¿Señal de derrota o repliegue estratégico?. Tras días de rumores, el Ministerio de Defensa ruso confirmó que sus tropas han empezado a abandonar la región de Jersón en dirección a la orilla este del río Dnipro.
Aunque desde el gobierno ruso no utilizan la palabra «repliegue» sino que hablan de «maniobra en estricta conformidad con el plan acordado», la retirada de sus tropas de la principal conquista realizada hasta la fecha supone, a todas luces, «un humillante revés para los planes de Putin», como han asegurado numerosos analistas.
Jersón ha sido la única ciudad importante que Rusia ha logrado ocupar en el curso de la guerra y, como recuerda Andrei Goryanov, jefe de la oficina en Moscú de la BBC, quien se encuentra en el exilio, hace apenas un mes que el presidente Vladimir Putin proclamaba que este territorio se quedaría «para siempre» en Rusia.
Esta semana, sin embargo, las tropas rusas están abandonando la región con la aprobación del propio Putin.
Hasta ahora, la región había sido clave para la estrategia de Moscú.
Su ocupación permitió a Rusia tener un acceso terrestre desde el territorio continental hasta la península de Crimea, y pretendía hacer de punta de lanza hacia las ciudades occidentales de Odesa y Nikolaiev, con el objetivo de aislar de este modo a Ucrania del mar Negro.
Pero los avances militares ucranianos en el sur, y operaciones como las que consiguieron el hundimiento del Moskva, el buque insignia de la flota rusa en el mar Negro, han puesto de manifiesto las carencias y la mala preparación del ejército ruso.
Gracias a los misiles HIMARS, de fabricación estadounidense, las tropas ucranianas han logrado, además, destruir los puentes que comunican las dos orillas del río Dnipro, lo que ha cortado el suministro de municiones y avituallamiento para los soldados rusos.
«Las tropas rusas en Jersón se morirían de hambre si se quedaran allí más tiempo», asegura Goryanov, para quien la retirada «era inevitable y solo cuestión de tiempo».
Sin embargo, como explica el enviado especial de BBC en Ucrania, Jeremy Bowen, también es posible que, militarmente hablando, este repliegue sea la cosa «más sensata que han hecho los rusos desde el inicio de la guerra».
Abandonar la posición occidental de la ciudad, que es cada vez más insostenible, para reorganizarse al otro lado del río, complicaría una eventual ofensiva ucraniana, apunta Bowen.
El margen oriental del Dnipro está siendo fortificado, según diversas imágenes de satélite, que muestran cómo las tropas rusas han cavado más de 160 kilómetros de defensas a lo largo del río, desde la presa de Nova Kajovka hasta el mar Negro.
Rusia también estaría construyendo búnkeres de hormigón para defender esta orilla del río.
La prensa ucraniana ha comparado estas fortificaciones con el «Muro atlántico» que crearon los nazis para intentar frenar el desembarco de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha señalado que Rusia está sufriendo la presión, y ha calificado la retirada de «otra victoria» para los ucranianos.
Pero la retirada de las tropas no está exenta de peligros, como ha advertido Mijailo Podoliak, asesor del presidente ucraniano Volodimir Zelenski.
Para empezar, es posible que las fuerzas rusas hayan minado la ciudad y colocado bombas-trampa para cuando las tropas ucranianas entren en el territorio.
Al abandonar la orilla occidental del río, de donde han «evacuado», muchas veces por la fuerza, a un gran número de civiles, Rusia podría, según Podoliak, bombardear ahora Jersón sin piedad.
Además, como recuerda el asesor, cada vez que Rusia ha sufrido un revés militar, su respuesta ha sido castigar aún más a la población, por lo que podrían esperarse más ataques con misiles y drones para hacer que el invierno sea lo más miserable posible para los ucranianos.
El miércoles, Zelenski aseguró que estaban avanzando «con mucho cuidado, sin emociones, sin riesgos innecesarios, con el objetivo de liberar toda nuestra tierra para que las pérdidas sean lo más pequeñas posible».
Por el momento, el ejército ucraniano no ha querido «negar ni confirmar» la retirada de las tropas rusas, aunque aseguran que siguen haciendo avances en el sur.
En las últimas horas han recuperado la ciudad clave de Snigurivka, a unos 50 km al norte de Jersón, que es un importante nudo de comunicaciones ferroviarias para Nikolaiev.
También se han producido avances en la orilla occidental del Dnipro hacia Berislav. En total, se han recuperado 264 km2 de territorio, según Valerii Zaluzhnyi, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas.
Jersón, que antes de la guerra contaba con una población de 380.000 personas, «es la puerta a Crimea», explica a la BBC Marina Miron, investigadora de estudios de defensa en el Kings College de Londres. «Recuperarla podría facilitar el camino para reconquistar Crimea, algo que Ucrania busca conseguir en esta guerra».
La retirada de Jersón tiene, según Andrei Goryanov, «un enorme impacto militar, simbólico y político».
Junto al efecto desmoralizador que supone esta derrota para las tropas rusas, el repliegue de Jersón y la construcción de una nueva línea de defensa para protegerse de un eventual ataque a la península de Crimea, cambia el rumbo del conflicto: a partir de ahora, este se convierte en una guerra defensiva para Rusia.
A nivel simbólico, Jersón supone también un fracaso para Moscú: tras 8 meses de guerra, no han logrado demostrar resultados significativos.
Pero el impacto político es, según el corresponsal ruso de la BBC, mucho más severo. «El régimen de Putin se basa en la idea de Rusia como una superpotencia. La derrota significativa en el campo de batalla a manos de un país mucho más pequeño pone toda esta idea en cuestión», explica Goryanov.
Como consecuencia, el presidente ruso está recibiendo críticas del ala más dura del régimen y, cada vez más, la palabra «negociaciones» se escucha con más frecuencia en el vocabulario ruso.
Ucrania, por su parte, ya ha dicho que no está dispuesta a negociar hasta que Rusia se retire de todos los territorios ocupados y pague indemnizaciones.
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