La corrida cambiaria de la semana pasada, con un deslizamiento importante del dólar oficial y del paralelo, no fue una crisis, pero sí fue una alerta de que hay distorsiones de fondo que pueden hacer que hasta el más común de los problemas pueda resultar en la desestabilización de todo el sistema.
El sistema al que me refiero, es la economía precaria que se ha ido construyendo tratando de mantener juntas algunas piezas; en la conciencia de que son más las piezas que están fuera de control, que las que se puedan gerenciar.
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El dólar, sin ir más lejos, es una moneda controlada por un banco central extranjero, cuya procedencia en los bolsillos de cada ciudadano, aun es una incógnita sin solución a la vista. Es tanto el dinero en billetes usados de baja denominación, que se ha convertido en el verdadero circulante. Haciendo que los bolívares que circulan, lo hagan solo como un puente rápido y transitorio hacia la tenencia de dólares, con los cuales se produzca el consumo. Y aunque trataron con el IGTF de que el consumo fuera directamente en bolívares, pues tampoco funcionó como un freno. La gente internalizó ese costo adicional de 3% y siguió como si nada… operando en dólares…en efectivo.
O sea que la política monetaria se dirige a solo una parte menor de la capacidad de demanda, que es la que no está represada en el sistema bancario, por el súper encaje de 73% por una parte, y por los bonos de cobertura por la otra. El resto, la mayor parte de la capacidad transaccional de la economía, que es en dólares, está fuera del control de la política monetaria.
Y el tema es un poco más profundo, porque sólo se dirige a la masa de dólares que está en circulación, y no a los llamados dólares en custodia, los que, sin estar bancarizados, reposan en las bóvedas de los bancos, bajo una figura parecida a las cajas de seguridad. Si esos dólares se lanzaran en masa al mercado –estamos hablando del orden de los tres mil millones de dólares- lograrían lo impensable que es que los precios de bienes y servicios, hoy los más caros de la región, comenzarán a subir por el mero juego de oferta y demanda; muchos dólares y pocos bienes… bueno…de eso se trata.
La palabra que mejor caracteriza a la masa gigantesca de pobres que tenemos en Venezuela, es “desesperanza”. El pensamiento constante de alguien que cuida carros en un estacionamiento, del mesonero en un café, de un empleado de base en cualquier empresa, y cualquier empleado público, va desde si hoy van a comer, hasta que no les alcance el dinero para mantener un mínimo nivel de vida.
Caracas es tal vez la ciudad más cara de Latinoamérica, lo cual vuelve inalcanzables los precios para esa masa de gente. Cada vez menos tienen más; y cada vez más gente, tiene menos.
Lo de la desesperanza es importante, porque la economía se mueve en base a expectativas; o bien positivas, o bien negativas. Pero lo que si es cierto es que esa expectativa se convierte en la profecía auto cumplida. Si el 94% de pobres (Encovi) cree que no habrá mejoras…seguramente no las habrá…así el 6% restante crea que sí, y que tienen cómo mover la economía ellos solos. Eso no es así…tal vez esas economías personales mejoren, pero mientras haya tantos, pero tantos pobres, la economía como un todo, no mejorará.
Tenemos que trabajar seriamente sobre la pobreza, pues se convierte en el inhibiente de cualquier posibilidad de salida.
El mercado de valores es la nueva plataforma sobre la cual hay que pensar en la reorganización patrimonial y de activos de las empresas de Venezuela. Cada empresa por sí misma, salvo excepciones, será difícil que encuentre un camino autónomo de crecimiento.
Si bien el auto financiamiento por accionistas ha llevado a que nuestra pequeña economía sea una economía sana, solo puede llegar a crecer con inyecciones de capital; ya sea vía prestamos, ya sea vía inversión…por inversionistas. Esa es la regla de oro del capitalismo: financiarse para crecer.
El concepto más radical de capitalismo está constituido por los mercados…todos los mercados… incluyendo el de valores.
Porque este último es la plataforma más amplia y flexible para captar los excedentes que pudiera haber. Hoy la economía de Venezuela no es capaz de generar ahorros, lo cual implica incapacidad para invertir. Por eso es que las inversiones se buscan afuera…así sean de venezolanos en el exterior.
De allí que la gran oportunidad, sin contar con inversiones externas, se encuentre en la optimización de los recursos con los que ya contamos. Alianzas, fusiones, adquisiciones, reestructuraciones y reorganizaciones; ya sean verticales u horizontales, son la gran oportunidad.
Optimizar la capacidad productiva, reducir los costos y ampliar los mercados, a través de la integración entre competidores, la adquisición de clientes aguas abajo, y la integración con proveedores aguas arriba.
Los que ya están adentro, ya tienen la vacuna contra la desconfianza y son los que mayores posibilidades tienen de sostenerse y crecer. Mientras que a los de afuera, les costará más acostumbrarse a la idea, de que todo lo que tenemos es precario, y más un acto de fe (¿por necesidad?) que una decisión racional.
La estrategia que ha terminado imponiéndose es la de “esto es lo que hay”, pase lo que pase, cambie lo que cambie, empeore o mejore “lo que hay, es lo que hay”.
Recomendación
- Al gobierno: Que busque integrar un plan general de comportamiento de la economía que incorpore todas las variables que están en juego, y trate de minimizar aquellas que están fuera de control; y buscar para estas últimas variables proxy que permitan, al menos, tener un control parcial.
- A la dirigencia opositora: Que evite las agresiones entre ellos mismos, porque cuando atacan a otro dirigente opositor, se hacen más daño a sí mismos, que al agredido de turno. Muy poca seriedad en el planteamiento de oposición.
- A la dirigencia empresarial: Que tome consciencia de que las inversiones colombianas no pueden sino ser positivas para nuestro empresariado. La competencia siempre es sana, y la manera de enfrentarla no puede ser vía la protección. Coopetition, es un concepto gerencial de los años 90 que hoy habría que desempolvar.
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