I
En mi artículo para El Nacional del pasado 19 de agosto de 2022, titulado «Cero insatisfacción«, hablé sobre las expectativas de nuestros industriales. El punto es importante porque, entre otros temas, las expectativas de todos nosotros, incluidos los industriales, impactan directamente en la confianza que le tenemos al bolívar.
II
John Daniels (PhD Universidad de Michigan), Lee Radebaugh (PhD Universidad de Indiana) y Daniel Sullivan (PhD Universidad de Carolina del Sur) tienen un libro titulado Negocios Internacionales: ambientes y operaciones (Pearson Education, 10° edición, México, 2004) y hasta donde he llegado a saber, va por la edición 14. Es un libro que ya he mencionado en anteriores artículos y uno de los que utilizaba para apoyarme con la materia «Finanzas Internacionales», en la Especialización de Negocios Internacionales de la querida Universidad Metropolitana (Unimet).
El libro tiene 21 capítulos y el número 10 está dedicado a la determinación de los tipos de cambio. En su página 298 está documentado el caso del yen japonés y el Banco Central de Japón (BCJ).
Resulta ser que por allá en abril de 2002, el yen japonés comenzó a fortalecerse y el dólar norteamericano a debilitarse frente a las monedas mundiales, ambos hechos de manera simultánea. El caso es que lo anterior no eran buenas noticias para las empresas japonesas, las cuales, debido a la caída del 15% del yen japonés en 2001, pudieron estimular a Japón en su camino hacia la recuperación económica. Recordemos algo importante en el contexto previo: el 11 de septiembre de 2001 se registraron los ataques terroristas en territorio norteamericano.
A fin de disminuir el valor del yen frente al dólar, el BCJ comenzó a intervenir el mercado y a vender yenes lo cual y por cierto, lo hizo acompañado, en algún momento, por el Banco de la Reserva Federal norteamericano y el Banco Central Europeo. El libro, en su Figura 10.1 (página 299), recoge la evolución de la tasa yen/dólar entre abril y octubre de 2002.
Con todo y las intervenciones del BCJ, la tasa yen/dólar paso de unos 132 yen/dólar en abril de 2002 a unos 115 yen/dólar hacia mediados de julio de 2002 (¿se imaginan si el BCJ no hubiera intervenido?). Tal como usted puede verificar en un caso de la vida real, amigo lector, la intervención del BCJ no logró detener la apreciación del yen. Daniels-Radebaugh-Sullivan concluyen que y cito textualmente: «…es muy difícil, si no imposible, que la intervención produzca un impacto duradero en el valor de la moneda. La intervención puede detener temporalmente un deslizamiento, pero no puede obligar al mercado a moverse en una dirección hacia la cual no desea ir, por lo menos a largo plazo».
III
Con información que, a pesar de todo, es posible recabar siempre en el mercado venezolano, la tasa oficial para mediados de junio de 2022 fue de 5,31 Bs/dólar, la del paralelo fue 5,60 Bs/dólar y la implícita (estimada mediante la paridad del poder adquisitivo) fue de 8,62 Bs/dólar y lo cual indicaba, a todas luces, que el bolívar se encontraba sobrevaluado en 53,84%.
Para el 25 de agosto de 2022, la tasa oficial fue de 7,84 Bs/dólar, la del paralelo 9,33 Bs/dólar y la implícita de 11,87 Bs/dólar, ahora con una sobrevaluación menor e igual a 27,25% para esa fecha.
Recientemente y para el 5 de septiembre, fecha en que escribo este artículo, la tasa oficial fue de 7,94 Bs/dólar, la del paralelo 8,26 Bs/dólar y la implícita de 12,04 Bs/dólar, ahora con una sobrevaluación mayor, nuevamente, e igual a 45,73%.
Ahora bien, la paridad del poder adquisitivo no es la única perspectiva que podemos emplear para indagar sobre el “misterioso” gradiente que empuja al bolívar en dirección contraria a la sobrevaluación. Por ejemplo, está también la perspectiva clásica de oferta y demanda de divisas, misma que en Venezuela no podemos abordar pues no tenemos acceso a datos oficiales ni de comercio ni de balanza de pagos.
Por cierto que en la arena del mercado paralelo es sumamente sencillo conjeturar sobre la explicación de la mencionada cifra de 9,33 Bs/dólar en términos de cambios posicionales de las curvas tanto de demanda como de oferta, cuestión que ya han abordado en la prensa nacional nuestros economistas.
Adicionalmente está el tema global (que no local) del fortalecimiento del dólar frente a las monedas -distintas al bolívar- que circulan en nuestro país, hecho muy poco comentado en nuestra prensa nacional. Si usted, amigo lector, coloca en el buscador de su preferencia la frase clave «euro dólar gráfico» le arroja, por ejemplo, una gráfica en donde se observa cómo el dólar ha venido fortaleciéndose frente al euro desde mayo de 2021 (le sugiero que seleccione un periodo de tiempo de 5 años para que tenga perspectiva). Recientemente y a partir de febrero de 2022, una de las causas de tal fortalecimiento es, precisamente, la invasión de Ucrania por parte de Rusia y la inflación. La tasa de inflación anual en la zona del euro se aceleró al 9,1% en agosto de 2022 desde el 8,9% de julio, por encima de las previsiones del mercado del 9%.
Tal fortalecimiento del dólar se puede comprobar también mediante cualquier «índice de tasa de cambio efectiva» (los hay por allí bien prestigiosos). En efecto, cuando se compara el dólar contra una cesta de 59 otras monedas comercio ponderadas, se observa que para el pasado mes de julio y desde la perspectiva nominal, tan solo habían dos monedas más fuertes que el dólar norteamericano en el mundo: el franco suizo y el shekel israelí.
Todo lo anteriormente argumentado nos lleva a dos importantes conclusiones. La primera está relacionada con el caso de Japón: aun con la intervención por parte del Banco Central ―y de la Fiscalía y de la Sundde― el final del viaje es inmutable para el bolívar si no hay confianza, pues seguirá, indefectiblemente, su actual camino de depreciación.
La segunda conclusión es todavía más sencilla: el mercado venezolano no quiere moverse en la dirección de un bolívar al que se le asigna un valor que no tiene.
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