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«Enamorada en secreto detrás de tu sonrisa»

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«Et la solitude bavarde»  [Y la charlatana soledad] (PAUL ELUARD)

No se puede hacer una idea de las vueltas que le da a la cabeza un profesor para explicar algo en clase. No se imagina usted cómo uno intenta lograr la atención de sus alumnos a toda costa. Los chavales modernos, nativos digitales, parecen concentrar todo su esfuerzo en los dedos. Hay una especie de ansiedad en la atmósfera adolescente, como una prisa alocada a la hora de estar en el aula, que un profesor trata de entender y no puede. En fin, esta mañana me preguntaba yo qué podría hacer para mover a los asistentes a clase a leer un libro de los que casi no se habla fuera del entorno académico. El plan de estudios de este curso dispone que los alumnos lean, entre otras lecturas obligatorias, La Celestina de Fernando de Rojas ¿Será acaso verdad que cada vez leen menos? Bueno, al nombrar la obra, la primera pregunta que me hicieron fue esta: «¿Cuántas páginas tiene?».

Hoy es raro ver a gente leyendo libros de papel en lugares públicos como cafés, parques, tranvía, salas de espera, etcétera. Claro que usted puede argumentar que la gente lee en casa o donde le da la gana. Creo que los soportes digitales –ebooks, tablets– han hecho daño al libro de papel, y a pesar de que esta situación nos disguste, no nos queda otra que ser La Résistance. Escritores, profesores, lectores, bibliotecarios, filósofos, artistas y hombres de letras tenemos que resistir y contener esa prisa de los que no guardan la compostura, no saben esperar a nada ni le buscan sentido a las ideas, las palabras, los conceptos.

Con tristeza comprobamos día a día el abandono del diccionario en las aulas. Renunciando a esta herramienta esencial, los hablantes pasan de largo sin ver los diferentes significados de vocablos que guardan secretos, riqueza y ambigüedades. Los otros, los que sí usamos diccionarios, estamos agradecidos. Estos nos sirven de refugio a los clandestinos para forzar una expresión quizás inadecuada en una situación de riesgo, pero a la vez necesaria.

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Volviendo a la obra de Rojas, estaba yo buscando información en la red para incitar a los chicos -y chicas- a su lectura cuando encuentro una página supuestamente seria que en el sexto párrafo desvela el final de la historia. No me lo creía. Cuéntele usted a sus alumnos el argumento de una lectura obligatoria que ellos ya se encargan de fingir que la han leído sin haber pasado de las primeras diez páginas.

Para lograr el interés de los alumnos, uno les dice que el libro cuenta una historia de amor. Uno ha de advertirles que el contexto medieval no es el mismo que vivimos hoy. Es bueno añadir que en el siglo XV no había Instagram ni Internet y no era fácil ver posados sexis de Melibea. Calisto tenía que negociar con la alcahueta para conseguir que la joven moza se fijase en él. A lo mejor aquí empieza a captar su interés por la obrita. Uno ha de mantener su atención un poco más y picarles la curiosidad. Con decisión es el momento de proponerles un reto de leerla y asegurarles que todos, o la mayoría de ellos, acabarán con mal sabor de boca porque la obra no es benévola con el amor.

Proponerles el reto de leerla y predecir un mal sabor de boca porque la obra no es generosa con la idea del amor. Decirles, no obstante, que si quieren pensar cosas buenas del amor, que intenten leerse La princesa prometidaThe Princess Bride– de William Goldman. No puedo prometer que no vuelvan a interesarse por el número de páginas. Van a ser más felices después de leer esta otra historia en la que, al igual que en La Celestina, hay magia, pasión y sufrimiento. Alguno ya habrá soltado desde el fondo de la clase en voz alta que vio la película. Y así nos va.

La princesa prometida

Cite los excesos de Romeo Montesco al encapricharse de Julieta, hable del amor inmortal de Catherine y Heathcliff en Cumbres borrascosas. Tal vez consiga alegrar la vida de estos jovencitos con la ayuda de la literatura.

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