Aquella revolución bolivariana que se benefició de un aumento del precio del petróleo de alrededor de 1.000% desde la llegada de Hugo Chávez al poder, a inicios de 1999, quedó en el pasado, ya no emociona a sus aliados situacionales por años que eran los estratos D y E de la población. La quiebra de la industria del oro negro construyo una nueva realidad: diversas crisis que activan el desamor a la revolución. Hoy, tras dos décadas rojas, rojitas, Venezuela vive una evidente combinación de dificultades que hablan en concreto del agotamiento del proyecto chavista, para el legado de Chávez un nudo crítico.
Estado actual en Venezuela nos da una mirada de un pueblo sufriente en las calles, gritando auxilio porque hay necesidades básicas, cansado de los malos servicios públicos, escasez de gasolina, toda una situación compleja en lo existencia que deriva en la indignación y el desespero por la incertidumbre que transita el país. La revolución bolivariana está muy marchita. El “Madurismo” que lidera los actuales procesos políticos revolucionarios se revela en su acción política- administrativa como ineficiente, corrupta y sin visión de cambios. Estamos viendo el desencadenamiento de un agotado proyecto político llamado socialismo siglo XXI, sin triunfos en lo económico y menos en lo social, con un líder preso en su propio laberinto y lleno de dilemas.
Nicolás Maduro desde su llegada a Miraflores abril de 2013, se mueve con un discurso psicoemocional, violento, divisionista y fabricando enemigos y guerras ficticias, su gobierno las crisis se han trasformado algo complejo, según los diversos análisis integrales – cuantitativos y cualitativos, esta realidad está derivando más 85,0% de los venezolanos inmediatamente apuntan en señalar que Nicolás debería salir del poder en las elecciones presidenciales 2024.
Las protestas en Venezuela germinan con fuerza a partir de febrero de 2014 contra el gobierno de Maduro como consecuencia de la delincuencia, alto nivel inflación, y la escasez de productos básicos, a partir de esa fecha la situación socioeconómica de los venezolanos toma una dimensión existencial compleja. Las protestas brotan por todos lados, la crisis motiva a salir a manifestar hoy día. Sin embargo, salir a la calle elevar la voz contra el gobierno de Maduro en este momento histórico es considerado ser un traidor a la patria, lo importante “es rodilla en tierra” es mantener la vieja consigna chavista, “no importa que se pase hambre, lo significativo es mantener la revolución cueste lo que cueste”.
Haciendo una abstracción de nuestras investigaciones de opinión, las conclusiones inmediatas son, Nicolás perdió la calle, la popularidad del presidente es frágil, de acuerdo a nuestros datos cuantitativos es 17,5%, la magia revolucionaria ya no funciona en su práctica, las narrativas redentoras que los atornillo durante 22 años en el poder fueron a parar al basurero de la historia, emergiendo una gran brecha que da paso hacia el desamor de un proyecto político que esperanzo a un pueblo vulnerable y desesperado de ser visibilizado, por considerarse sujetos y no objetos.
Lo que no razona o no quiere razonar el presidente Maduro, que lo graves está en que la mayoría de venezolanos ya no creen en su discurso de que la compleja crisis país convoca con urgencia un cambio en lo político. Sin embargo, en la acera del frente está una dividida oposición venezolana, moviéndose cada una en sus estrategias y tácticas por cierto fallidas, sin enfoque compartido en cómo lograr el objetivo para la transición política. Pareciera que la oposición juega a un todo o nada, en el ajedrez político quiere un jaque mate, incluso hasta se espera la visión de la deidad de sus líderes políticos… al ritmo que va el país, llegaremos al 2024, nos daremos el feliz año 2025 con la revolución en el poder. Cada oposición quiere ser la “tapa del frasco”, no es fácil adversario político.
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