“Todos nos habíamos acostumbrado al sistema totalitario, lo habíamos aceptado como un hecho inalterable y, por tanto, contribuíamos a perpetuarlo. Dicho de otro modo, todos nosotros -si bien, naturalmente, en diferente grado- somos responsables del funcionamiento de la maquinaria totalitaria; nadie es sólo su víctima, todos somos partícipes también de su creación”. Vaclav Havel
La educación tiene como esencia la transformación del ser humano, con el propósito de lograr movilidad social y progresividad, pero también es la presa más codiciada de los sistemas totalitarios, pues les permite formar acólitos en lugar de ciudadanos; justamente en esa construcción alevosamente perversa del individuo, estriba la malignidad de todos los totalitarismos, deconstruyendo a la escuela, acallando a la diversidad e implantando un monólogo incuestionable, logran pues sus inconfesables planes de trocar a los ciudadanos que exigen derechos, por súbditos que obedecen órdenes.
En esta columna quiero hacer referencia a Margot Honecker, la poderosa maestra de púrpura cabellera, quien abordó desde el Ministerio de Educación de la República Democrática Alemana el proceso de formación de los súbditos de la RDA, haciendo del odio a la diversidad una premisa, y enseñando a obedecer por encima del cuestionamiento. Aquella hermosa joven, quince años menor que su marido Erich Honecker, dictaría las pautas no solo para educar a ciudadanos negados a la verdad ostensible y tangible del colapso de la Alemania del Este, sino que además sería el poder tras el poder, ya que ella, evidentemente más hábil que su esposo, se encargó no solo de desmantelar el sistema educativo e incendiarlo hasta sus cenizas, sino de manejar a la policía política del régimen, pues los miembros de la temida Staatssicherheit o Stasi, habían sido formados por un sistema educativo que engranaba con el odio, en el cual la enseñanza militar era obligatoria, así como el uso de armamento de guerra, y desde luego la defensa irracional del más primitivo ideal estalinista.
La temida bruja púrpura del Este, como la llamaban sus víctimas, fue una de las mujeres más poderosas del planeta. La joven de violácea cabellera era de facto la dueña y señora de toda la República Democrática Alemana, desde su burbuja de poder ubicada en el privilegiado enclave del Partido Socialista Unificado, SED, apodado por la ciudadanía en miseria como Volvogrado por la cantidad de automóviles de lujo que se aparcaban allí. Esta poderosa mujer manejaba los hilos de su pareja intelectualmente inferior a ella y logró un andamiaje perfecto entre el proceso de educar para el odio y la capacidad para espiar y tributar la irascibilidad, no en vano, el proceso de orientar, relacionado con el acto docente se convirtió en un proceso en el cual todos estaban bajo sospecha y en perpetua vigilancia, procurándose sus propios esbirros que tributaban a la ira, cual munchkins al servicio de la bruja púrpura del este, en una reedición cruel de la novela infantil El mago de Oz, escrita por L. Frank Baum.
La inflexible ministra de Educación, como buena socialista, padecía de inconsistencia y por ende vivía en un extático nivel de vida, propio de una emperatriz, Margot tenía directamente a más de 650 empleados a su cargo, la Frau absolutamente irreverente y muy poco manipulable, hizo de sus exclusivas burbujas paraísos de un lujo sibarítico, que resultaba obsceno al compararse con una población que debía anotarse en una lista para tener acceso a unos automóviles con carrocería plástica llamados Trabants (Trabis), de muy bajo costo y homogéneos en su muy carente estética, la vida de los otros era diametralmente opuesta a la opulenta manera de vivir de la Frau de violácea cabellera, pero la rigidez del poderoso sistema de propaganda en el cual mutó el sistema educativo, le permitió a la ministro de Educación obtener ciudadanos absolutamente mal construidos, obstinados en sus errores y tozudos en razonamiento al mejor estilo de la madre descrita en el filme Adiós Lenin.
