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El Leibniz de Sandra

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Por MARÍA RAMÍREZ DELGADO

La Mónada es parecida a lo que sería mi alma*

Los libros tienen la propiedad de conectar a los seres humanos. La mayoría de las veces nos enlazan con su autor o con los involucrados en el trabajo de hacer tangible ese objeto y, así, nos vinculan con un amigo con el que comentamos la lectura, pero hay más. También conectamos con partes desconocidas de nosotros mismos cuando se trata de un libro medular y si nuestro momento vital lo permite, digo esto porque no recuerdo si fue algún amigo en común el que me prestó el libro o si acaso lo compré bajo el puente de las Fuerzas Armadas o en alguna otra venta de libros usados. Lo cierto es que hace una década, o quizá dos, llegó a mis manos un libro, en este caso una pequeña edición con una selección de obras del filósofo alemán Gottfried Leibniz. Me interesó sobre todo la lectura del tratado metafísico  conocido como Monadología. Este texto estaba poblado, como un mapa, de resaltados de distintos colores, de anotaciones al margen y de referencias a otros autores: Aristóteles, Descartes, Malebranche… en fin, tenía en sí las piezas que permitían construir la llave para acercarse al entendimiento de esas sustancias simples, de las monadas; pero lo que realmente interesa a efectos de este artículo estaba en la primera página y era una firma a manera de exlibris: Sandra Pinardi.

El origen del cambio es interno*

Este libro supuso para mí la entrada a un mundo de cuestionamientos insospechados, a la búsqueda del entendimiento de la filosofía como un acto creador y fue así como conocí a Sandra Pinardi. Lo hice mediante su presencia pedagógica en un libro, que era una invitación al estudio, sus anotaciones me guiaron a través de los parágrafos, los colores del subrayado a través de los conceptos, y sus escritos al margen me hicieron volver la mirada e intentar la comprensión de aspectos particulares. Más adelante, cuando me encontré cara a cara con la profesora Sandra, esa presencia se extendió en las lecciones, en su trato amable y sonriente, incluso cuando hablaba de algún tema de nuestra actualidad como durante las protestas en 2017, cuando se sabía obligada por el inestable momento expresaba sus opiniones con una combinación exacta de serenidad y fuerza.

Real es lo que está presente*

En 2018 tomé el curso sobre la experiencia y la posibilidad del lenguaje en el pensamiento de Walter Benjamín y Giorgio Agamben que Sandra dictaba en la Maestría de Filosofía en la Universidad Simón Bolívar. Nuevamente nuestra relación estaba signada por los libros y el estudio de la filosofía. En las clases su invitación al cuestionamiento surgía con la gravedad de un diagnóstico. Así que compartir con ella era preguntarse acerca de lo que decía, por qué lo decía y cómo lo decía. En sus palabras como profesora era donde desplegaba toda su lucidez, con las ideas organizadas sobre un entramado matemático, sobre todo cuando me señalaba cualquier desacierto (como, por ejemplo, sobre mi afán solipsista que ella combatía con gran insistencia). Las clases eran un ejercicio filosófico, no se trataba de hacer demostraciones sino de compartir, desde lo profundo, el razonamiento para intentar llegar a la verdad.

Experimentamos los vínculos entre las mónadas, pero no las mónadas*

*Anotaciones al margen de Sandra Pinardi en la Monadología.

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