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Miradas sobre el mundo: habla Oriana Reyes

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Por NELSON RIVERA

—La pandemia, la debacle económica, la invasión de Rusia a Ucrania, además de otras noticias de repercusión negativa, han oscurecido la perspectiva planetaria. ¿Se ha sentido afectada, amenazada de algún modo?

—La incertidumbre ha sido para mí la afección primera y constante ante los hechos mencionados, preguntarme frente a eventos de dimensión mundial, con todo el egoísmo que pueda cargar la pregunta: “¿cómo me afectará esto a mí?” y conseguir que no tengo ninguna respuesta clara, mucho peor si se le suma la pregunta de qué haré para lidiar con aquello que ni siquiera logro precisar.

No puedo saber con exactitud si muchas circunstancias en mi día se están sucediendo como consecuencia colateral de la pandemia o del bloqueo de Rusia a todo país que no lo ha secundado en su invasión o de la debacle económica nacional y mundial, pero sí puedo decir que de esos hechos la incertidumbre es una consecuencia que en mí puedo reconocer plenamente y con la que procuro mediar para avanzar.

—Una ola de rabia se está expresando en el espacio público, de muchas maneras. Violencias, reacciones políticas, envilecimiento de los discursos. ¿Constituye un peligro la política dictada por el afán de castigo o ella pueda ser una fuerza de cambio no destructivo?

—No creo en la fuerza de cambio del castigo ni en buenas intenciones de cambios labrados a la fuerza. Me parece que la ola de rabia es de larga data y que la política del castigo le ha ido ampliando el trayecto, ahora, a sus maneras se le suma el linchamiento por redes sociales, pero la bestialidad primigenia seguramente sigue intacta.

—Importantes autores que demuestran con estadísticas que las cosas en el mundo están hoy mejor que hace unas décadas. Al mismo tiempo, estamos en presencia de un extendido malestar. ¿Podría comentar estos dos hechos? ¿Son contradictorios?

—Quizás que el malestar general se mantenga aún y cuando haya estadísticas que apunten a que estamos mejor que hace unas décadas es indicio de que sigue faltando mucho por hacer y que tenemos que seguir trabajando y pensando para generar cambios. Me parece que la necesidad de que las cosas mejoren debe mantenerse siempre, incluso cuando estemos mejor en relación con décadas pasadas, si no, creo que difícilmente pudiesen ocurrir cambios. Reconocer y celebrar lo conseguido es un bien necesario, pero creo que sentirse incómodo con lo que aún no se alcanza es la única forma de moverse y cambiar algo, la cuestión está en que es mucho más placentero celebrar y en que para distraer la incomodidad no hace falta inventar tanto.

—Se dice: hemos ingresado en un mundo en transición (revolución digital; cultura de las reivindicaciones; cambio climático). ¿Percibe el cambio? ¿Logra verlo o palparlo en el ámbito de su actividad?

—Pienso, por ejemplo, en el Internet tal cual como es ahora, en la amplitud de posibilidades que ha supuesto. Pienso también que, como decía antes, el Internet ha servido, a su vez, para crear nuevas formas de violencia y para reproducir en el menor tiempo y con el mayor alcance las mismas bestialidades de antaño. Por otro lado, el cambio climático demanda transformaciones en nuestros modos de vida con una rapidez a la que difícilmente podamos seguirle el paso. Con esto lo que quiero decir es que supongo que el mundo atraviesa un proceso importante de cambios en cuanto a nuevas tecnologías y a condiciones naturales se refiere, pero con los mismos problemas humanos de siempre.

—El reclamo de que debemos conocer nuestro pasado para caminar hacia el futuro es cada vez más persistente. ¿Es posible encontrar en la historia pistas o respuestas para un futuro que, en muchos aspectos, es inédito?

—Creo que, en definitiva, una manera eficaz de pensarnos es husmeando en las historias del pasado. Hay muchas posturas posibles frente al pasado, creo, y él se adhiere a nosotros según la forma en la que decidamos abordarlo. Desde el rencor cargamos con el pasado como si de un parásito se tratara, me parece, pero quizás con algo de ingenio podemos mediar otras relaciones con el pasado que permitan articularlo a nuestro testimonio presente y no llevarlo a rastras. Una alternativa para articular pasado y presente quizás pueda ser imaginando posibles futuros, porque así nos movemos a buscar otras maneras de hacer las cosas que se distingan del pasado, o que le hagan justicia, o que reproduzcan lo que valga la pena de este.

—¿Se plantea preguntas sobre el futuro o sobre su futuro? ¿Por ejemplo?

—Pienso en mi futuro, a ratos de forma incómoda, a ratos con el mayor miedo que se puede, a ratos con esperanza. En cualquiera de esos momentos creo que interviene, precisamente, mi perspectiva sobre el pasado y mi control de la incertidumbre por el presente y el futuro. Cuando me entrego a ser chupada por el parásito-pasado, esto es, cuando mi ánimo solo me permite señalarlo como culpable de las dificultades diarias, difícilmente encuentro salidas para avanzar en lo que sea que tenga que hacer, porque espero algo imposible: la absolución de mi presente desde el pasado. El futuro en ese estado se me hace pesado y horrible. También hay días en los que puedo imaginar formas amables en el futuro y lo cotidiano entonces tiene sentido. Creo que las preguntas habituales sobre el futuro para mí son de las más simples: ¿cómo será? ¿Se parecerá a lo que deseo que sea mi vida?

—Vivimos un tiempo de exhibiciones y exhibicionistas. Todo sirve para mostrarse. ¿Le inquieta esta proliferación narcisista? ¿Constituye un peligro para el orden democrático?

—Me parece que siempre hemos sentido la necesidad de mostrarnos, que ese afán narcisista está en todos y que, precisamente, mirarnos en un espejo es el gesto más inocente en que se manifiesta ese deseo, porque nos exhibimos a nosotros mismos, por la razón que sea. No juzgo esa necesidad. Me puede inquietar, sí, la manera uniformada de mostrarse a la que puede llevar amoldarnos cabalmente a los formatos de las plataformas creadas con ese fin, pero eso es ya cuestión de gustos. Iba a decir que quizás me gustan formas más discretas de mostrarse, como escribir, pero pensándolo mejor encuentro que en ocasiones un poema puede resultar más exhibicionista, o tener una forma mucho más contundente de mostrar, que cualquier foto publicada en Instagram. Así que creo que en el afán de mostrarse no consigo ningún peligro, en cambio sí lo percibo en las formas monótonas de hacerlo.

—Hábleme de lo que le gustaría aprender. De lo que todavía no sabe. De sus aspiraciones espirituales o de conocimiento.

—Creo que entre las cosas que más me interesa aprender, y por eso decidí estudiar Letras, está todo lo necesario para leer con sentido crítico. Pronto terminaré la carrera y aunque he aprendido mucho creo que apenas empiezo a asomarme a lo que quiero conseguir. También tengo intereses creativos, así que espero seguir dedicando parte de mi tiempo a aprender lo necesario para avanzar en mi escritura. Por otro lado, vivir sin dañar a otros, de la forma que sea, es una búsqueda que me interesa.

—Si le digo la palabra Maestro, ¿en quién piensa? ¿Hay un Maestro al que quisiera expresar su reconocimiento. ¿Por qué?

—Veo como Maestro a todo aquel que me enseña alguna cosa importante o necesaria en mi vida. Encuentro Maestras y Maestros en mi familia, en la Universidad, en mi casa mientras cocinamos, en la calle, en los textos que leo. Con los niños aprendo y me río mucho, quizás son mis maestros favoritos. A todos les agradezco.

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