Juan Vicente Gómez no fumaba, no bebía y no bailaba “pegao”. Pero tampoco era un santo. No le gustaba que fumaran delante de él, a menos que fuera su compadre Antonio Pimentel. Tampoco le gustaban los chimes, a menos que los contara Antonio Pimentel. El general, dictador y presidente de Venezuela desde 1908 hasta 1935 era un hombre imponente, un hacendado que infundada temor por ser capaz de leer en las personas lo que más deseaban. Como presidente fue parco frente al público: dio dos discursos en 27 años de gobierno. Solo sus más allegados sabían cómo era en la intimidad ese hombre que puso en orden las finanzas, pagó la deuda del país, impulsó la aviación, construyó carreteras, reestructuró el ejército y tuvo un gabinete presidencial inigualable.
Corre el año 1928 y en la Quinta El Mirador en Las Delicias de la ciudad de Maracay, Juan Vicente Gómez camina erguido por su despacho. Tiene las manos en la espalda y luce su traje militar color beige, característico en él desde antes de llegar a la presidencia en 1908. Se acerca a su escritorio, se detiene al lado de la silla donde está sentado su hijo José Vicente, “Vicentico”. Desde ahí, inmóvil y firme, infunda respeto, incluso temor. Le da una orden a su hijo: dejar el uniforme para ir con su esposa a París, Francia. Ante la primera réplica de Vicentico, Gómez, interpretado por el director y dramaturgo Alfredo “Neko” Sadel, se impone: “Usted no está hablando con su papá, está hablando con el comandante en jefe del Estado”.
Así se presenta este importante personaje para la historia de Venezuela y Latinoamérica del siglo XX en la obra La casa de los Gómez, una pieza que cuenta con más de 30 artistas en escena. Firme, decidido, fuerte e imponente, su palabra era ley pero, a puerta cerrada, en la intimidad de su hogar, la pieza muestra su otro rostro. A través del personaje de Mimí, una creación de Sadel interpretada por la actriz Claudia Rojas, el Benemérito se confiesa y cuenta su vida. La joven, contratada para escribir las memorias del general, lo cuestiona y desafía constantemente. “¿Por qué no libera a los presos políticos? Usted es como un zorro cuidando gallinas”, le dice.
Junto a ella, Sadel incluyó en la pieza teatral otros dos personajes que no se corresponden con la historia: la cronista social Pepitona, interpretada por Marianela Salazar y el doctor Rísquez, interpretado por Gerardo Soto, un psiquiatra que ayuda a entender qué pasa en la mente de Gómez. “Tiene un carácter paranoide y narcisista. Es intuitivo, cauteloso, no tienen amigos sino adeptos, más que amado es temido. Como político no tolera rivales”, lo describe Soto en escena.
Ambos le cuentan al público cómo era Gómez como persona, sus rutinas, lo que pensaba y lo que hacía; su amistad con el Indio Amazonas, el padre Borges o Antonio Pimentel y cómo nunca permitió que nadie se inmiscuyera en sus decisiones de Estado. Gómez no dormía con ninguna mujer porque “quién duerme con mujeres termina haciendo lo que ellas quieran”, dice en la obra. Usaba las noches para pensar en lo que haría el próximo día aunque era un apasionado: tuvo 74 hijos con 33 mujeres diferentes. Nunca se casó. Hubo algunas similitudes entre su vida y la de Simón Bolívar, semejanzas que llevan a su personaje a afirmar en la obra que la única diferencia era que “yo soy un hijo de la guerra”.
La casa de los Gómez se presentará por cuatro únicas funciones: 27 y 28 de octubre a las 6:00 pm, y 29 y 30 de octubre a las 5:00 pm en el Centro Cultural Chacao.
El tirano latinoamericano
Al escritor, actor y también director Neko Sadel le tomó dos años y seis meses hacer toda la investigación necesaria para escribir La casa de los Gómez, una pieza que tardó otros seis meses en escribir. Escogió a Juan Vicente Gómez como fuente de inspiración por su relevancia para Venezuela y Latinoamérica. “El historiadorRamón José Velásquez lo definió como un personaje de la mitología popular. Él trascendió el ámbito de la política y de lo militar para convertirse en un personaje que de alguna manera representa el arquetipo del tirano latinoamericano”, explica Sadel.