La educación es una preciada arma política, la cual al ser empleada de manera alevosamente maligna, retrae los niveles de ciudadanía, independencia y libertad a meros vestigios que incluso pueden ser prescindibles y mutables hacia formas de obediencia ciega, de aceptación de meros comandos, con lo cual se socava de gnosis y el libre albedrío, el Ministerio de Educación de la RDA daba cuanta de esos planes, lograron copar las mentes para espiar, sospechar, odiar y servir de esbirros de la ira. Cuando el ominoso Muro de Berlín cayó bajo el peso de sus atropellos injusticias y muerte, Margot Honecker pedía bajo la iracundia contar con un panzer, un tanque alemán y evitar la reunificación. Su destino fue el destierro a Rusia, de donde fue deportado hacia Alemania Erich, su pareja marioneta del horror, quien fuera absuelto por encontrarse gravemente enfermo, reuniéndose en Chile, país que los recibió bajo la reciprocidad del presidente Patricio Aylwin quien reconociera que en la Alemania del Este se exiliaron muchos chilenos tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Margot Honecker vivió en el barrio de la Reina, un barrio acomodado, ubicado al este de Santiago de Chile, en donde sus vecinos la conocían como la Oma, (abuela en alemán), sin sospechar su pasado, la crueldad impuesta al sistema educativo de su desdichado país, sus formas de vida absolutamente opuestas a las de una sociedad sumida en la miseria y su absoluta convicción de que el modelo de la República Democrática Alemana, era un sistema preñado de buenas intenciones. Nadie jamás supo que siempre mantuvo consigo un revolver Browning en su bolsa, pues ella era la ira y sus esbirros tributaron siempre esa irascibilidad, propia del monólogo totalitario y único en horror, su rígido modelo educativo sin desviaciones del marxismo leninismo influyó en la psique de generaciones enteras de alemanes, para ella nunca hubo un amago de arrepentimiento, así funciona la levedad del mal.
En 2012 manifestó públicamente que quienes perdieron la vida escalando el muro nunca debieron poner en riesgo sus vidas por esa tontería, es justo allí en donde reside el mal y por ende se explana la razón de fondo de su estratégico paso por el Ministerio de Educación, desde allí tuvo amplio espectro para incidir en la vida de millones de alemanes, justo en esa cartera pudo deconstruir a la educación, enseñar a odiar, hacer secundaria la orientación docente en virtudes y torcer a su antojo el espíritu de un país que asumió que la miseria, el espionaje y la sospecha eran partes de la vida cotidiana.
Guardando las distancias, la ministra de Educación del régimen manifestaba que los maestros están en las aulas a pesar de todo, por encima de la ominosa afrenta de intentarlos uniformar y aun devengando un salario miserable, el objetivo es el mismo, tomar a la educación y formar acólitos, que impere la razón técnica escindida de cualquier contenido estético y ético, que impere la ignorancia, la improvisación, la chabacanería convertida en eje transversal del conocimiento, la depauperación del logo, el envilecimiento del espíritu y el imperio del vicio, es la tesis de Margot Honecker, la bruja púrpura del este, una mujer de cabellera púrpura e infinita maldad, quien por cierto murió en Chile, acompañada de sus familiares a pesar del horror causado, a veces hasta la justicia divina falla y los crueles mueren como los árboles, erguidos, para advertirnos que el lupus esta allí, en las entrañas de todos y atado por los hábitos modeladores del carácter.
Finalmente, Margot Honecker es el ejemplo de la toma de la escuela, que esta heredad tropical de cacos, han copiado de manera magistral, pues la maldad se reproduce, se replica, se calca, y el resultado es el mismo, el horror, el éxodo y la muerte, de quienes eran unos tontos saltando un muro o extraviándose en una selva. Los totalitarismos son un Saturno ávido de sangre, de muerte, de horror, con las fauces abiertas dispuestos a masticar y hendir los dientes en el desarrollo histórico de una sociedad, pues para acabar con un país basta destruir a su educación, proscribir el cuestionamiento, enseñar a obedecer y tributar la irascibilidad.
“Todo condicionamiento tiende a esto: a lograr que la gente ame su inevitable destino social.” Aldous Huxley.
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