La búsqueda de nuevas maneras de expresión que lograran calmar y apaciguar sus pensamientos llevó al artista visual Francisco Bassim al arte del bordado en 2017. Al principio su interés se enfocaba en llegar al tapiz, pero al no encontrar la vía para lograrlo, pues el único curso que hay en el país se da en Maracaibo, decidió experimentar con algo de menor formato e igualmente nuevo para él. Pensaba, antes de comenzar, que el bordado sería fácil. Estaba equivocado.
Pronto se dio cuenta de que era una técnica “bastante complicada”. Le tomó cinco años realizar su primera muestra con esta técnica, Hilando fino, una exposición en la tienda de la Sala Arte Contacto (TAC) que acompaña a la exhibición individual y principal del recinto a cargo de Richard López, titulada Tránsitos. Ambas exhibiciones, parte de la programación aniversario del Trasnocho Cultural en alianza con Spaziozero Galería, estarán abiertas hasta febrero de 2023.
Durante su carrera Francisco Bassim, de 57 años de edad, ha trabajado en el arte del collage digital, la animación y la pintura, técnicas artísticas en las que expresa contundentes mensajes políticos. Como todo tema político cansa, reconoce, buscaba algo que lo calmara. Fue así como llegó al bordado, un arte que se asocia principalmente a mujeres. “El bordado hace que te concentres en él pero a la vez te permite, por la tranquilidad que te da, pensar en las cosas que haces, en mi caso, mi otro tipo de trabajo artístico. Mientras voy bordando voy pensando en las otras cosas que tengo que hacer como el collage, la pintura o la fotografía”, revela.
Con estas técnicas Bassim no buscaba llamar la atención del espectador sino captarla, algo muy diferente. “Cuando voy a dar un mensaje político quiero que la gente lo entienda y lo entienda fácil. Por ejemplo, estaba esta situación de la gente comiendo de la basura. Yo tenía que transformar la imagen de una manera para que la gente, cuando pase por la calle y la vea, deje de tratarlo como algo normal. Lo que buscaba era cambiar la imagen normal e integrar personajes que afectaran a quien lo viera como Simón Bolívar o imágenes religiosas. Eso captaba la atención”.
A diferencia de sus recientes exposiciones, críticas y reflexivas sobre la política y la situación que se vive en Venezuela, Hilando fino aborda el tema de la belleza. Mujeres con alas de mariposas, minotauros y algunas piezas abstractas son parte de la muestra. Hay referencias mitológicas, también personajes como un diablo de Yare que lo representa desnudo con máscara. Presenta también un personaje mitad vaca, mitad mujer que llama Vacuna, los minotauros o a José Gregorio Hernández de una manera más urbana. “Es diferente, más fresca, menos de luto, menos viejo, más como ahora, como si me trajera del pasado al personaje y lo ubico en el presente, donde la gente es más ligera”, añade el artista.
La muestra incluyó un solo bordado con un tema diferente: La adoración de la pobreza. La pieza es una imagen de la Virgen al frente de una caja de alimentos de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Es la única que aborda ese tipo de mensaje. “Esa es una prueba de que se puede usar la belleza para dar un mensaje de contenido fuerte. Pero los bordados más que todo son paz”, explica.
Esta técnica, confiesa Bassim, es un arte que muchos piensan que no puede dar más de lo que ya daba. Además, continúa, siempre se trataban los mismos temas, por ejemplo, las flores. “Era como algo muy dulce y generalmente siempre en mano de mujeres. Hay muy pocos hombres que bordan, te das cuenta cuando visitas las páginas en las redes, sobre todo en Instagram: 99% son mujeres; hay uno que otro hombre, pero muy pocos”, cuenta.
Para Bassim el bordado fue su forma de saltar a algo diferente, de asumir un reto inexplorado y la complejidad de aprender algo por su cuenta, sin cursos ni talleres. “Soy autodidacta con esto, yo mismo fui encontrando las soluciones a los problemas que iban apareciendo. Me gusta mucho hacerlo, fue divertido, me relaja. No sé hasta cuándo lo haré”, confiesa.
