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Planificar para hacer de la gestión local una garantía de calidad de vida

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Escasez de agua Caracas

EFE/Miguel Gutiérrez

Inicio con esta frase, que nos llama a reflexionar sobre lo que es una ciudad: “Ciudad es ante todo plaza, ágora, discusión, elocuencia. De hecho, no necesita tener casas, la ciudad: las fachadas bastan. Las ciudades clásicas están basadas en un instinto opuesto al doméstico. La gente construye la casa para vivir en ella y la gente funda la ciudad para salir de la casa y encontrarse con otros que también han salido de la suya” (José Ortega y Gasset).

Hemos tenido muchas visiones, a lo largo de la historia, de lo que es el deber ser de una ciudad. Pero es variopinta y cada una de éstas tiene una razón de ser, tanto como algo realmente pensando como aquello que simplemente sucedió sin prever lo que a futuro pudiera pasar. Lo cierto es que vivimos en ciudades con modelos distintos, y eso hace más interesante el plantearse el futuro cercano en ellas, porque siempre hay necesidades que cubrir, que implica que haya una gestión para contribuir con el servicio público a cada una de ellas, pero sin que ello merme la planeación de los territorios, porque en caso contrario, el crecimiento (o decrecimiento) será absolutamente desordenado y caótico, producto de la improvisación.

El problema con las grandes ciudades y zonas metropolitanas es que en los últimos años han crecido de forma acelerada, desproporcionada, desordenada, desigual y sin una visión de largo plazo, a lo que no hay que dejar a un lado las consecuencias que se han tenido recientemente con la pandemia, los procesos migratorios masivos en algunas regiones y la guerra en Ucrania; todos escenarios que han venido a trastocar la tendencia que se venía registrando. En consecuencia, muchas personas que habitan las urbes no cuentan ni siquiera con servicios básicos para una digna calidad de vida, como son el suministro de agua potable, drenaje, vialidades y sistemas de movilidad.

Esto lo que nos indica es que nuestras ciudades tienen un problema de falta de planificación urbana y a partir de ello, se desencadenan toda una serie de graves carencias. Por poner sólo algunos ejemplos: la falta de acceso a una vivienda digna dentro del núcleo urbano; un transporte público poco confiable, inaccesible e inseguro; y una contaminación ambiental que está afectando la salud de los habitantes y abonando al cambio climático.

Sin lugar a dudas necesitamos urgentemente cambiar nuestra concepción de la planificación, por una que nos apalanque hacia el futuro y que al mismo tiempo de solución a nuestros problemas más apremiantes y cotidianos.

Ahora bien, es interesante saber cómo se hacen las cosas en cada lugar de la bolita del mundo. Llevado por la inquietud, me dediqué a investigar, y en una publicación de la organización de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), se hace mención a las prácticas de planificación en las diferentes regiones, que revelan las siguientes tendencias:

  • En África, donde el proceso de descentralización apenas se inicia en muchos países, las estrategias de desarrollo urbano tienen un papel de avanzada para generar respuestas institucionales.
  • En América Latina, donde las competencias y capacidades de los gobiernos locales se han incrementado en las últimas décadas, muchos de ellos han abordado el problema de la desigualdad a través de estrategias inclusivas que han permitido profundizar la democracia local.
  • En Europa, la consolidación de la urbanización en varias regiones, los cambios rápidos en los mercados de trabajo y las diferentes modalidades de prestación de los servicios públicos han llevado a nuevas definiciones de la competitividad; la estrategia ayudó a construir respuestas locales a largo plazo.
  • En Eurasia, la estrategia ayudó a establecer una mayor confianza con los diferentes actores mientras se abandonaban los sistemas de planificación centralizados.
  • En Asia, después de centrarse durante mucho tiempo en el desarrollo económico, el cambio climático y el diálogo social ocupan ahora un lugar central en la planificación estratégica.
  • En el Mediterráneo, la urbanización ha impactado negativamente en el litoral y sobre el medio ambiente. Al tiempo que la inversión privada aumenta, se requiere una mayor cooperación intergubernamental para promover un modelo de desarrollo más equilibrado (que tome en consideración las cuestiones sociales y ambientales).
  • En América del Norte, la crisis financiera y el aumento de la pobreza ha reactivado la necesidad de una planificación más inclusiva que tome en consideración el desarrollo de la comunidad.

