María Concepción Balboa Buika es de esas artistas –mejor dicho, es de esos seres– que pueden detener el tiempo con su presencia. Es un torbellino, una fuerza de la naturaleza. Y tanto eso, como su amor, espíritu indomable, pasión y versatilidad, le han permitido labrarse un lugar particular dentro de la música, ya sea abordándola desde el flamenco, el bolero, el soul, la copla, el jazz, el blues y más. Mucho más. Combina todos los estilos, que junto a lo sorprendente de sus letras y la sensualidad de su voz rota, hacen de ella una artista única.
A propósito de su regreso a Venezuela, donde ofrecerá un único concierto en el Centro Cultural Chacao este domingo 23 de octubre, la ganadora del Grammy se sentó a desdibujar su realidad, algo que ella misma define como su aquí y ahora. Asumiendo su trabajo, «el mejor del mundo», dice, con una preparación, responsabilidad y consciencia férreas pues, asegura, «el arte es algo sublime capaz de unirnos y salvarnos». El suyo le pertenece «a todos y a todo» y confiesa, sin atisbo de duda, estar dispuesta a dejarse drenar completamente por aquellos que la siguen y a quienes siente como «mis verdaderos jefes».
Simplemente Buika
Su llegada a Caracas estaba pautada para el jueves 20 las 6:00 pm. El Hotel Meliá Caracas sería su residencia durante los próximos días y luego de un corto pero merecido descanso, la cantante y compositora se encontraría con algunos medios de comunicación al caer la tarde para dar sus primeras entrevistas. Todo se retrasó más de lo esperado debido al protocolo de entrada al país en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar. Además, la ciudad estuvo particularmente congestionada debido a las fuertes lluvias. Nada detuvo a Buika: prometió un encuentro y ella no acostumbra a romper su palabra.
Pisando las 8:00 pm, con una sonrisa arrolladora como ella misma, sus largas trenzas recogidas en una cola que enmarcaba sus agradables gestos y un rostro que no refleja sus 50 años, una capa negra que la hacía parecer un superheroína de Marvel y un brillo al andar imposible de ocultar, apareció en la enorme sala que serviría como escenario para reencontrarse con un país que atesora muy adentro, en lo más profundo de mi ser, afirma.
De esta manera la también poeta, bautizada como La voz de la libertad, habló sin tapujos. Sin filtro. Natural, segura y salvaje como ella. Como nadie. Esta hija de exiliados políticos de Guinea Ecuatorial, perteneciente a la única familia negra en un barrio de gitanos de Mallorca, tiene mucho dolor en su pasado, un dolor que le ha permitido crecer.
—¿Cómo se siente de regresar a Venezuela luego de una década?
—Ufff!.. Estoy flotando desde que llegué. Tenía muchísimas ganas de venir (suspiró y sonrió al mismo tiempo). Yo le decía a mi Ramón (señalando a su mánager que se sentó justo frente a ella. Venezolano hasta la médula, pero con más de 30 años viviendo en España): ¡Wow! Las ganas me sobran de regresar a ese país porque fue tan bello venir aquí siempre y, de repente, dejamos de hacerlo. Así como así. En un tris, otros amigos míos y yo, no volvimos a pisar este suelo. ¡Y este país es un gozadera total! Aquí a la gente le encanta la fiesta y a mí también.
—¿Qué recuerda o atesora de su última visita?
—Mucha sonrisa de la gente. Mucha alegría. Es que lo pasamos muy bien en el show. Fue muy caliente y muy emotivo. Muy, muy bonito.
—¿Nos puede decir si hay un público distinto en cada país o las reacciones son básicamente las mismas? ¿Qué se espera del público venezolano este 2022 y tras una pandemia que nos dejó «incomunicados»?
— Hace mucho tiempo aprendí a no esperar nada de nadie. No sé qué esperar de este o cualquier público pero, al final, no me importa. Porque yo acostumbro a vivir cada uno de mis días como si fueran el primero y el último. Eso no significa que tengamos que salir como un toro esbocao’. Pero significa que el dibujo lo haces tú, ¿sabes? Yo dibujo mis días y dibujo mis shows. Por eso siempre me salen bien… Porque yo dibujo el mundo que quiero vivir. No sé qué piensan los públicos de aquí o allá, pero mi tribu es muy nice. Lo sé. Y cada vez que nos juntamos se hace la magia.
En el show que ofrecerá en Caracas, prometió sus grandes éxitos y, sin más, un espectáculo de lujo; como los que está acostumbrada a ofrecer siempre. Como los que la caracterizan desde el inicio de su carrera.
