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Líder: ¿cuál de tus dos yos te controla?

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¿Un líder nace o se hace? Quizás esta sea una de las interrogantes más comunes en el mundo de los negocios. Si bien algunas personas ya tienen ciertos rasgos incorporados desde el nacimiento, la realidad es que cualquiera puede ocupar un rol de liderazgo. La cuestión yace en el cómo. Y la verdad es que un líder nunca lo es por casualidad: nace y se hace una figura, casi imprescindible, en una empresa.

Sin embargo, más allá de ese dilema y tomando en cuenta el contexto actual, es necesario empoderar a los líderes para que sean resilientes y capaces de ponerse en la piel de sus empleados y clientes, pero también de ser firmes para proteger el rendimiento de la compañía y estabilizarla durante las crisis.

Pero no es solo eso, los líderes también poseen una serie de características que les diferencian de los demás. Según un estudio publicado en Center for Creative Leadership, son diez las cualidades que tiene un buen líder: honestidad, habilidad para delegar, comunicación, sentido del humor, confianza, compromiso, actitud positiva, creatividad, habilidad para inspirar e intuición.

Para otros, son cuatro las características que resultan clave para descubrir a una verdadera máquina de liderazgo. Y estas son ambición, tienen el impulso para alcanzar resultados; arriesgar para crecer y por ello son creativos e innovan; influencia, se comunican de manera poderosa y prolífica; e inspiración, ya que motivan, desarrollan a los demás y construyen relaciones

Adicional a lo anterior, todos los líderes tienen dos yos, según sostienen Tony Schwartz y Emily Pines en su análisis “Great Leaders Are Thoughtful and Deliberate, Not Impulsive and Reactive”, publicado en Harvard Business Review. Y en este punto queremos detenernos por el impacto que el comportamiento del líder, según sea el caso, puede tener en la compañía y en el resto del personal.

Los autores advierten que la mayoría de nosotros creemos que tenemos un yo, cuando en realidad, tenemos dos yos diferentes, operados por dos sistemas operativos separados, en diferentes partes de nuestro cerebro.

“Está el yo que preferimos presentar al mundo, el que está dirigido por nuestra corteza prefrontal y es medido, racional y capaz de tomar decisiones deliberadas. Y luego está el yo, dirigido por la amígdala, que es reactivo e impulsivo y, a menudo, hace que no cumplamos con nuestros compromisos o reaccionemos de forma exagerada con frustración”, explican Schwartz y Pines.

El segundo yo descrito por los autores es el menos conveniente que salga a relucir en un líder, por el impacto negativo que podría tener en la empresa y su equipo. Y, al respecto, no todo está perdido, pues existe el ‘antídoto’ para reaccionar desde el segundo yo y es desarrollar la capacidad de observarse a sí mismo en tiempo real, lo que le permitiría controlar, o al menos frenar, ese tipo de comportamiento.

El líder puede comenzar por notar y etiquetar sus emociones negativas, como impaciencia, frustración e ira, para distanciarse de ellas. “Además, ten cuidado con los momentos en los que sientas que te estás clavando los talones. La absoluta convicción de que tienes razón y la compulsión de actuar son fuertes indicadores de que estás operando desde ese segundo yo”, advierten Schwartz y Emily Pines.

Finalmente, es importante hacerse dos preguntas clave en esos momentos desafiantes: «¿Qué más podría ser cierto aquí?» y “¿Cuál es mi responsabilidad en esto?”. Que el líder cuestione sus conclusiones compensa el sesgo de confirmación y buscar su responsabilidad lo ayuda a concentrarse en lo que puede cambiar: su comportamiento.

Hay que recordar -como bien lo expresa el título del análisis de Schwartz y Pines- que los grandes líderes son reflexivos y deliberados, no impulsivos y reactivos. En lugar de simplemente mejorar en lo que ya hacen, los líderes transformacionales equilibran el coraje y la humildad para crecer y desarrollarse todos los días.

Así que ante ese drama invisible que opera dentro de nosotros durante todo el día en el trabajo, principalmente fuera de nuestra conciencia, los líderes deberían preguntarse: ¿cuál de sus dos yos te controla? Y si es el visceral, entonces es mejor tomar cartas en el asunto.

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