Coronar las 14 cumbres de más de 8.000 metros del mundo está en la lista de deseos de cualquier alpinista ambicioso. Menos de 50 personas han conseguido tal hazaña, pero el nepalí Sanu Sherpa lo ha hecho por duplicado.
Su ascenso a la cumbre del Gasherbrum II (8.035 metros) en Pakistán el mes pasado completó esta doble escalada sin precedentes a los 14 ochomiles.
Como es habitual, subió a la cima como guía de un cliente, en este caso un escalador japonés.
«Lo que he hecho no es algo que sea imposible», dice a AFP el alpinista de 47 años. «Solo hacía mi trabajo».
Sherpa, que empezó trabajando en la montaña como porteador y asistente de cocina, coronó su primer ochomil en 2006 como guía de un grupo surcoreano en la cumbre Cho Oyu.
«Notaba que los escaladores coreanos no serían capaces de hacer la cima, pero yo tenía que hacerlo porque no conseguiría trabajo si volvía sin éxito», recuerda.
La zona de la muerte
Los guías nepalíes, normalmente de la etnia sherpa que habita los valles alrededor del Everest, están considerados la médula espinal de la industria del alpinismo en el Himalaya. Cargan con la mayor parte del equipo y la comida, fijan las cuerdas y reparan las escaleras.
Es una ocupación de riesgo. La altitud superior a 8.000 metros se conoce como «la zona de la muerte», porque no hay suficiente oxígeno en el aire para mantenerse con vida durante un largo periodo.
De media, 14 personas mueren cada año en los 8 ochomiles que hay en Nepal.
Y un tercio de las muertes en el Everest es de porteadores locales, una estadística que destaca el riesgo que asumen para cumplir el sueño de sus clientes de alcanzar los picos más altos del mundo.
«He visto muchos cuerpos subiendo o bajando la montaña», dice Sherpa.
«Yo ando en la misma ruta o en la misma montaña», continúa. «¿Cómo vivirá mi familia y mis hijos si yo termino con la misma suerte?».
De granjero a alpinista
Sanu Sherpa creció en el distrito de Sankhuwasabha en el este de Nepal, una remota zona rural y pobre donde se levanta el Makalu, la quinta montaña más alta del mundo.
Con 30 años, mientras muchos compañeros hacían dinero en las cumbres, él cultivaba patatas y maíz y criando yaks.
«Me preguntaba a mí mismo: ¿si aquellos que no podían cargar tanto como yo volvían al pueblo después de escalar montañas, por qué yo no podía hacerlo?», dice.
Finalmente decidió seguir ese ejemplo, deseando que este trabajo le permitiera sostener a su familia de ocho miembros y cumplir su sueño de «vestir equipamiento de montaña».
Usó las botas usadas de otro escalador para la cumbre del Cho Oyu, un éxito que le allanó el camino como guía en otros ochomiles.
En 2019 ya había subido al menos dos veces a la mitad de los 14 ochomiles y un escalador extranjero le sugirió que intentara completar la hazaña.
Siete veces el Everest
Durante mucho tiempo en la sombra de sus clientes extranjeros, que pagan más de 45.000 dólares para escalar el Everest, los alpinistas nepalíes poco a poco van recibiendo el reconocimiento que merecen.
En los últimos años varias películas han puesto luz sobre el papel crucial de los escaladores nepalíes, como «Sherpa» lanzada en 2015 o la más reciente «Los 14 ochomiles: No hay nada imposible».
El ministro de Cultura y Turismo de Nepal, Jeevan Ram Shrestha, aseguró que el doble ascenso a las cumbres más altas del planeta coloca a Sanu Sherpa como «una fuente de inspiración para los escaladores de todo el mundo».
De hecho, su récord va más allá: Sherpa ha subido siete veces al Everest y tres veces a otros cuatro ochomiles.
Nuevamente en Katmandú tras lograr su hazaña, el alpinista prepara una cuarta ascensión al Manaslu con un cliente y está recibiendo ofertas de otras expediciones.
«Puedo hacer la triple ascensión», dice. «Pero eso puede depender de la suerte».
Su familia le dice que ya ha enfrentado suficientes retos en la montaña y que ha llegado el momento de colgar sus botas.
«A veces quiero ir y a veces no», reconoce. «¿Pero qué hacer si no escalar? No hay otro trabajo».
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