Gómez, además, se caracteriza por reunir en torno a su figura una serie de acontecimientos en su vida que pueden aprovecharse para el teatro por sus cualidades dramáticas. Estos fueron los que llevaron a importantes dramaturgos como José Ignacio Cabrujas a escribir sobre Gómez. En el caso de Cabrujas, su teleserie Gómez, transmitida por RCTV, fue uno de los principales antecedentes que investigó Sadel. “En teatro también se han hecho algunas cosas sobre él pero nada que abordara la vida del personaje”, explica.
El director quería, más allá de hablar de su figura como presidente, mostrar ese lado íntimo del Benemérito, el hombre que entre comentarios pícaros le cuenta a Mimí cómo tuvo que hacerse cargo de la hacienda y la familia desde joven. Aunque lo hizo sin dificultad porque sabía que había nacido para ser un líder. “Yo nací con vocación de mando porque cuando uno manda de verdad, los demás no se dan cuenta de que uno los está mandando”, dice su personaje en La casa de los Gómez.
“El Benemérito tiene una significación en nuestra vida, en el siglo XIX y el siglo XX, es él quien marca por 27 años de gobierno la vida nacional y la economía. Tiene sus lados oscuros y sus lados claros, pero es un personaje que nos sirve para evaluar lo que somos los venezolanos como nación”, añade. El director confiesa que tuvieron que hacer muchas mesas de trabajo para que la obra fluyera.
En La casa de los Gómez, Sadel introdujo con inteligencia y astucia guiños y paralelismos con la vida política actual del país. Cuando Castro se va de Venezuela para ser operado en el exterior deja a cargo a Gómez, una escena que se asemeja al momento en el que Hugo Chávez encargó a Nicolás Maduro de la presidencia. Tras la llegada al poder de Gómez, el general permitió una falsa libertad de prensa, hubo varios actos de censura. Los actores en escena cuenta que en las casas se guindaron letreros en los que se leía: “Aquí no se habla mal de Gómez”.
En otra oportunidad, su personaje dice en escena: “El presidente interino es un tigre de papel si no tiene los fusiles de su lado”. Guiños, paralelismos y deja vú que evidencian la propuesta de Sadel como dramaturgo y su hipótesis: “El país está viviendo en parte el legado que dejó Gómez, con diferencias sustanciales”.
“Historiadores como Manuel Caballero, a quien respeto mucho, lo llamaron el dictador liberal. Es verdad que hubo una dictadura pero su manera de gobernar, económicamente, hizo que el país prosperara. Había muchos problemas, pero el país estaba ordenado, él pagó la deuda e hizo que incipientemente empezara a producirse una industria en Venezuela”, comenta.
Su figura, ampliamente estudiada y debatida por escritores, historiadores e investigadores, ha causado polémica. “En lo único en lo que concuerdan todos es que ese hombre fue capital en el siglo XX y en la historia de Venezuela también. No por nada es el que más tiempo ha gobernado en el país”, asevera.
Una visión íntima
Sadel no tuvo asesores durante los dos años y medio de investigación. Se enfocó en leer toda la bibliografía escrita por los historiadores. “Cuando emprendo un proyecto me dedico intensamente a leer toda la bibliografía y hablar con gente que fue cercana a él, incluyendo su familia. Al preestreno vino uno de sus bisnietos, por ejemplo. Hablé con gente, investigadores, periodistas e hice todo el trabajo que tenía que hacer para entender este personaje”, cuenta.
Como le interesa también la psicología, Sadel decidió incluir al personaje del doctor Rísquez en escena para dar a conocer cómo Gómez estructuraba su manera de pensar y sus acciones a partir del arquetipo del hombre fuerte que ha dominado la historia de los países latinoamericanos. “Cuando estudiamos la vida de hombres como él, que tuvo una larga permanencia en el poder invicta y hubo una especie de simbiosis con la sociedad, nos damos cuenta de que él interpreta de alguna manera el ser venezolano. Eso lo decían la mayoría de las personas que lo conocieron”, revela.