La historia está llena de éxitos y de fracasos en materia de planificación urbana que proporcionan las medidas sobre diferentes opciones para el desarrollo de las ciudades. Asia y África presentan actualmente índices de urbanización aún más acelerados, a causa de la migración económica, los conflictos políticos y el cambio climático. Esto, no está muy alejado de lo que viene pasando en América Latina. Las ciudades y sus líderes desempeñan un papel crucial en la agenda de cambio, proporcionando así una nueva inspiración y respuestas a las ciudades del norte. En este sentido, la distinción entre «desarrollados» o «en desarrollo» según la definición del Banco Mundial no se aplica necesariamente a las ciudades. Cómo las ciudades se adaptan al «desarrollo urbano» es esencial para su crecimiento sostenible y su supervivencia.

“Más que vivir en un continente o una provincia, las personas viven en una ciudad. Una ciudad es como un ser humano: primero nace, luego crece, envejece y puede morir. Los gobiernos locales son la clave para alcanzar objetivos políticos más amplios. No es posible tener servicio de saneamiento si no existe un compromiso del gobierno local. Yo soy partidario entusiasta de la cooperación entre gobiernos locales. Intercambiamos experiencias, aprendemos unos de otros y evitamos errores” (Amos Masondo, alcalde de Johannesburgo durante la presentación de la Estrategia de Desarrollo Urbano de Lilongwe, 13 de febrero de 2010).

La planificación estratégica proporciona una metodología que ayuda a identificar las fortalezas y debilidades, mientras se definen las principales estrategias para el desarrollo local. En el proceso de toma de decisiones, la planificación estratégica ayuda a elegir los objetivos adecuados que guían y conducen hacia esa visión colectiva de futuro diseñada con la participación y colaboración de los ciudadanos y otros actores importantes para la sociedad. La planificación estratégica no es lo mismo que la planificación urbana. Es un proceso que complementa otros instrumentos de planificación y que suele dar como resultado la Planificación Estratégica Urbana (PEU), que se estudia y debe ser manejada por especialistas.

El ordenamiento territorial y la planificación urbana suelen ser instrumentos legalmente vinculantes o considerados ley. En cambio, las estrategias son instrumentos flexibles de orientación a largo plazo que permiten su revisión y adaptación a las circunstancias cambiantes.

Los planes estratégicos urbanos permiten implicar a una mayor variedad de actores, en especial de la comunidad y del sector privado. Dado que, en democracia, los gobiernos locales son responsables ante sus comunidades, la planificación estratégica mejora la comunicación. El resultado es un mayor compromiso de las comunidades con base en sus derechos y deberes.

El sector privado se ha convertido en un actor importante en la planificación y el desarrollo urbano en todo el mundo, aunque en nuestra latitud regional, hasta miedo le tienen por el mal enfoque de experiencias en el pasado. La colaboración entre los sectores público y privado no sólo ofrece oportunidades a los inversionistas, sino que aumenta la credibilidad y realza el perfil y el prestigio de las partes, tanto del sector público como del privado, mediante una “garantía” bilateral.

La influencia de los gobiernos locales ya no se limita a su territorio. Su papel a nivel local, nacional e internacional ha crecido a medida que la descentralización se ha difundido por todo el mundo en las últimas décadas. Y hoy más que nunca, el desarrollo económico nacional de un país está determinado por lo que ocurre en sus ciudades. Las ciudades son el motor de los países.

Sin embargo, la mayor influencia de los gobiernos locales en el siglo XXI también conlleva nuevos retos: responder a los efectos del cambio climático, a las transformaciones socio-espaciales en las urbanizaciones y barrios, y a la evolución de las competencias económicas e institucionales de la administración que exigen una reinterpretación del papel de los funcionarios electos y de los responsables políticos locales. Pero cabe destacar que los retos no son necesariamente negativos, y que la gestión defensiva y reactiva, puede ser contraproducente.

Muchas ciudades crecieron sin planificación, no se previó el número de ciudadanos que podrían depender de la urbe para sus negocios, trabajo, educación, transporte, salud y servicios especializados. Por otra parte, los antiguos planes maestros se preocupaban más por el diseño de las calles, de las conexiones y carreteras, que de mejorar la calidad de vida a las localidades. Las excepciones son ciudades que fueron diseñados para proporcionar una gama completa de servicios para una amplia población, como Brasilia (data del siglo XX), Chandigarh (India, diseñada en el siglo XX), Barcelona o Berlín (diseñadas en el siglo XIX). El crecimiento a gran escala también fue previsto y considerado cerca de Shanghái (Worldwatch Institute 2009) y en general en China, donde se planificaron ciudades nuevas en este siglo para un millón de habitantes, algunas de ellas todavía sin habitar. Estas ciudades han previsto un centro, con servicios, universidades, espacios públicos y comerciales y parques para que la población viva y trabaje

Los ciudadanos incrementan su participación en el desarrollo urbano, por ejemplo, a través de los presupuestos participativos, los planes de acción comunitarios o las iniciativas barriales. La participación incrementa la apropiación de la ciudadanía y desemboca en nuevas formas de colaboración entre gobierno local y las organizaciones de la sociedad civil, para la prestación de servicios públicos, entre otras funciones. Además, el sector informal en muchas ciudades contribuye substancialmente a la economía urbana y requiere nuevos mecanismos de cooperación.

