El triunfo de Lula da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil del pasado domingo requiere de una cuidadosa lectura acerca de los pasos que puede dar en razón de una serie evidente de factores que lo limitan extraordinariamente, tanto a nivel interior como a nivel exterior y que pueden sin dudar determinar el inicio de contundentes y tal vez fulminantes crisis políticas dentro de dos meses, cuando le toque asumir la presidencia.
En primer lugar, no puede olvidar que su rival político, que tiene una posición extremadamente belicosa y confrontaciones, sacó 49% de los votos y además ganó las instancias legislativa nacional, así como las gobernaciones más importantes, lo que puede derivar en una oposición tan combativa como la que enfrenta el presidente Castillo en Perú, donde no ha habido un día de paz ni sosiego con el Poder Ejecutivo.
Si esto no fuera poco obstáculo en el futuro gobierno, hay que recordar que a diferencia del pasado, la coalición de partidos políticos, formados para ganar la presidencia, fue formada por partidos de centro y hasta de derecha moderada que van a tener una cantidad de cargos y asuntos en la agenda de gobierno, desproporcionada a su peso electoral, pues el Partido de los Trabajadores no puede perder diputados, alcaldes o gobernadores, por falta de complacencias políticas de corte clientelar, para enfrentar el peso del bolsonarismo.
A esta situación se debe agregar el hecho de que no estamos en el período de las “vacas gordas” que caracterizaron el primer gobierno de Lula, donde el crecimiento económico fue de tal nivel, debido a un boom de los precios de las materias primas, que llevó a Brasil a solicitar y obtener la organización y realización muy exitosa de mundiales de fútbol y Juegos Olímpicos.
La formulación, ejecución e instalación de antiguos programas sociales, que atiendan decenas de millones de brasileños, tiene un costo financiero, que es absolutamente necesario, por razones humanitarias que se explican por sí misma, pero que deberá combinar con una serie de políticas empresariales, que son del agrado de la mitad del país, más los que están dentro de la coalición de Lula, por lo cual tendrá que hacer una serie de malabarismos económicos, combinados con los indispensables planes sociales para rescatar a las amplias masas de ciudadanos necesitados de planes de atención estatal.
Pero tal vez, el mayor desafío y el más peligroso para el futuro presidente Lula da Silva, se relaciona con la política exterior de Brasil, donde enfrenta varias problemáticas, cuyo manejo es altamente delicado e implica enorme riesgos políticos.
Estos serían:
- El enfrentamiento de Occidente contra China y Rusia
La guerra de Ucrania ha desatado un conflicto que amenaza con volverse existencial entre las democracias desarrolladas de corte capitalistas, contra aquellos países que amenazan su seguridad nacional, con base en su posesión de materias primas, de la forma como la Federación Rusa está haciendo con el petróleo, gas natural y carbón, además de otros minerales muy específicos como el titanio, productos agrícolas como trigo, además de los fertilizantes, vitales para la agroindustria a gran escala, en muchos países, por lo cual el gobierno de Lula tiene complicadas opciones.
Durante el gobierno de Bolsonaro se aplicó una línea política de neutralidad, que prácticamente fue un cheque en blanco a los actos del gobierno de Vladimir Putin, donde incluso convirtieron al Mercosur en la única instancia suprarregional del mundo, donde no dejaron de dar un mensaje al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, a lo que hay que sumar que la posición del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), es de una neutralidad complaciente con la Federación Rusa, que ha sido seguida por otros países, considerados como potencias regionales como Turquía, Arabia Saudita, Indonesia, México, entre otros que están en una conducta de rechazar toda medida que perjudique política y económicamente a Rusia.
Las consecuencias globales, de una derrota militar y política de Rusia, en Ucrania, apuntaría en un final precipitado del gobierno de Vladimir Putin, así como un retroceso estratégico a gran escala de la Federación Rusa en los capos económicos, militar y político, que sería seguido, sin duda por un ajuste de cuentas con todos aquellos países que no apoyaron de un todo a la causa de la “Libertad e independencia de Ucrania”
2. La selva amazónica
La crisis generada por los cambios climatológicos globales hacen que Lula sea víctima de peticiones muy enérgicas de otros países de enfrentamiento con los sectores agrarios y madereros de Brasil, en aras de proteger a la selva amazónica, considerada un patrimonio vital de la humanidad y más concretamente el “pulmón verde del planeta”.
Por tales razones, será acosado por ambientalistas y no pocos presidentes legítimamente preocupados, por la defensa de dicha selva natural, en la medida que decenas de países están sufriendo sequías espantosas y otros inundaciones muy superiores a las anteriormente conocidas, por los cambios ambientales.
Su éxito o fracaso, dependerá de convertir esta problemática en una autentica “cruzada” global, que le permita obtener recursos financieros y apoyo político, para enfrentar los costos políticos internos.
3. El caso Venezuela
A pocos días de las elecciones de medio término en Estados Unidos, donde el Partido Republicano puede hacerse de ambas cámaras y con ello decidir el financiamiento o no de las políticas exteriores de Joe Biden, no cabe duda para Lula da Silva, considerado a nivel mundial como una referencia histórica de los movimientos de izquierda de los últimos 50 años en América Latina y el Mundo, que su posición frente al gobierno de Nicolás Maduro, le traerá consecuencias inevitables de cualquier lado, sin importar lo que decida hacer.
Apoyar al gobierno de Maduro, sin exigirle ningún tipo de cambio político, como hace México, le traerá un divorcio automático de la izquierda moderada y especialmente de los partidos políticos europeos de tendencia socialdemócrata, lo que haría un claro contraste con la conducta de Chile, donde el presidente Boric y la expresidenta Bachelet han condenado al gobierno de Maduro por denuncias de violaciones de derechos humanos, mientras que la reacción del Congreso estadounidense ante un futuro gobierno del Partido Republicano no será menor a una confrontación abierta.
Por tal razón, es muy importante que el próximo gobierno de Brasil mida cuáles son las políticas y cuáles son los “enemigos” que se buscará en un futuro cercano.
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