Durante un debate parlamentario en abril expresé mi preocupación por la relación que la India mantiene con Rusia. Mis palabras fueron recibidas con silencio y rostros serios, pero lo ocurrido en los últimos cinco meses no hizo más que fortalecer mis argumentos.
El debate estaba relacionado con la guerra en Ucrania. Mientras comentaba que me parecía deplorable la reticencia india a llamar las cosas por su nombre, reconocí que el país dependió durante mucho tiempo del Kremlin para abastecerse de armamentos y repuestos para la defensa, y agradecí el prolongado apoyo ruso en cuestiones fundamentales como Cachemira y las tensiones fronterizas con China y Pakistán, pero señalé también que la guerra en Ucrania y las sanciones de Occidente habían debilitado considerablemente a Rusia. Por ejemplo, el embargo de circuitos integrados fabricados con semiconductores afectó significativamente su capacidad para producir los productos electrónicos avanzados y bienes para la defensa que constituyen la base de la dependencia india.
Aún peor, sostuve, es que la guerra puso de relieve y reforzó la dependencia rusa de China como su principal socio en el mundo, una relación que se intensificaría a medida que Rusia se debilitaba. La India difícilmente podría entonces depender del Kremlin para contrarrestar las agresiones chinas, de las que las invasiones territoriales y el asesinato de 20 soldados indios en junio de 2020 por el Ejército Popular de Liberación son un ejemplo.
Mis amigos rusos (y rusófilos) desestimaron mis temores en privado, señalando su confianza en que a Rusia le iba mucho mejor de lo que los medios occidentales habían hecho creer al mundo. Las compras indias de petróleo y fertilizantes con descuento aumentaron significativamente desde que comenzó la guerra, aunque una rebaja del 30% en el precio del petróleo después de una suba del 70% por la guerra difícilmente se pueda considerar una ganga. Algo más importante es que China y Rusia realmente parecen estar profundizando sus vínculos, lo que no augura nada bueno para las relaciones de la India con ambos países.
Rusia invadió Ucrania apenas unas semanas después de que su presidente, Vladímir Putin, y el presidente chino Xi Jinping anunciaran su asociación «ilimitada». Y desde que comenzó la guerra ambos países afirmaron reiteradamente su concordancia geopolítica.
El mes pasado Dimitri Peskov, secretario de prensa de Putin, denunció a Estados Unidos por permitir que la presidenta de su Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitara Taiwán. «Eso no busca fomentar la libertad y la democracia» declaró. «Es pura provocación. Hay que llamar a esas actividades por sus nombres».
Una semana después, China devolvió el favor. En una entrevista con la agencia de noticias estatal rusa TASS, el embajador chino en Rusia, Zhang Hanhui, afirmó que Estados Unidos «inició y fue el principal incitador a la crisis ucraniana». Haciéndose eco de otra frase favorita del Kremlin, Zhang también dijo que «el objetivo final» estadounidense es «agotar y aplastar a Rusia con una guerra prolongada y el garrote de las sanciones».
Aunque este tipo de reciprocidad señala la creciente conciencia sobre la coincidencia en sus intereses geopolíticos, no logra ocultar el desequilibrio fundamental en la relación bilateral. Sometida a la tensión que le causan las sanciones occidentales, Rusia depende fuertemente de China, principalmente como mercado para sus exportaciones y fuente de suministros esenciales. Las importaciones chinas de Rusia aumentaron más de 56% desde que comenzó la guerra y China es el único país que puede proporcionar a Rusia los productos de consumo que antes conseguía en Europa y Estados Unidos. Por otra parte, según Alexander Gabuev, miembro senior del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, el yuan chino bien podría convertirse en la «moneda de reserva de facto para Rusia, aun sin ser totalmente convertible».
Xi, a quien pronto confirmarán como líder primordial para un tercer mandato, algo sin precedentes, es perfectamente consciente de este desequilibrio y lo está aprovechando para conseguir gigantescos beneficios. Con su respaldo diplomático a Rusia demuestra que Occidente no lo intimida y, al mismo tiempo, aprovecha el creciente dominio chino de los mercados rusos y la posición más firme del yuan. Y las empresas chinas —que venían a los tumbos debido a las enérgicas medidas regulatorias en su contra desde fines de 2020— no van a quejarse de los considerables beneficios que pueden obtener con las ventas a Rusia.
El Kremlin no está en condiciones de quejarse por los abusos en los precios chinos, y ni hablar de negarle su apoyo a China en cuestiones clave como Taiwán y arriesgarse a alienarla. Como dijo Gabuev, «Rusia se está convirtiendo en un gigantesco Irán euroasiático: relativamente aislado, con una economía más pequeña y tecnológicamente atrasada debido a sus hostilidades hacia Occidente». Rusia sabe que, como tiene pocos amigos, no le queda más opción que seguir con China, una postura que probablemente exhiba cuando Putin se reúna con Xi en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái este mes.
Con este telón de fondo, la India debe revisar con urgencia sus opciones geopolíticas y reconocer que nunca necesitó menos a Rusia. Su dependencia del armamento ruso —por el que paga fortunas— cayó de 75% en 2006-2010 a menos de 50% en 2016-2020 (y se estima que actualmente es de 45%). Esto refleja los esfuerzos de la India por diversificar sus compras para la defensa. Estados Unidos, Francia e Israel se convirtieron en proveedores clave. Además, el apoyo de Estados Unidos implica que la India ya no necesita el poder de veto ruso para mantener a Cachemira fuera de la agenda del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La India debe reconocer también la necesidad de cooperar con otros para limitar la desmedida ambición china. Considerando su gradual transformación en un Estado satélite de un imperio chino en ascenso, Rusia es un socio cada vez menos convincente en esos ámbitos. La necesidad de la India de establecer y apuntalar sus propias asociaciones aumenta debido al riesgo de un eje hostil chino-pakistaní en su frontera. Rusia será, en el mejor de los casos, ambivalente al respecto (y, en el peor, cómplice). La India no puede depender de la Rusia que se ve venir, gravemente debilitada por sus desventuras en Ucrania.
La guerra en Ucrania creó líneas geopolíticas de fractura que obligaron a los países a tomar decisiones estratégicas difíciles. También la India debe hacerlo.
Traducción al español por Ant-Translation
Shashi Tharoor, ex subsecretario general de la ONU, exministro de Estado y Asuntos Exteriores de la India y exministro de Estado para el Desarrollo de los Recursos Humanos, es miembro del parlamento del Congreso Nacional de la India.
Copyright: Project Syndicate, 2022.
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