El gobierno local carece a menudo de los recursos económicos y los conocimientos técnicos para construir viviendas, escuelas, sistemas de tratamiento de aguas servidas o transporte. En Europa, por ejemplo, desde los años setenta los gobiernos de Alemania y Francia han reducido su participación en la construcción de viviendas sociales y servicios públicos como agua o gestión de residuos, los que son crecientemente administrados por el sector privado. Cuando los gobiernos locales ceden sus equipamientos pierden control sobre la calidad y variedad de los servicios prestados, aunque puede haber sus excepciones, si los mecanismos están suficientemente robustos, como por ejemplo en asociaciones público privadas. En consecuencia, macro-proyectos urbanos o la regeneración de áreas suburbanas o periféricas, requieren de la participación del sector privado.

Con el desarrollo de la urbanización y la escasez de suelo urbano, cada vez más gente se verá obligada a establecerse en zonas de alto riesgo. Estas poblaciones suelen ser las más vulnerables y, por lo tanto, las más afectadas por los desastres naturales. Según ONU-Hábitat, 4 de cada 10 viviendas precarias están ubicadas en zonas de riesgo. Esto tiene particular relevancia si se eleva el nivel del mar o se alteran los patrones de lluvia debido al cambio climático.

El cambio climático es uno de los mayores retos del nuevo milenio. Muchas grandes ciudades, sobre todo en países en desarrollo, se han construido en zonas costeras y son especialmente vulnerables a los desastres como inundaciones, huracanes y tifones. A pesar de todo, una planificación urbana adecuada, la adopción de medidas de adaptación y el respeto de las normas de construcción puede contribuir a reducir el impacto de las catástrofes naturales. La adaptación es vital en cualquier plan estratégico sostenible, debemos cultivar la resiliencia.

Los combustibles fósiles y las fuentes de energía, tales como petróleo y gas, además de contribuir al calentamiento global, son recursos limitados. Los expertos convienen que la escasez de la energía será crucial en este siglo, que hasta guerras propiciarán (ya lo estamos viendo). Hoy, las ciudades necesitan prepararse para esta situación e intentar reducir su dependencia de los combustibles fósiles. Será necesario desarrollar nuevos conceptos para el suministro de energía, para el transporte y la vivienda. Esto también conlleva repensar los modos de provisión de suministros y bienes en la ciudad, por ejemplo: la alimentación y la energía necesaria para transportarla de las granjas a la mesa. La escasez de energía requerirá invertir más en fuentes de abastecimientos locales y proyectar ciclos de producción más cortos. En particular, las ciudades que concentran empleos con un alto consumo energético o de alta productividad necesitan repensar la ciudad como un lugar únicamente de consumo, pues caso contrario, tenderán a desaparecer próximamente. Ya Europa se avecina a vivir uno de sus peores inviernos en la historia reciente, y todo porque han sido ciudades que se han establecido bajo modelos de alto consumo energético.

Se ha puesto de manifiesto que la planificación no puede verse como un elemento aislado, sino que debe enmarcarse en el contexto cultural, histórico, económico y político de una región. E irse adaptando, a medida que las circunstancias lo ameritan.

Las estrategias deben abordar las necesidades y los intereses de todos los actores implicados en el desarrollo urbano: gobiernos locales, gobiernos nacionales, sector académico, organismos internacionales y multilaterales, ONG y comunidades locales, sector privado, redes y asociaciones civiles. Todos trabajando por un fin común: mejorar la calidad de vida y adaptarnos a los cambios que el planeta nos marca. No debemos ser nosotros los catalizadores del deterioro, por el contrario, debemos ser agentes transformadores para el bien común.

Se debe planificar para hacer de la gestión local una garantía de calidad de vida; debemos planificar sin dejar de hacer, que es realmente el mayor reto, porque la gente no puede esperar que terminemos de ponernos de acuerdo para ejecutar, entonces debe hacerse de manera simultánea, y los regentes territoriales, en todos los ámbitos, deben ser capaces de garantizarlo. Espero haberles contribuido,¡hasta la próxima entrega!

Twitter: @juzcategui29

UrbanoCity -la ventana en positivo de las ciudades- (Twitter: @Urbano_City, Facebook: UC – Urbano City e Instagram: @UrbanoCity)

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