Armados con una votación tan numerosa como la mitad del electorado en las pasadas elecciones, los seguidores de Gustavo Petro deben organizarse desde esta primera hora de manera de capitalizar a su favor cada desacierto del gobierno de Iván Duque, cada debilidad en su programa, cada desvío de las legítimas y acuciantes necesidades del pueblo colombiano, lo que no es poco decir.
El descontento que pueda suscitar la nueva administración, cuando se ponga en marcha para resolver la miríada de problemas que enfrenta la nación vecina, le agregará votantes a la oposición cualquiera sea la cara que esta tenga. Es bien claro que este componente del electorado no está definida y monolíticamente ubicada dentro del petrismo. Pero, también, es sensato anticipar que quienes no le dieron su voto al nuevo presidente de Colombia, en su esencia, en su fuero íntimo, deben ser simpatizantes de las izquierdas.
Seguir de cerca lo que este colectivo hará para conseguir mantener el apego de sus simpatizantes o para consolidar lo que puede haber sido un voto de protesta nos dirá mucho más de lo que lo que pudimos interpretar de la campaña electoral, en la que los comunistas de Petro debían guardar las formas y alejarse de las políticas y postulados del chavismo, aunque solo fuera para guardar las apariencias y no inocular pánico al electorado por anticipar que Colombia podría seguir la misma senda del desastre venezolano.
Es importante subrayar que no habrá una sola oposición al gobierno entrante y que la misma va a ser variopinta.
El Polo Democrático, como partido alternativo, ya se ha posicionado a través de sus dirigentes como una fuerza de ruptura y de oposición al gobierno, y la razón no puede ser sino una: el punto de vista del nuevo gobierno sobre la dinámica nacional no resolverá los problemas del país. Al menos eso es lo que piensan. Así lo anunciaron desde el día siguiente a las elecciones y se proclamaron solemnemente como la primera iniciativa de oposición desmarcándose claramente de Gustavo Petro y anunciado que tendrán candidato propio a las próximas elecciones.
Los petristas puros van por otro camino y esa sí que va a ser una oposición a dentelladas. Un reciente artículo de la economista Vanessa Vallejo en Panampost da cuenta de cómo estos “tienen un plan para llegar al poder en las próximas elecciones… comparten imágenes y mensajes para organizar el M-17, nombre que hace alusión al M-19, movimiento guerrillero del que Gustavo Petro hizo parte”. Su estrategia se centra en activar universidades y colegios con el fin no solo de identificar la noción de peligro que se avecina, sino para debatir ideas en el ámbito de los medios educativos y de la prensa. Estos radicales no usarán armas, sino que irán pacíficamente de la mano con jóvenes feministas, ateos y grupos LGTBI.
Según Vallejo, con estos nuevos sujetos revolucionarios “se apuntará a destruir los valores occidentales y sus instituciones, como la familia, porque sin ellos no se sostiene el capitalismo. Lo que hay que destruir es la religión, la familia, la educación libre y toda institución evolutiva que refuerce los valores que han hecho grande a Occidente. Eso fue lo que planteó la Escuela de Frankfurt y eso es lo que hoy recoge la izquierda colombiana”.
Por otro lado están los sindicatos que, por igual, harán parte de la oposición al régimen. Estos, convencidos de que los 8 millones de votantes de Petro tienen un importante componente de trabajadores, los utilizarán para bombardear las propuestas capitalistas de Duque, a quien consideran rodeado de mafias de corrupción y de ilegalidad. Pero más que ello, harán lo posible por garantizar el cumplimiento de los acuerdos con las FARC. El lector ya debe haberse percatado de que esta es otra fuerza que, aun debilitada, continúa teniendo importante gravitación en el país y una palabra activa en el Parlamento colombiano.
En síntesis, Duque arranca su mandato con plomo en el ala y sin poder descuidar un segundo ni sus postulados ni sus ejecutorias, debido a la feroz oposición que le orquestarán los radicales. Las izquierdas harán causa común entre ellas cuando les convenga actuar en comandita, y tendrán iniciativas de bombardeo en solitario cuando mejor les calce.
Así que, señor Duque, ponga de lado unos pesos para comprar un buen par de alpargatas.
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