El tiempo vuela junto a Buika
Así, como una chamana, mira con ojos vivos y alertas. Observa profundo, como un lince. Esta productora musical, autodidacta por naturaleza y convencimiento, superviviente, creativa, y como actividad principal, madre, tiene tanto que decir que, tal vez, el tiempo sea muy poco. Cosa que se vio reflejada durante la conversación.
—Usted dijo alguna vez que tiene esta profesión para bien o para mal, ¿puede definirnos ambos? ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo?
—En realidad, no soy una víctima del destino, mamita mía. Lo único que existe para mí es el bien. Yo vine aquí a ganar, mami (risas). Yo me dedico a esto para bien, para mejor y para requetemejor. No hay mal (más risas). Cuando uno puede vivir cantando, ¿qué mal hay? ¿Qu un manager te robe? Eso no es mal. ¿Qué estabas haciendo mientras te robaban, mami? ¿Hacia dónde mirabas? Se puede llamar manager, marido, amigo o hermano pero, ¿qué estás haciendo mientras te están robando? Ahí está la pregunta.
—Ciertamente, algo para reflexionar.
—Ciertamente. Espero que así sea (risas).
—¿Cómo define Buika música hoy día?
— No lo haría nunca (repitiéndolo 3 veces). Porque entonces tienes que terminar siempre encajando en la misma horma que se ideó para ti y no… Nosotros somos fluctuantes. No tenemos por qué encajar en nuestras vidas tampoco.
— ¿Nos puede hablar sobre los últimos 2 años de su vida? ¿Cómo superar la pandemia y volver al ruedo tras lo ocurrido en el mundo? ¿Cambió algo en usted? ¿En su manera de hacer música?
—Como a todos, nos afectó mucho. Pero ni de coña te haré un resumen. Detesto el psicoanálisis, mama, y es algo que no practico. No sé cómo ha sido, la verdad. Estoy en hoy y hoy está siendo estupendo. Ayer pues… (se detiene) ¿Es qué sabes qué pasa? Que te mentiría si hablo porque hay partes que recuerdo y otras que reinvento porque no soy capaz. No quiero (firme, aunque sonriendo). Muchos viajes, muchas cosas, muchas emociones e historias. Entonces, si encima tengo que recordarlo todo, para luego tener que contarlo… Quien lo vivió que se lo goce, quien no se lo pierde (risas). Yo te digo, mama, ahora me lo estoy pasando súper bien contigo.
Los minutos pasaban volando. Había algo de cansancio y un poco de hambre. «Sobre todo una reina pepiada o una pelúa», según se le entendía al manager de Buika quien susurraba, pero con el propósito de que se escuchara, las ganas que tenía de irse ya mismo a saciar su apetito con una buena comida venezolana. Fueron varias veces en las que se dedicó a interrumpir la entrevista.
— Flamenco, soul, jazz y hasta el fado, todo esto la definen musicalmente hablando, pero cómo mujer, ¿qué lo hace?
— Que soy única, mami. Igual que tú, igual que todos.
—Dicen que usted es » la voz de la Libertad», ¿se siente cómoda con este título?
—Me siento bien con ello. Es una libertad de los demás. Está bien decir lo que piensan. Nosotros estamos aquí para entregarnos a la humanidad, claro que sí, tía. Que se diviertan diciendo lo que les plazca. A veces oigo: qué desastre eres. Mi madre por ejemplo (entre risas). Y sí, tiene razón. Todo lo que digan de ti es verdad y, todo lo contrario, también. Somos la posibilidad, mama. Está todo bien, ¡que digan todo!
Buika y las redes sociales
Afirma que, a pesar de ser maravillosas, no tiene tiempo para manejarlas y eso, aunque suene muy antipático para algunos, no es una limitante para que su tribu y ella sigan conectándose. Buika y su gente” trascienden esos niveles de encuentro y comunicación.
—¿No le gustan las apps como Twitter, Instagram o Facebook?
—No es que no me gusten, entiendo que son súper divertidas porque si no, no estaría todo el mundo enganchao’ en esas cosas, pero pasa que no tengo tiempo, mami. Simplemente, no lo tengo. Acabo de cumplir 50 años y con ellos he descubierto mis superpoderes. Entonces, no tengo tiempo para perder en cosas que, ahora mismo, me quitarían mucho valor. No me siento cómoda con eso. Son muchas cosas que ver y trabajar, mucha música que componer, muchos guiones que escribir, muchas novelas, demasiadas caras bonitas para mirar, muchas conversaciones divertidísimas que tener… Y entiendo que las redes son fabulosas si uno de divierte con ellas, pero yo lo hago con otras cosas.
