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¿A qué le teme el madurismo?

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Maduro

Foto EFE

Sin duda alguna, el madurismo teme que el pueblo venezolano se exprese libremente y se movilice para conquistar el derecho inalienable de conducir su propio destino; le teme a Chávez y la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

El artículo 5º del texto constitucional establece que “la soberanía reside, intransferiblemente, en el pueblo”, es este quien otorga legitimidad al Estado o al gobierno; sin su favor y participación, los gobernantes pierden su asiento legal, su razón de ser, y devienen en tiranías.

Es por ello que, la Constitución establece abundantes mecanismos para garantizar que el pueblo ejerza su soberanía y la permanencia o no de los gobernantes: desde el artículo 350, pasando por el revocatorio de los gobernantes, hasta el ejercicio universal y secreto del voto, todos ellos creados para garantizar el ejercicio de la soberanía popular.

Cuando un gobierno —como este— niega el ejercicio de los derechos políticos del pueblo y cierra todos los mecanismos de participación política, entonces, no solo está actuando al margen de la Constitución y las leyes, sino que refleja su mayor debilidad al reconocer que no cuenta con la aprobación del pueblo.

El gobierno de maduro ha fracasado estruendosamente en la conducción del país, sumiéndolo en una grave crisis política, económica y social, la peor de nuestra historia, que ha llevado a 7,1 millones de venezolanos a abandonar la patria, mientras que los que permanecen en ella viven en la pobreza absoluta,  sufriendo el masivo deterioro del país y sus instituciones, víctimas permanentes de los abusos, violencia e indolencia de las nuevas élites políticas-económicas que se han apropiado de todo y hacen lo que les da la gana.

Por ello, el madurismo actúa con violencia, ha convertido la violación de los Derechos Humanos en una política de Estado, imponen el miedo y establecen mecanismos de control social para imponer el silencio a los ciudadanos. Si se observa en retrospectiva, lo que el madurismo ha impuesto en el país, es un complejo sistema de control y represión, copia y calco de sistemas autoritarios de los países que los asesoran en cómo instalar un sistema de represión y control que desmoviliza al pueblo y asfixia al ciudadano, hasta lograr que renuncie a sus derechos fundamentales y se resigne a “vivir muriendo”, como consecuencia del paquetazo económico. Ese es el “milagro” del gobierno.

El pueblo venezolano es un gigante dormido, atemorizado, y disperso, víctima de un una política de choque y de una dinámica impuesta por el gobierno que lo mantiene con el agua al cuello, impidiéndole ver más allá del día a día, inmerso en el “sálvese quien pueda” y la resignación.

Pero este pueblo, heredero de la gloria de Bolívar, es capaz de cambiarlo todo, de explotar y poner las cosas en su sitio, de volcarse a las calles, como lo hizo el 13 de abril del 2002 en defensa de Chávez y su revolución o durante el Sabotaje Petrolero en defensa de Pdvsa y el petróleo para el pueblo. El pueblo humilde es poderoso, y fue, con el gobierno de Chávez, el protagonista de su propio destino –artífice de su propio futuro–, como lo demostró en todas las batallas que le correspondió librar hasta que, tras el asesinato de Chávez, fue traicionado y desmovilizado  por el madurismo.

Este gobierno y sus asesores saben de lo que es capaz el pueblo venezolano y por eso lo reprimen. Por ello las razzias de sus policías en los barrios, el descabezamiento del liderazgo chavista y del poder popular, el aniquilamiento de la vanguardia y el encarcelamiento de trabajadores, militares y dirigentes sociales.

El terror del madurismo al pueblo se ha expresado, de manera violenta, ante la posibilidad de las elecciones presidenciales que, de acuerdo a la Constitución, deberían realizarse en 2024. El gobierno sabe que no es capaz de ganar ninguna elección, ni siquiera con la trampa y los mecanismos de control social. El poder del voto, el ciudadano frente a la máquina electoral, ejerciendo su derecho al voto, aterroriza al madurismo.

Se encuentra el madurismo en la disyuntiva electoral, necesitado, al extremo, de ganar legitimidad y cuajar su pacto con las élites y sectores de la oposición que están dispuestos a convivir con él. El madurismo se prepara para unas elecciones donde solo participen los que ellos quieran, los que ellos permitan. Es un absurdo.

Es por ello que, el solo anuncio de una candidatura como la nuestra, desde el chavismo, desencadenó la más feroz campaña de ataques y acusaciones en mi contra y de mi familia. Por eso se llevaron preso a mi hermano, el doctor Fidel Ramírez. El madurismo no esta dispuesto a tolerar ninguna opción electoral que venga desde el chavismo, por eso arremeten contra el liderazgo histórico del chavismo, contra los exministros, contra los dirigentes sociales, civiles y militares; por eso purgaron al PSUV de cualquier corriente revolucionaria; por eso arremeten en contra de la izquierda, descalificándola, llamándola “izquierda trasnochada”, yendo en contra del PCV y de cualquiera que ellos vean como un enemigo potencial, un contrario a ellos como lo define Marcos Luna en su artículo.