La puntada más difícil
Comenzar. Eso fue lo más difícil para Francisco Bassim cuando se decidió a incursionar en el arte del bordado. El artista reconoce que no sabía por dónde dar la primera puntada. “Hice el dibujo, es lo importante, qué es lo que quieres. Luego del dibujo, escoges los colores de hilos. Después me pregunté: por dónde comienzo. Cuando uno comienza con una herramienta nueva duda mucho cómo usarla, pero una vez que comienzas a darle es automático, no paras”, cuenta.
A medida que iba hilando, Bassim iba encontrándole respuestas a las preguntas que le surgían: “Cómo resuelvo dar la curva aquí con el hilo, debo bajar el tamaño de la puntada, bajarla. Cómo hago que las alas de la mariposa parezcan alas de verdad”, se cuestionaba. Resultó ser un trabajo que para él fue “impresionantemente complicado. A veces tengo que borrar todo el trabajo y cortar todos los hilos porque no me gusta el resultado”, confiesa.
El proceso de aprendizaje, por su cuenta, lo define como un proceso “extraño”. Sabía que mucha gente iba a pensar que el bordado es solo para las mujeres o las abuelas. Él, en cambio, prefería darle su propio estilo a este arte. No quiso tomar ningún curso porque, “generalmente la gente que toma cursos terminan bordando todos iguales. Como en la pintura, que cada pincelada es diferente, quería que aquí tuviera mi puntada”, asevera.
Cada vez que terminaba una obra, la guardaba. Otras las fotografiaba y las subía a sus redes sociales, pero siempre le gustaba tener algo inédito para el público. “Uno tarda muchísimo haciendo un bordado. Es mentira que uno tarda 5 o 6 días. Además, yo no trabajo con hilos de bordar, trabajo con hilos de coser que son más finos, son como un cabello en mano”, comenta.
Cuando comenzó, lo hizo con los círculos de 30 cm. Luego, un trabajo lo llevó a otro. Su curiosidad también lo guió: “Empecé a preguntarme cómo se vería tal personaje con una máscara de Star Wars y así fui cambiando el tema. Hice varios minotauros, fui guardando algunas obras. Esta exposición es el fruto del trabajo de 5 años. Las guardé para poder tener algo que mostrar en vivo que no presentara en las redes sociales”.
Un espacio íntimo
Para Francisco Bassim el bordado es parte de su espacio íntimo. “Como cuando te quedas en la casa solo y decides no hacer nada o leer. El bordado es más íntimo que la pintura para mí y el collage. Me conocen mucho por eso porque lo trato de una manera agresiva, doy un mensaje fuerte, directo. Con el bordado me permito otras libertades. Me da paz, me permite organizar mis ideas. El bordado te permite pensar”, confiesa.
Aunque no sabe hasta cuándo seguirá bordando, está seguro de que quiere lograr cosas más grandes con la técnica, tanto lo figurativo como lo abstracto. “Muy pocas veces se ve que se aplique bordado para hacer una obra abstracta; se ha hecho tapiz, Miró lo hizo, pero poca gente le presta atención a la técnica porque la ven muy complicada y difícil de representar en grandes formatos”, explica.
A futuro desconoce hacia dónde lo llevará su deseo por hacer cosas diferentes, tal vez al tapiz, aunque está a la espera de ver lo que vendrá. “Uno cambia de idea, de repente estás sentado y se te ocurre hacer otra cosa. La pintura continúa, la estoy retomando otra vez dentro de la abstracción, una pintura más abstracta pero más orgánica con mucho color. No sé qué sigue, quizás en una semana nunca más vuelva a tomar un hilo. Me gusta siempre probar en qué puedo ser bueno”, concluye.
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