Las mentes de la investigación que se despliegan en el cochambre para presentar sus conclusiones públicas ante un hecho político y militar tienen una justificación. En la tapa del libro de Sun Tzu, El arte de la guerra, uno de los primeras citas y la que más ha trascendido es esa que dice que la guerra es el arte del engaño. Por eso las pesquisas de la guerra y de la política – la guerra es la continuación de la política por otros medios, bla, bla, bla – lidian con la búsqueda de la verdad encubierta convenientemente y en ese esfuerzo, esta y sus portadores, se despliegan con todo un arsenal para ocultarse conveniente y oportunamente en la mentira antes, durante y después. Políticos y militares han tenido un manejo instrumental de la verdad y de la mentira. Por eso, periodistas de investigación, policías, militares, analistas de inteligencia, psicólogos, politólogos, sociólogos, escritores e investigadores en general deben en algún momento descender al charco de la porquería solo para plantear la peor hipótesis y llegar a la raíz de los morbos, a la madriguera de la insania personal y la locura colectiva, a lo mas profundo de los instintos personales, que sirven de mampara a las ambiciones y el oportunismo vestido de corrección y de verticalidad. El mayordomo, ese tipo atildado en sus modales, afectado en sus expresiones, con la corrección como modo de vida siempre e impecable, es el asesino en las novelas policiales. En síntesis, la mente cochambrosa debe estar disponible y a la mano cuando en la narrativa hay un nudo difícil de explicar, cerrado en la línea de la normalidad, e inaccesible a la lógica elemental del momento. En ese momento la mente se mete por esos enmarañados y espinosos senderos del cochambre. Caminemos.
El 4F en general, como toda conjura, como toda conspiración y como todo complot donde se reúnen los hombres de la política y de la guerra para llegar al poder, tiene todas las características de librito. Recuerden al Sun Tzu que apela al engaño en la guerra y al Clausewitz que hermana a esta con la política. Vénganse conmigo.
El día del golpe para las fuerzas ¿leales a la Constitución? se inicia oficialmente a las 10:30 del 3 de febrero en la Academia Militar de Venezuela (la cuna de la revolución) con la información que le proporciona el capitán Rene Gimón Álvarez al director, general de brigada Manuel Delgado Gainza, quien a las 12:30 la transmite al comandante general del Ejército, el general de división Pedro Remigio Rangel Rojas. Este, después de reuniones, confirmaciones y disposiciones de órdenes, no la comunica inexplicablemente al Ministerio de la Defensa por la vía del titular, su línea orgánica de mando. Y a partir de allí, en el tiempo – un día completo – se inicia otra crisis más inexplicable aun, entre el ministro de la Defensa y el comandante general del Ejército, bien a contravía de lo que se enseña en las aulas de las escuelas de Estado Mayor en lo que se conoce como la secuencia de las acciones del comandante y su estado mayor para tomar una decisión. Y aquí es donde hay que colocarse las botas de caucho, enfundarse en un traje de bioseguridad con mascara y guantes; y empezar a redactar para buscar una justificación a lo que ocurrió.
La visión de los subalternos de esa época y de como se ha extendido en el tiempo se grafica y se ilustra en ese enfrentamiento entre el quinto piso del ejército contra el quinto piso del ministerio en líneas muy claras. A Rangel con la línea institucional a Ochoa con la política. En términos de aspiraciones o ambiciones, respectivamente; Rangel suspirando hacia el ministerio, Ochoa viendo hacia la presidencia. Cuando pisamos el terreno del comando, el control operativo de las tropas reside parcialmente en el comandante general, el administrativo en el ministro. El CUFAN de la época lo pusieron a jugar en la banca. Alguien representa en ese momento la Constitución y en la otra esquina estaba el golpe. Cuando se trata de valorar las decisiones que se tomaron, uno de los dos asumió la línea dura y el otro la mórbida y sospechosa. Y hasta podemos extenderla por la trayectoria profesional en casas militares de ambos profesionales, hasta las sedes de los partidos políticos de ese momento. Uno de los dos levantaba la bandera verde del comité nacional de Copei y el otro la blanca del CEN de Acción Democrática. Al final, también en el tiempo se demostró que fue un lucha entre la democracia contra la dictadura y del presente de esa época versus el futuro. Y hay una línea difusa y borrosa que solo la podía aclarar en su momento y después, el comandante en jefe de las fuerzas armadas nacionales y presidente de la república, el señor Carlos Andrés Pérez. La que se inicia en un extremo con la confianza y la que termina en otro con la desconfianza. Un valor absoluto que no acepta relatividades. Y sobre todo cuando está en juego el cuello, como el de Luis XVI en su momento.
El presidente Pérez sufrió un primer accidente cerebrovascular el día 28 de octubre de 2003. Un morbo de esta naturaleza generalmente desencadena secuelas como discapacidades, afecciones psicológicas, afecciones cognitivas, trastornos en el lenguaje y otras limitaciones que invalidan cualquier referencia. Desde esa fecha, cualquier narrativa que pueda usar alguno de los más altos cargos involucrados en los hechos del 4F, apelando a la ratificación personal de CAP queda invalidada. La bibliografía surgida sobre ese día del 4F ha segregado y distanciado bastante el torneo personal y operativo en las decisiones que establecieron extrañamente el ministro y el comandante general. Y allí es donde hay bastante campo para la imaginación y para que el elfo de la escritura se amplíe.
El ministro escribió un libro el año 2007 titulado Así se rindió Hugo Chávez donde hay transcritas algunas afirmaciones fundamentales que solo pueden ser confirmadas en esencia y propiedad por el presidente Pérez, quien en ese momento ya arrastraba un segundo ACV. En descargo, el comandante general escribió un texto breve que ha desaparecido del mapa titulado «Acciones y órdenes del Comandante General del Ejército con relación a la sublevación militar acontecida los días 3 y 4 de febrero». Ambos textos, una versión pugilística inoportuna de Ochoa – Rangel ubicados en el ensogado del escrutinio de la opinión pública dan para sacar conclusiones con lo que publican y con lo que no.
El día del golpe propiamente dicho se inició oficialmente para las fuerzas del gobierno el 3 de febrero a las 10:30 y termina el 4 a las 11 de la mañana con la alocución del teniente coronel Hugo Chávez. Durante 24 horas y 30 minutos se decidió el futuro de Venezuela frente al toma y dame de dos generales. Para los conjurados todo arranca desde mediados de los años 80.
Ya uno de los generales habló con su libro y ha dado suficientes declaraciones. Como en la larga novela de los años 60 titulada El derecho de nacer y la pregunta que se repite en casi todos sus capítulos, mientras no se aclare este tema del 4F – una novela que va para 30 años – con todos sus protagonistas, la mente cochambrosa tendrá siempre en vanguardia sus conclusiones y su pregunta como en la novela… ¿Ya don Rangel habló?
Ámsterdam, 18 de octubre de 2022
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