Esa licencia creativa se la tomó también con el personaje de Mimí, que aunque no existió en la vida de Gómez, sí fue real en la vida de Adolf Hitler. En los últimos años de su vida, cuenta el dramaturgo, Hitler contrató una secretaria que fue la que reveló todo lo que pasó. Ella antes de morir dio una entrevista en la televisión para contar intimidades que no se conocían. “Esa historia me pareció tan interesante, alguien que es testigo de un personaje tan históricamente temido y odiado como lo fue Hitler pasó muchos años sin contar su historia porque nadie quería saber las intimidades de alguien así. Tomé eso como punto de partida, porque el entorno de Gómez era enteramente masculino, pero esa figura de la mujer a la cual él le relata las historias me dio a mí muchas oportunidades dramáticas para La casa de los Gómez”, explica.
Un casting ejemplar
En cuanto al elenco, el director reconoce que hubo papeles que escribió en La casa de los Gómez pensando en determinados actores. Destacan figuras del teatro venezolano como Rolando Padilla, Mario Sudano, Marcos Moreno, Henry Soto, Wilfredo Cisneros, Carlos Manuel González, Nerea Fernández, Pedro Medina, Antón Figuera, Marielena González, Aymara Lorenzo, Federico Moleiro, Omar Lugo, Carlos Arteaga, Simón Díaz Jr., Orlando Paredes, Juan Carlos Grisal y Sandra Yajure, entre otras.
En el caso de Salazar, Sadel escribió el personaje de la cronista pensando en ella, algo que también ocurrió con Rolando Padilla, Mario Sudano y Claudia Rojas. “Pensé siempre que estos eran los actores adecuados y muchos los escribí pensando en ellos. Tenía claro que había ciertas cosas específicas en cada uno de ellos, aparte de su apariencia, que podían funcionar”, cuenta.
Juan Carlos Grisal hace un Cipriano Castro inigualable, dice, porque físicamente son bastante parecidos, algo que también sucede con Gerardo Soto en su segundo papel de la obra: Román Delgado Chalbaud. “En el caso de por ejemplo Tania Sarabia tenía miles de historias y yo no lo sabía. Le propuse que hiciera el papel de la hermana de Gómez y me dijo que conocía todos los cuentos de Juancho. Fue muy rico porque son sincronicidades que yo no esperé”, confiesa.
En su caso también pasó: siempre escribió el personaje de Gómez con la idea de que lo iba a interpretar en el escenario como actor. Sadel cuenta que todo comenzó en un taller de Héctor Manrique sobre dirección teatral. “Terminé actuando por una razón furtiva. Empecé a escribir esta obra por mí y para mí porque Héctor me dijo en ese taller: tú sirves para esto. Terminamos el taller y decidimos montar la obra Prueba de fuego en el Trasnocho en 2018. Me subí a escena amando el teatro porque toda la vida lo he amado y sintiéndome como pez en el agua en un escenario. Héctor siempre dice: no esperen que los llamen para un papel, escríbanlo. Eso hice”, cuenta.
Aunque fue un reto reunir al elenco para La casa de los Gómez, además de conseguir el teatro, Sadel asegura que valió la pena. Por ahora, no está seguro de que su personaje de Gómez y su visión íntima del Benemérito congeniarán con el público. Sin embargo, confía en que a la audiencia le gustará su mirada a este personaje que fue recordado como “El bagre” o “Juan Bisonte”.
“Aprendí muchísimo de Gómez; al crear los personajes y dárselo a los actores descubrí cosas que no sabía que había escrito. El mismo hecho de encarnar a Gómez me costó muchísimo porque los procesos de creación de personajes son así, complicados. Al final es que uno va entendiendo cómo ese personaje se mueve, habla, es un proceso difícil y doloroso. Es un proceso como las caras de teatro, una riéndose y una llorando. El teatro tiene todo eso, mientras más te cuesta muchas veces es cuando llegas más profundo y más conexión tienes con el público. No todas las veces se logra, pero siempre llega un momento donde el personaje te dice: estoy aquí”.
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