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Lo poco que va de Hitler a Putin

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La guerra de Ucrania cada día va peor. No porque Rusia esté siendo derrotada en la batalla de la hora presente, algo que celebro sin disimulo, sino porque los riesgos para todos nosotros son cada día mayores ante un Putin acorralado. Seamos conscientes de que la de Rusia es una guerra de valores. Sé que a muchos les molesta oírlo, porque han intentado defenderle, presentándole como un adalid de la familia, pero Vladimir Putin es un tirano que asesina a sus rivales. Y hace ostentación de ello. Cuando están en un hospital por alguna dolencia, en lugar de matarlos en la cama, envenenándolos disimuladamente, y dar un parte de defunción con mentiras, los tira por la ventana. Quiere que se sepa que han sido asesinados. Que sus rivales sean muy conscientes de lo que les espera. Y eso no es un hombre de familia. Salvo que por familia entendamos SU familia.

Para muchos es muy incómodo hacer un paralelismo inevitable entre lo que vivimos y hoy lo que se vivió en 1938. El 12 de marzo de 1938 Adolfo Hitler se anexionó Austria en el Anschluss diciendo que también los austriacos eran alemanes. Es exactamente el mismo argumento que emplea Putin con las provincias de Ucrania que se ha anexionado. En la primavera de 1938 todo el mundo miró para otro lado.

Seis meses y medio después, el 1 de octubre de 1938 vimos la anexión alemana de los Sudetes, una región con una minoría relevante de germanohablantes de Bohemia, Moravia y Silesia Oriental, que son tres regiones que formaban parte de lo que hoy es la República Checa. Por no tener una guerra, no se hizo nada. El primer ministro británico, Neville Chamberlain, fue a ver a Hitler y cedió. Como le diría Winston Churchill, por no tener una guerra habéis aceptado el deshonor, pero al final tendréis el deshonor y la guerra.

Saltemos al tiempo presente. En 2008 Rusia en la práctica se anexionó Abjasia, parte de la República de Georgia, aunque formalmente es un Estado independiente que mantiene relaciones diplomáticas con Rusia, Nicaragua, Venezuela, Nauru, Vanuatu y Tuvalu. Seis estados: dos dictaduras comunistas y tres islas irrelevantes del Pacífico, una de las cuales, Nauru, solo es reconocida diplomáticamente por Rusia y por Abjasia. Vaya pelotazo. Así es la diplomacia del Kremlin. Y nadie ayudó a Georgia, claro.

En 2014 callamos una vez más ante la anexión de Crimea por Rusia, rompiendo, al igual que en el caso de Georgia, con los acuerdos de disolución de la Unión Soviética. Nadie movió un dedo por ayudar al agredido. Incluso Rusia tuvo la desfachatez de construir el mayor puente de Europa para poder llegar a Crimea por carretera sin tener que pasar por Ucrania. Ese puente que hemos visto derribar parcialmente en la última semana con la explosión de un camión. Explosión que demuestra la capacidad de Ucrania de penetrar en profundidad en territorio supuestamente controlado por Rusia. Y acto que ha desencadenado una brutal represalia de Rusia, que como ya no es capaz de ganar batallas sobre el terreno, lanza sus misiles contra los civiles. Y que con su retirada ha permitido descubrir fosas comunes con cientos de torturados que recuerdan mucho a los «trabajos» que hacían los nazis. Putin dijo que invadía Ucrania para liberarla de nazis, pero los hechos prueban que los nazis los ha llevado él.

La comparación entre Hitler y Putin suele ser descalificada como superficial por los que sostienen que ya es hora de que Zelensky se dé cuenta de que es mejor ceder. A mí me gustaría que alguien me explicara cuál es en el fondo la diferencia entre el expansionismo de la Alemania de 1938 y el de la Rusia de 2022.

Lo que me parece importante para nosotros de esta guerra es que una vez más, un tirano como lo fue Hitler ve debilidad en las democracias occidentales porque percibe falta de valores. Tenemos sociedades profundamente desestructuradas y extremadamente acomodadas a un estado de bienestar que yo no voy a criticar en este contexto, pero que ante el temor de que terminen de cortarnos el gas, prefieren ceder ante el tirano antes que plantar cara.

Y a mí también me parece muy preocupante cómo durante meses hemos seguido viendo alrededor nuestro colegas y amigos que teóricamente sí tienen valores bien fundados y que se han dejado seducir por un Putin que cuenta con el respaldo de una Iglesia Ortodoxa tan vendida hoy al poder como lo estuvo durante buena parte del régimen comunista.

Seamos conscientes de que Vladimir Putin cree que somos débiles. También los españoles que le estamos comprando el gas que importamos en barcos. Este gobierno que dice tener grandes principios, anuncia sus críticas a Rusia y su posicionamiento con Ucrania, pero necesita comprar a Moscú un gas que antes nos suministraba Argelia. Esos son los principios que defiende España. Decimos apoyar al agredido, pero financiamos al agresor. No paramos de mejorar.

Artículo publicado en el diario El Debate de España

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