El título del capítulo 11 se titula “El poder se degrada. ¿Y eso qué importa?, ¿qué podemos hacer?”. Me refiero al libro de Moisés Naím titulado El fin del poder (2014).
El capítulo en cuestión propone una serie de cinco acciones para cambiar la manera en que pensamos sobre el poder: 1) hay que salir del ascensor, 2) es preciso hacerles la vida más difícil a los terribles simplificadores, 3) devolver la confianza, 4) fortalecer los partidos políticos, y finalmente, 5) aumentar la participación política. Las dos últimas bien cuesta arriba en Venezuela porque, dado que no hay democracia, los partidos políticos son una farsa, a menos, claro, que tales partidos se transformen en los motores de la resistencia, cosa que no termina de suceder en virtud del cálculo político.
En este artículo escribiré sobre la segunda acción relacionada con los terribles simplificadores: los demagogos, los charlatanes y los vendedores de pociones mágicas (Naím dixit), a quienes y en virtud de la degradación del poder, les es más fácil el acceso al mismo. Para Naím, el poder degradado debe ser parte de nuestras conversaciones diarias en todo ámbito. Ahora bien, ¿cómo hacer, en lo operativo, para que tales conversaciones sean realmente efectivas?
Sin querer queriendo, la respuesta nos la da Bill Gates con la recomendación de lectura del libro Plenitud de hechos: 10 razones por las que estamos equivocados sobre el mundo y por qué las cosas son mejores de lo que pensamos (en inglés: Factfulness: Ten Reasons We Are Wrong About The World And Why Things Are Better Than You Think), escrito por Hans Rosling, quien falleció en 2017, a los 69 años de edad, y fue PhD, médico sueco, profesor de Salud internacional en el Karolinska Institutet y director de la Foundation Gapminder que tiene como objetivo explícito que no seamos ignorantes en cuanto al mundo y a lo que él contiene. Además, Rosling fue quien dio los primeros y decisivos pasos que impidieron que la epidemia de ébola de 2014 se propagara al resto del mundo. El libro completo se consigue fácilmente en Internet, pero en inglés por los momentos, porque es de reciente aparición.
Según Rosling, el cerebro humano es un producto de millones de años de evolución, y estamos programados con instintos que ayudaron a nuestros antepasados a sobrevivir en pequeños grupos de cazadores y recolectores. Los cerebros muy a menudo saltan a conclusiones rápidas sin mucho análisis, lo cual, y en aquel mundo, nos ayudaba a evitar peligros inmediatos. Hoy en día nos siguen interesando los chismes y las historias dramáticas, que solían ser la única fuente útil de noticias e información: seguimos siendo consumidores de drama.
Rosling argumenta que todavía necesitamos esos instintos dramáticos para dar sentido a nuestro mundo y para ayudarnos en el día a día. Si seleccionamos cada estímulo y analizamos cada posible decisión de manera racional, resultaría imposible vivir una vida normal. Sin embargo, tenemos que aprender a controlar nuestro consumo de drama. Sin tal control, nuestro apetito por lo dramático va demasiado lejos, nos impide ver el mundo tal como es y nos conduce terriblemente por mal camino.
El libro de Rosling constituye una invitación “operativa” a pensar distinto a través de la reconsideración de 10 instintos (las 10 razones) que contribuyen a crear la versión “sobredramatizada” del mundo. Esos 10 instintos son: la brecha, la negatividad, la línea recta (el instinto favorito de Henri Falcón), el miedo, el tamaño, la generalización, el destino, lo simple, la culpa (el segundo favorito de Falcón) y la urgencia.
Tal ha sido el impacto del libro de Rosling en el espíritu y el intelecto de un lector voraz como Gates, que este tomó la decisión de regalarlo a todo aquel que se gradúe en Estados Unidos este año de 2018. El magnate explica en su blog que Factfulness es el libro perfecto para alentar a los nuevos graduados a “aprender a pensar y actuar con objetividad”. Incluso ha llegado a decir que “el mundo sería un lugar mejor si, literalmente, millones de personas leyeran el libro”.
Reconsiderar esos 10 instintos es una de las herramientas que necesitamos para seguir resistiendo: pensar y actuar con objetividad para desbaratar el discurso de los terribles simplificadores que nos gobiernan y de los vendedores de pociones mágicas que, en virtud de la degradación del poder, aspiran a tenerlo.
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