Atravesando un camino lleno de lodo, cientos de migrantes venezolanos caminan en fila por la selva del Darién, frontera entre Colombia y Panamá, con la misión de llegar hasta Estados Unidos que recién le cerró la puerta a los viajeros de Venezuela sin papeles.
Con llagas en los pies, golpes y relatando los horrores que vivieron por varios días, llegan por grupos a la comunidad indígena de Canaán Membrillo, el primer control fronterizo panameño de esta región selvática. Varios viajan con niños y bebés.
«Cada quien arriesga su vida por un futuro, pero de verdad no le recomiendo a nadie que se venga por la selva, es muy fuerte, es muy duro», dice a la AFP Jesús Arias, de 45 años de edad.
El hombre, que viste camiseta y pantalones cortos azules, llegó hasta la aldea cargado en las espaldas de otros muchachos tras fracturase la rodilla en su travesía de una semana en la jungla virgen de 575.000 hectáreas.
Cuenta que va hacia Estados Unidos porque «no hay futuro en Venezuela» donde «cada día se pone peor».
Pero su sueño podría quedar truncado por la nueva orden de Estados Unidos, que la semana pasada decidió cerrar el paso a los migrantes irregulares de Venezuela que hayan atravesado ilegalmente Panamá y México, y solo aceptará a 24.000 con permiso previo que lleguen vía aérea y que tengan un patrocinador en suelo estadounidense.
«Igual iremos para allá. Nos iremos para Estados Unidos y si hay paso restringido en algún momento pasaremos», dice Jesús, quien trabajaba en una red de pescadería en su país.
«Muchos muertos»
La migración de venezolanos por la selva del Darién batió un récord en 2022.
Según datos dados a la AFP por el ministro de Seguridad panameño, Juan Manuel Pino, entre enero y mediados de octubre pasaron por la jungla unas 185.000 personas, de ellas más de 133.000 de Venezuela, pulverizando la cifra de todo el año pasado cuando cruzaron por el Darién 2.800 venezolanos.
Vi «muchos muertos, muchas montañas, muchos ríos que se llevaron a mucha gente (…), eso fue horrible», señala Nélida Pantoja, de 46 años. Además de la topografía, los migrantes están a merced de animales salvajes como serpientes venenosas y también de grupos criminales.
Viaja con otras 10 personas, entre conocidos y familiares y a pesar de la orden de Washington de expulsar a los venezolanos irregulares también afirma que «seguirá intentando» llegar a Estados Unidos.
En Canaán Membrillo, una aldea de casas de madera, muchos migrantes venezolanos y de otras nacionalidades aprovechan para descansar en carpas antes de seguir el viaje. Otros prefieren jugar básquetbol.
«Mi mamá, mi papá, mis hermanos están esperándome (en Estados Unidos), entonces (…) si ya pasó lo más difícil, ya no me queda mucho, tengo que seguir intentándolo», dice convencida Rusbelis Serrano, de 18 años.
De acuerdo con autoridades forenses de Panamá, desde 2018 han muerto al menos un centenar de personas intentando cruzar el Darién, siendo 2021 el peor año con 53 fallecidos.
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