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Guerra y paz en Sin novedad en el frente

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Sin novedad en el frente expone la vigencia rotunda del género bélico, para abogar por la paz en el contexto de la injusta guerra contra Ucrania.

La película tiene así su lugar asegurado en la temporada de premios, en la historia de un género nacido de las trincheras infernales del siglo XX y redefinido por las sensibilidades de la tecnología de punta del milenio, mediante un guion de orfebre que sí justifica los cinco puntos de giro. Atención porque el último es el colmo de la demencia bélica, de la injusticia y la locura que caracterizó a la Primera Guerra Mundial.

Emulando al Coppola de Apocalipsis Now, la cinta se propone no como una reconstrucción idealizada y desangelada de una conflagración, sino como una inmersión subjetiva en la Primera Guerra Mundial, remodelándola a partir de las influencias estéticas de los video games, pero sobre todo a la luz de homenajes a obras maestras de la talla de La Delgada Línea Roja y El Hijo de Saul.

Del filme de Terrence Malick, la joya alemana recupera el sentido místico, humanista y panteísta de unos seres devorados por la belleza de una naturaleza muerta y salvaje.

La fotografía resulta un mix prodigioso entre las paletas de Storaro, el Chivo Lubezki, la cámara espectral de Tarkovsky en el retrato de unos bosques hermosos y desolados, cuyas imágenes revelan parte del conflicto del subtexto.

Poesía con composición de pintura tenebrista

Hombres capaces de soñar romances con carteles de espectáculos, de sonreír, de planear el robo de un ganso, de compartir un bollo de pan, de leerse cartas y deslizar anécdotas, para sentirse vivos, frente a la amenaza real de morir por una bala perdida en cualquier instante.

Además, Sin novedad en el frente representa la crudeza de los campos de batalla, con una acción documental que haría sentir orgullo al Spielberg de Salvar al Soldado Ryan.

Por si fuera poco, el milagro de Sin novedad en el frente resucita el desencanto épico de Kubrick, frente al fracaso moderno de la guerra, rindiéndole tributo a su mirada oscurísima de los altos mandos militares en Senderos de Gloria y Full Metal Jacket, con una paleta de colores tranquilamente influida por los matices de Barry Lindon, amén de su juego de tronos, de la terrible división del trabajo en la escala y en la rueda castrense, donde los chicos inocentes son carne de cañón de los intereses de una élite, mientras los generales comen y beben bien en su laberinto de la soledad, demasiado pagados de sí mismos, sordos ante el dolor de los demás, incapaces de aceptar su fiasco estratégico y moral.

Prefieren lanzar a la infantería a una cruzada inútil, antes que renunciar, abdicar y reconocer el absurdo de su campaña.

¿Les suena familiar a los venezolanos? No duden por un minuto comparar con la prepotencia de los coroneles y comandantes que nos desgobiernan, de espaldas a las cortes internacionales, empecinados en imponer un proyecto desfasado, impopular y vencido.

Surge la toma de conciencia alemana, como una alternativa y llamado de atención, recordándonos el origen del odio y de las ideas fascistas del populismo que ahora renace en el mundo, por desgracia.

Tienen un reflejo y un espejo en el montaje fantasmal y monstruoso de Sin novedad en el frente, la que hasta ahora se erige en la película del año, no necesariamente porque arrope u opaque en calidad a la gran cantidad de películas buenas que se han estrenado en 2022, sino por su urgente contenido como documento en contra de la guerra, de la intolerancia y de los insólitos nacionalismos que hoy se aglutinan en las agendas de los países del planeta.

Un patriotismo tóxico que solo trae sangre, sudor y lágrimas, para devenir en el ascenso de tragedias como el holocausto.

No se puede olvidar que la derrota militar de la primera guerra, será el terreno que instrumentará el nazismo para reinar sobre las cenizas de una nación noble, pero atormentada por su revés. Una sociedad inteligente que decidió fracasar, como tantas otras, de pronto como Venezuela.

Así que bienvenida la advertencia de Sin novedad en el frente, una cinta que refrenda la metáfora de Gabinete del Doctor Caligari, al manifestar que un estado controlado por señores de las sombras, puede llegar a manipular la mente de los ciudadanos, para cometer crímenes y sumir a un país en un régimen de pesadillas, de horrores, de distopías.

Inolvidable el papel principal, el rostro de aquel protagonista que intenta cumplir su misión, con el mejor talante, pero para el que el plano de la glorificación heroica queda totalmente abolido, pues es inmoral. Es una mentira fabricada, a veces, por Hollywood.

La verdad es el desenlace de Sin novedad en el frente, no un final feliz consolador como en 1917.

Ergo, la verdad es el Darién, no el pan y circo de la temporada de conciertos en Venezuela.

Ni hablar de la música de la película.

Un largometraje perfecto, muy por encima del nivel del Oscar.

Mi respeto y mi admiración por el cine alemán, que cada cierto tiempo nos enseña del porqué de su historia, de su trascendencia, de su memoria.

Una película que se suma a la lista de honor de El Tambor de Hojalata, La Caída y La Vida de los otros.

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