—¿Y eso no limita su relación con el público que tanto la quiere o la sigue?
—¿La tribu? (sonríe) Mi tribu sabe que estoy con ellos. Son mis jefes. Mis verdaderos jefes, nene. Estoy en comunicación constante con ellos. Vibramos a tal magnitud con el amor que nos tenemos, que no necesitamos redes sociales. Ellos saben que yo los adoro. Y yo sé que ellos me quieren… No leo las redes. Y si ahora, diciendo esto, hago que un montón de gente deje de escribirme, ¡qué fatal! Pero seguirán sabiendo que los amo con todo mi corazón. ¿Sabes por qué? Yo crecí pensando que era un auténtico cero a la izquierda. Fui muy rebelde. Era de las que me escapaba e iba a los supermercados y abría los potes de yogurt y me los chupaba, sin que me vieran porque no había cámaras (carcajadas)… Hacía muchas barbaridades y estaba tan acostumbrada a ser un desastre que me adapté a que lo negativo fuera parte de mí. Hasta que, por primera vez, escuché un aplauso. Mi tribu me ayudó tanto, que con ellos entendí que toda esa gente que pensaba que yo era un problema, estaba equivocada. Ellos me salvaron. Mis jefes me salvaron la vida.
—¿Y entonces donde quedan las discográficas, esos otros jefes?
—Nada tiene que ver con ellos. Todo eso es sinónimo de fireworks (fuegos artificiales), de una ilusión. La ilusión de construir sociedades románticas en donde haya todas estas figuras tan titánicas… ¡Todo es mentira! Tus jefes son el público. Tus jefes son la tribu. Hasta sus jefes son la tribu. Estos artistas o periodistas que se asustan de una discográfica o un editor o manager que no los quiere; todo eso es un teatro. Si tú sabes donde están tus jefes, nunca los engañas y estás con ellos. Te pase lo que te pase vendrán por ti. Yo estoy aquí porque tengo los jefes más maravillosos del mundo. Y los amo.
Tic toc, se acaba el tiempo con Buika
«Wrap it up. Córtala, córtala. Termina ya», se escuchaba la voz del manager de Buika tratando de apurar la entrevista.
—Nuevas tecnologías, nuevas generaciones. ¿Existe alguien de esta generación con quien le gustaría colaborar o hacer música?
—A mí me gusta todo el mundo. Están haciendo lo que saben y bellamente pueden. Cualquiera que consiga que un número de personas, ya sea uno, diez, veinticinco o cincuenta en un teatro, casa o escenario, yo le agradezco. Porque consigue obrar el milagro. Mira, los políticos son gente que me cae muy bien la verdad, los encuentro muy graciosos; yo no soy de tumbar en su contra sino de animarlos, ¿vale? Pero ellos necesitan regalar bocadillos, camisetas y gorras pa’ que la gente los escuche. Yo no (sonrió complacida). ¿Entiendes? Tú tampoco. Entonces, todos los hermanos y hermanas que hay en el mundo que consiguen obrar el milagro, es decir que un grupo de personas de diferentes colores políticos, creencias, géneros, razas o religiones se junten en una sala, estando de acuerdo en algo que es el aplaudir y gozar, ¡por favor! ¿cómo no apoyarlos? Me da igual el estilo de música que hagan. Los amo. ¿Algún artista nuevo que me guste? ¡Todos! Desde el principio de la humanidad hasta el final de nuestros días. Me gustan todos, amo a todos, los admiro a todos.
—¿La colaboración entonces sería con todos?
—Pues, te soy sincera. Y esto es un mensaje que va dirigido a todos mis compañeros artistas y personas que trabajamos por y para nosotros y el público. Sí, hay una colaboración que tenemos que hacer siempre y para siempre… Y es el Señor (mirando y señalando el cielo). Colaborar con el señor. Llámenlo como quieran, algunos le llamarán Dios otros whatever. I don’t care. Eso es una libertad también. Pero esa es la colaboración que tenemos que hacer todos los artistas antes de salir al escenario, antes y después de nuestro libro o película, lo que sea. Colaboración con el Señor.
—¿Una palabra que la defina?
—¡Pa’ qué! (gritó) ¡Pa quéee!, pues depende del día a veces soy caballo, otras soy tigre, cabra, serpiente, ¡no sé, mami!
—¿Escribirá Buika un libro en un futuro cercano?
—No lo sé (entre risas), pero habría mucho que contar. Ahora, si me disculpas, me iré a toda prisa a comerme mi arepa que tanto me hace falta.
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