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Chile: «Tendencia irreversible»

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El plebiscito constitucional de Chile ya ocurrió. Una vez más se ha demostrado que las encuestas, por más científicas que sean, apenas son una herramienta medianamente confiable para el análisis electoral. Cierto es que la opción “Rechazo” se presentaba con alguna ventaja -de cinco o seis puntos- pero nunca nadie pudo anticipar una paliza de tal magnitud. Es hora de buscar algunas similitudes -y eventualmente lecciones- que puedan servir a los venezolanos, ya sea para imitar o desechar.

Lo primero que hay que resaltar es el discurso del presidente Gabriel Boric la noche que se conocieron los resultados. En el mismo anunció que la necesidad de refundar Chile no había sido enterrada sino que por otras vías -suponemos que constitucionales- el proyecto sigue en pie para buscarle otro camino. Las palabras de Boric fueron comedidas a diferencia  de las de Chávez en el referéndum de 2007 cuando reconoció la victoria  “de m……” (textual)  de quienes habían derrotado la enmienda propuesta anunciando al mismo tiempo que no retiraba ni una palabra de su iniciativa. En 2009 el titán de Sabaneta se salió con la suya logrando establecer la reelección y otras atribuciones destinadas a perpetuar y fortalecer su proyecto político. ¿Irá Boric a hacer lo mismo?

Cierto es que las circunstancias que arroparon a uno y otro proceso son diferentes, pero sí se asemejan en el deseo presidencial de hacer caso omiso a la voluntad popular democráticamente expresada y en el caso chileno por márgenes de paliza.

Sin embargo, ha quedado claro que el proceso político iniciado en 2020 con la quema de instalaciones del Metro y el caos político subsiguiente propiciado por los que ahora son una minoría no ha concluido. Cuando escribimos estas líneas ya los mismos agitadores vencidos en las urnas han comenzado a producir disturbios en las instalaciones del mismo Metro, ocasionando cierre de estaciones y zozobra pública.

También es cierto que el desarrollo de la vida chilena de los últimos años sigue siendo mucho mejor que en el resto de América Latina (excepto Uruguay) lo cual había generado las distorsiones propias de los esquemas económicos liberales dando lugar a muy justificados reclamos que -como en todas partes- fueron aprovechados y mediatizados hasta lograr poner contra la pared al gobierno de Piñera -pulcramente democrático- llevándolo en 2020 a tener que convocar la Constituyente dentro de un clima de hartazgo generalizado con la clase política igual que en otras latitudes.

Ese hartazgo y escepticismo provocó que muchos de quienes se postularon como constituyentistas fueran extremistas disfrazados de antipolítica, cuando en realidad eran militantes de la refundación iconoclasta y utópica de una nación disfrazándola de inclusión, pluriculturalidad, etc. En esa elección la concurrencia fue mínima y la abstención resultó ampliamente mayoritaria. Resultado: llegó por vía democrática a la Constituyente una fauna que aprovechando su precaria legitimidad de origen asomó discursos e iniciativas absolutamente reñidas con los requerimientos de la mayoría, castigada por haberse quedado anteriormente en su casa. Buena lección para los venezolanos que piensan que la abstención puede ser un arma política efectiva. En el plebiscito chileno del domingo 4 la participación fue la máxima registrada en toda la historia de Chile porque la gente entendió las consecuencias de la abstención. Por eso es que el resultado arrojó un margen en favor del Rechazo de 61,8% contra 38,12% por su aprobación. De esa experiencia a lo mejor se puede obtener alguna enseñanza.

Cuando uno escuchaba las intervenciones de los extremistas de izquierda disfrazados de antipolítica el asombro era la reacción ineludible ante insólitas peroratas que no podían sino llevar a Chile o cualquier otro país a su disolución. Parece que con ello cavaron su propia tumba, causando el pánico que se manifestó en una participación superior a 90%.

Hubo quienes auparon la idea de crear un “Estado Plurinacional” en el que se pretendía dar una cuasi-extraterritorialidad a los combativos  mapuches del sur y a otras diez etnias de ínfima presencia en el país. Eso puede ser realista en Bolivia o en Ecuador, cuya presencia indígena es mayoritaria, pero no en Chile donde definitivamente no lo es. Tan es eso así que precisamente en los territorios habitados por las minorías fue el rechazo el que se impuso en todas ellas.

Se pretendía aprobar una Constitución de casi cuatrocientos artículos convertida en una lista de deseos, bastante razonables muchos de ellos pero de improbable implementación práctica. Ello ampliaba la ya larga lista de aspiraciones como las contenidas en la Constitución de Venezuela de 1999 que aún esperan por concreta implementación. Lista de mercado sin los reales para pasar por la caja.

Punto de interés para nosotros los venezolanos es el que los resultados del acto electoral, igual como ocurrió en Colombia un mes antes, pudieron ser dados en apenas un par de horas sin recurrir al cuento de la “tendencia irreversible” con que  aquella trágicamente recordada doña Tibisay retrasaba unas horas mientras en la sala de totalización presumíamos que se manejaban vaya a saber uno que marramucias.

Ahora es cuando Boric tendrá que hacer equilibrio entre las facciones que auparon el extremismo que él en su momento abrazó, y la voluntad de un pueblo que sí se expresó en forma “irreversible”.  Afortunadamente para él, ya ha recibido los atinados consejos de Nicolás, quien públicamente ha dictaminado que el proceso chileno fue lamentable, que faltó liderazgo y demás recomendaciones que con tanto “éxito” viene él implementando en Venezuela. ¿Y aquello de la no injerencia? Bien, gracias.

@apsalgueiro1

 

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