La historia de los países no debe ser contada como una simple secuencia de eventos y fechas porque eso convierte a esta disciplina en algo muy aburrido y con ello se comete un grave error, pues genera desinterés en el pasado y es allí cuando recordamos esa célebre frase atribuida al poeta y filósofo estadounidense de origen español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás que dice: “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.
En ese sentido, la historia de Estados Unidos es muy rica y aún falta mucho por aprender sobre la presencia española y sus aportes en la región; por lo cual es necesario recordar que el Imperio español llegó a ocupar más del cincuenta por ciento del actual territorio de Estados Unidos y que en él estaba incluida “California,” la cual se llamó así desde su descubrimiento.
En los tiempos del rey Carlos III de España (1716-1788), fue enviado al “Escorial” un documento titulado “Situación geográfica y política de California” que reposa en el Archivo General de Indias el cual revela datos interesantes de cómo era la situación de aquél entonces.
En primer lugar, se hace una descripción de la zona, donde establecen que “California” es una península situada en el Mar Pacífico del Sur que tiene al poniente el Pacífico, al oriente el canal de los ríos Colorado, Pima, Gila, San Pedro y otros, al norte con “provincias y países desconocidos” y hacia el sur Nuevo México, Sonora y Nueva Galicia y especificaban que tenía un ancho de 25 leguas y hacia el interior 100 leguas.
Con respecto a la parte agrícola y pecuaria el manuscrito indica que la tierra no era fértil en producción, pero sí abundante en ganados y hace una llamada especial a la existencia de viñas cuyo vino describen como excelente. Por otro lado, también se hace referencia a la abundancia de otras riquezas tales como la presencia de minas de plata, oro y la pesca de perlas.
En cuanto a los puertos se habla de que los más importantes en ese momento eran el puerto del Cabo San Lucas y de San Joseph, donde recalan los barcos que llegan de Asia y las Filipinas cuyos viajes tardaban entre 6 y 7 meses y que entre los años de 1747 a 1749 arribaron naves de guerra holandesas con las que realizaron intercambios comerciales sin ningún problema. Sobre este punto es importante decir que en otros documentos españoles se informa también de las incursiones de otros países tales como Rusia e Inglaterra.
En lo referente a los habitantes originales de la región, se aseguraba que su número no era grande, que fueron organizados en pueblos bajo la tutela de las “Misiones de la Orden de la Compañía de Jesús” y que en la conducción de la región existía un hecho irregular pues en el documento se expresa que “el gobierno espiritual, político, militar y eclesiástico” estaba en manos de estos clérigos, lo cual generó una situación muy conflictiva al punto de que se alertaba al rey de lo sucedido y que tenía que tomar cartas en el asunto para restituir el equilibrio de los poderes; por lo que creemos que éste fue uno de los tantos problemas entre dicha orden religiosa y la Corona Española en donde el rey Carlos III terminó por expulsar a los jesuitas de los dominios de España en marzo de 1767.
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