y muchos inventarán lemas tan incontrovertibles como que todos somos venezolanos y nos toca nuestra parte. Ya verán, pregúntele al Sistema de Abreu cómo se hace.

O también podemos empezar siempre a combatir, a joder.

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