Porque el peligro de ir a elecciones y tener que medirse con una opción chavista, es enfrentarse a quien puede fracturar el férreo control y manipulación que ejercen sobre el pueblo humilde que, de corazón, se sienten identificados con el chavismo. Una opción chavista y revolucionaria en la calle, reivindicando a Chávez, el socialismo y el Plan de la Patria, los dejaría al descubierto, quedaría en evidencia que ellos, el madurismo, han traicionado el legado político y la obra del Comandante Chávez y la Revolución Bolivariana.

Una opción chavista y revolucionaria, reorriendo el país y hablando con el pueblo, dejaría en evidencia que la represión, el paquetazo económico, la dolarización, la entrega del petróleo y de nuestra economía a Fedecámaras y el interés transnacional, no es culpa de las sanciones, sino que es una acto político deliberado de un gobierno que hace tiempo  dejó de ser chavista, que no tiene nada de revolucionario y mucho menos socialista; ni siquiera llega a ser un gobierno nacionalista. Han entregado la patria y nuestra soberanía a los poderes fácticos y la burguesía parasitaria que siempre denunció y enfrentó el comandante Chávez. Como resultado de una contienda política de este tipo, quedaría en la calle un pueblo articulado y movilizado por razones sagradas para luchar, el pueblo de las 7 avenidas de Chávez y eso es un peligro para este gobierno.

El madurismo saca sus cuentas y no está dispuesto a correr ese riesgo. De allí la violencia, las reiteradas amenazas, no solo contra el chavismo o factores revolucionarios, sino también en contra los sectores de oposición.

El madurismo ha pactado con sectores tradicionales de la oposición con quien no tiene ninguna diferencia en términos programáticos. El gobierno de maduro avanza cumpliendo sustancialmente el programa del decreto de Carmona luego del golpe de Estado en contra del presidente Chávez; se ha creado una oposición a su medida, una oposición que convive y hace tratos con el madurismo, son sus agentes.

Pero estos parapetos de partidos ya no controlan a sus electores, como sucedía en el pasado; sin embargo, maduro necesita un “contendor” para hacer el “paro” como —dicen en oriente— para simular que será una contienda electoral entre opciones contrapuestas, cuando la realidad es que ellos necesitan todo tipo de candidatos complacientes, de esos que se fabrican a fuerza de dinero y promesas de convivencia futura, sean estos alacranes, vampiros o cualquier especie rara del oportunismo político.

La realidad es que el 80% de la población está cansada de los partidos tradicionales, sean estos maduristas o de la oposición. Por ello, otro peligro tremendo para el madurismo es que el país, como un todo, es decir, los sectores chavistas, los de la oposición y el pueblo en general, estén dentro o fuera de la patria, se movilicen para derrotar al gobierno, no para convivir o pactar con él.

De allí las bravuconadas de los dirigentes del madurismo al amenazar con cambiar las fechas o normas electorales, tratando que el ciudadano renuncie a esta posibilidad constitucional, que no se presente al terreno político ninguna opción que sea capaz de movilizar a todo el país y que el venezolano, por cansancio o decepción, renuncie al voto y no aproveche la ventana táctica de la que hablaba Chávez; pues el madurismo sabe bien que cualquiera de esas opciones puede cambiar la situación política actual, rasgar la pesada niebla que pesa sobre el pueblo y desencadenar una movilización general que permita restablecer la Constitución y las leyes y produzca un cambio político revolucionario.

Todo lo que haga el madurismo para impedir el ejercicio de los derechos políticos de los venezolanos, lo sigue hundiendo en su aislamiento; no pueden recoger el agua derramada, no tiene legitimidad, a pesar de los acuerdos secretos con transnacionales o el intercambio de rehenes. Por eso, ninguna de sus iniciativas o políticas económicas significarán un cambio para la situación del pueblo. El país es gobernado por un círculo cerrado de cuatro, que harán todo lo que esté a su alcance para seguir conculcando los derechos del pueblo y mantenerse en el poder, haciéndose un país a su medida y para el disfrute de las élites que lo sostienen. Pero ellos saben que esta situación es insostenible, de allí su desespero, su violencia, su atropello a los venezolanos.

El pueblo y los sectores políticos y sociales del país tienen ante sí una extraordinaria oportunidad de hacer sentir su voz, hacer valer su voto, ejercer plenamente sus derechos políticos, a pesar de todas las trabas y maniobras del gobierno; dejar atrás el miedo y la resignación para movilizarse y luchar en un extraordinario movimiento de masas por sus derechos, la plena vigencia de la Constitución y las leyes, el cumplimiento del Plan de la Patria como la única manera de salir de esta espantosa crisis y, solo entonces, iniciar la reconstrucción de la Patria.

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