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Desvarío y pobreza

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Hace pocos días Nicolás Maduro en reunión con su vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez, y sus ministras de Ciencia y Tecnología, Gabriela Jiménez, y de Educación Universitaria, Tibisay Lucena, dejó caer una genialidad, palabras más, palabras menos: Aplicar un método que es traer a los mejores profesores, los mejores científicos del mundo a dar clases en Venezuela en las universidades y también para que formen a nuestros profesores

Es evidente la intención de copiar a Hugo Chávez, su galáctico mentor,  en eso de lanzar una ocurrencia ante cualquier tema trascendente por insólita o inconveniente que  resultase,  que lograba concretarlas porque contaba con los dólares (los nuestros) necesarios para financiarlas. Esas “ocurrencias” en su mayoría  estaban orientadas a destruir las estructuras existentes.  El ejemplo más notable fueron  las famosas misiones que embaucaron a miles, o más bien millones de  ingenuos, esperanzados en alcanzar un status y un mejor nivel de vida  con una formación exprés, en lugar de destinar los recursos a resolver la prolongada crisis educativa; o bien usando a los médicos cubanos como mercancía para prestar un servicio mediocre, en lugar de reforzar la presencia de los estudiantes de medicina y  los recién graduados para cumplir esa tarea, y pare usted de contar.

Los recursos se agotaron, las misiones se esfumaron y las crisis de la educación, la salud  y todas las estructuras del país se profundizaron.

Pero aún así y habiendo cumplido eficientemente  la tarea de destruir las universidades y la educación pública en general, Maduró expresó a sus funcionarias la estrambótica  idea de traer a los mejores científicos extranjeros para dar clases en Venezuela. Cantidad de preguntas se desprenden de la genial sandez: ¿De dónde vendrán, cuánto les pagarán o  será un intercambio con algún mandatario  amigo? Y la más importante, quienes serán los receptores y multiplicadores de esa formación teniendo en cuenta la deserción masiva de docentes debido a sus miserables salarios ahora incrementados con el instructivo Onapre, curiosamente declarado inexistente por el TSJ, a pesar de que  se sigue aplicando para desmejorar los salarios de los educadores.

De acuerdo con la investigación del Observatorio de Universidades,  los profesores universitarios venezolanos tienen el salario más bajo de Latinoamérica incluso por debajo que el de Cuba y Haití por lo que se ha perdido el  atractivo por la carrera académica.

Si algo resulta dolorosamente ilustrativo de la miseria a la que han sido condenados los docentes universitarios, es la recolecta que se hace en la Casa del Profesor Universitario de la UCV de  insumos como harina, granos, arroz, avena, sardinas, sal, azúcar, galletas, productos higiénicos, pañales para adultos para profesores jubilados, estamos hablando de profesores que destinaron su vida a la formación de profesionales y que han sido llevados a la máxima degradación, arrebatándoles  el salario y el seguro de salud con el que contaban para tener su vejez digna.

Pero hay otra propuesta relacionada con la educación que es la de enviar adolescentes venezolanos entre 14 y 16 años de edad a recibir formación científica y tecnológica en Irán como parte de un convenio entre ambos países

Esta imprudente propuesta, en caso de concretarse, arriesgaría la seguridad de los jóvenes que sean reclutados para este programa en un país donde podrían estar expuestos a que cualquier comportamiento sea castigado por  la fanática “policía moral”, como sucedió recientemente a la  joven de 22 años, Mahsa Amini, quien falleció luego de ser arrestada y golpeada  en plena vía pública por no llevar bien puesto el velo, crimen que ha conmovido al mundo, menos a Nicolás Maduro que programa ese destino educativo para adolescentes venezolanos, ni a las otrora aguerridas feministas chavistas que han permanecido silenciosas.

Con esta hazaña Maduro no solo ha mostrado su precaria formación educativa y cultural sino también su disposición a reverenciar  a sus nuevos padrinos, de muy malas costumbres por cierto, como esa que acabó gratuitamente con la vida de la bella Masha.

 

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