En la traslación hacia tiempos mejores, en el aquí y ahora, toca ponderar a la cultura de la ocupación junto a la cultura de la entretención, del goce, del placer, de la entrega a un mejor porvenir… Nunca peor, no más; de la regeneración del tejido propio a la reconstitución del entramado social, con ternura ¡Ah, sí! Aquí, las artes y la poesía cuentan ¡y cuentan mucho!
Como quien se sumerge en una piscina, en un río o en la mar, es menester sacar la cabeza del agua para respirar, tomar aire y seguir… Sacudirse -aunque sea por momentos- de la tediosa y peligrosa alineación para acceder a otras posibilidades como las que nos ofrece la estética y consentirnos frecuencias más elevadas para movernos entonces, cada cual, a su modo y manera, atendiendo alrededor. Del yo al nosotros, del uno a la otredad…
Quienes somos cultores y cultoras de las artes nos oponemos a la feúra y a la miseria, al continuismo de la maldad en cualquiera de sus expresiones y a la muerte por violencia ¡Ojo! No evadimos las amenazas a lo humano. Muy por el contrario: las encaramos para desentrañarlas y hasta recrearlas en actos de revelación. Sabemos que toda violencia es un fracaso, como lo dijera Jean Paul Sartre… Quienes somos cultores y cultoras de las artes y la poesía apostamos por la belleza, por la vida porque sabemos que nuestro trabajo es también una forma de resistencia, de permanencia de lo humano.
Las buenas noticias también se comparten. Del teatro, de las artes siempre provienen buenas noticias. Cada montaje es una buena noticia. Cada dramaturgo, cada poeta, cada músico, cada bailarina, cada actriz, cada actor, cada cantor es una buena noticia porque cada artista es un soldado menos, ¿verdad, Don Facundo? ¡Sería estupendo que los noticieros del mundo comenzaran con noticias de este lado de lo humano!
Ahora, hoy por hoy, cuando vamos más solos que la una y más tristes que un reloj sin cuerda, vale recordar y seguir teniendo presentes algunas cuantas cosas veredes… John Dewey, educador y estudioso de la pedagogía, dejó escrito: «las metas e ideales que nos mueven se generan a partir de la imaginación. Pero no están hechos de sustancias imaginarias. Se forman con la dura sustancia del mundo de la experiencia física y social».
Las vivencias que vamos teniendo, que después relatamos y analizamos permanentemente, que compartimos desde el teatro, desde la música, desde las artes, desde la poesía, han estado signadas por la imaginación, por visiones compartidas de futuro, por sueños propios y también de otros, por ensoñaciones que se van concretando día a día, noche a noche, días y noches en el ámbito individual, así como en el contorno social.
Si soñar no cuesta nada, pues, ¡hay que hacerlo! Y luego, ser fieles a esos sueños. Lo que supone un acto de amor y valentía y varios y muchos hechos de amor, desprendimiento y coraje. Es decir, toca invertir en ellos para multiplicar los activos que poseemos como personas y como grupo humano, como parte de la sociedad civil y mayoritaria.
Es interesante apreciar con el tiempo cómo incentivan los cambios perceptibles, notorios. «Sólo lo difícil es estimulante», dijo el poeta Lezama Lima… Y en el juego de lo posible podemos hacer más visibles los asuntos propios que no nos permiten crecer ni individualmente, ni mucho menos colectivamente y cómo podemos adoptar, acercarnos, apropiarnos, empoderarnos de otras pautas más alentadoras, definitivamente, más esperanzadoras.
Y en el tránsito entre lo que en el pasado fue provechoso y el por-venir, entre lo que resultó positivo antes y lo que podría ser un futuro distinto, en la traslación hacia tiempos mejores, en el aquí y ahora y en el porvenir, ponderar a la cultura de la ocupación junto a la cultura de la entretención y movernos entonces, a nuestro modo y manera,
de la cultura del desorden a la cultura de la organización;
de la cultura del consumo a la cultura de la creación;
de la cultura del descuido a la cultura de la atención;
de la cultura de la espera a la cultura del actuar, de la participación;
de la cultura del desprecio a la cultura del cuidado, del amor;
de la cultura del miedo a la cultura del atrevimiento sublime y potente;
de la cultura de la improvisación a la cultura de la artesanía;
de la cultura depredadora a la cultura de la preservación;
de la cultura machista a la cultura de la equidad, de la complementariedad y el mutualismo;
de la cultura de la imposición a la cultura de la democracia;
de la cultura de la transmisión a la cultura de la comunicación;
de la cultura de la soledad, a la cultura de la solidaridad;
de la cultura del maltrato a la cultura del servicio, de la dignidad;
de la cultura de la desventura y el mentir a la cultura de la sabrosura del conocimiento y el vivir.
Y es que, como decía Don Miguel de Unamuno: «el progreso consiste en el cambio»
¡Toca cambiar como personas y como grupo humano, como civiles, para saber aprovechar hasta los vientos desfavorables!
Cambia el paso, que se te rompe el vestido.
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