El pasado miércoles 24, Diosdado Cabello, desde su programa de odio, arremetió, como ya es costumbre en él, de manera cobarde y artera en mi contra, insultándome y tratando de descalificarme.
Diosdado no merece que le responda; y, mucho menos, que le dedique una carta. Lo hice desde Twitter y ya, lamentando, verdaderamente, que el teniente del 4 de febrero se haya convertido en un segundón y que utilice su programa, o peor aún, el canal del Estado venezolano, para atacar al chavismo.
Lo importante de este episodio es que él mismo demuestra la profunda debilidad del madurismo: el terror que le tienen a una opción chavista que los enfrente y que esté dispuesta a retomar el poder, para ponerlo al servicio del pueblo y de la Constitución.
En mi pasada entrevista con el diario colombiano El Espectador hice un conjunto de reflexiones en torno a lo que ha sucedido en Venezuela, señalando que la situación actual del país no es consecuencia del fracaso de un modelo petrolero o de la insostenibilidad de nuestras conquistas económico-sociales (argumento que termina excusando al madurismo), sino, por el contrario, es consecuencia de la destrucción de la industria petrolera por parte del gobierno y la imposición, desde 2018, de un paquetazo de derecha.
En el marco de esta conversación, la periodista del diario colombiano preguntó si estaría dispuesto a lanzarme a la Presidencia de la República -cosa que, por supuesto, confirmé-, siempre en el marco de una gran movilización nacional que tenga como objetivo salir de este pésimo gobierno.
Es eso lo que desata la violencia y la iracundia del madurismo: la posibilidad de que el chavismo tenga una opción propia, auténticamente chavista y que esté en la calle, disputándoles el poder. NO una candidatura acordada o permitida por el madurismo, sino una propuesta amplia, nacional, patriota y bolivariana, que esté dispuesta a dar al traste con esta cúpula que ha destrozado al país.
Lo mismo sucedió, cuando en 2017, una vez habiendo renunciado al gobierno, y como miembro fundador de la Dirección Nacional del PSUV, manifesté la necesidad de que el partido, ante la ausencia de Chávez y la evidencia del mal manejo de maduro, hiciera una amplia consulta entre las bases para decidir quién sería el candidato del chavismo a las elecciones de 2018.
En ese momento, también se desató la furia de maduro. Me expulsaron del PSUV, junto a otros miembros fundadores, y el madurismo arrasó y tomó el control de todas las estructuras del otrora partido de la Revolución, para convertirlo, desde entonces, en una entelequia al servicio de la retrogradación política, económica y social, a la cual nos ha llevado el madurismo.
A partir de allí, he sido víctima de todo tipo de agresiones y persecución política, con una inusitada violencia que me mantiene exiliado de mi patria.
Mientras tanto, maduro seguía abusando de la imagen y el nombre del Comandante Chávez, declarándose su “hijo“, a la vez que, cual Herodes, le pasaba cuchillo a la Revolución Bolivariana y desmontaba de manera sistemática y precisa, toda su obra y legado político.
Se rodeó de los más conspicuos representantes del “chavismo sin Chávez“ y resentidos en contra del Comandante, la derecha civil y militar que siempre estuvo allí, agazapada y asaltó el poder de la mano de maduro. Crearon, incluso, un partido de colores pasteles, dirigido por los más claros representantes del antichavismo: los hermanos Rodríguez; y, a partir de allí, la derecha pasó a la ofensiva. Desmantelaron y entregaron Pdvsa; arremetieron contra el Arco Minero; entregaron la economía al gran capital; arrebataron al pueblo sus conquistas económicas y sociales; y, sobre todo, actuaron con inusitada violencia y represión en contra del pueblo, convirtiendo la violación de los derechos humanos en una política de Estado.
Pero, el país se resiste. El pueblo venezolano, a pesar de la traición de las élites políticas, de la ausencia de una vanguardia, y, de los complejos mecanismos de control social, incluyendo, la represión y el miedo, no acepta la imposición del paquetazo de derecha de maduro. Nadie se cala “su milagro económico”, que ha destrozado nuestra industria petrolera y provocado la caída de 80% de nuestra economía, condenando a más de 90% de la población a la pobreza y a 70% a la pobreza extrema, con salarios de hambre, provocando el éxodo de más de 6 millones de venezolanos.
A pesar de que maduro gobierna a sus anchas, dispone de todas las instituciones y del poder militar –lo que le permite hacer lo que le da la gana–, no han sido capaces de concitar el apoyo popular. ¡Nadie los quiere, nadie! Solo una minoría que se ha enriquecido y vive de las prebendas del Estado; pero la inmensa mayoría del país repudia a nicolás maduro y a los cabecillas del madurismo. Dicha animadversión extendida, también es sentida por el chavismo –el de a pie– y por los sectores populares.
Para mantener esta absurda situación, esta tiranía que oprime al pueblo mientras entrega el país, el madurismo, ha violado la Constitución y las leyes, desmantelado nuestras instituciones, contando con el apoyo de la dirigencia del PSUV, la nueva élite político-militar, corrupta que se reparte el país y también por algunos sectores de la oposición y del empresariado; una pléyade de oportunistas, que están dispuestos a convivir con este desastre a cambio de migajas del poder, de tener una actuación tolerada por el madurismo; mientras que ciertos empresarios se están lucrando y beneficiando de la tragedia de los venezolanos. Desde 2018, maduro gobierna para sus grupos económicos y para Fedecámaras.
Por otra parte, el madurismo ha logrado corromper a los Altos Mandos Militares, fracturando el ideal bolivariano en su seno, haciéndolos partícipes y beneficiarios de la rebatiña a las empresas del Estado, entre ellas, Pdvsa.
El cuadro político actual refleja una tremenda desconexión de las élites con el pueblo, con los ciudadanos. Hay un rechazo extendido del país hacia estas cúpulas corruptas, con políticos y militares que han acabado con nuestra patria, sean estos maduristas o colaboradores del madurismo, tanto del empresariado como de la oposición.
Mientras ello sucede, el chavismo está disperso. El movimiento popular y los trabajadores están desmovilizados, sin objetivos nacionales de lucha; y, en la mayoría de los casos, resignados o manipulados por la propaganda y mecanismos de control social del madurismo.
El país no aguanta más; resiste, pero las condiciones de vida y el quiebre de la institucionalidad, la disfuncionalidad del Estado, impiden cualquier mejora de la situación. Con este gobierno no hay esperanza de resolver nada, ni siquiera los aspectos inmediatos, sencillos, de la vida diaria de la inmensa mayoría de los venezolanos.
Nadie cree en el modelo económico del madurismo, ni siquiera sus propios aliados y agentes económicos. La economía nacional entregada al capital más rapaz se sigue desmoronando. La permanente devaluación del bolívar frente al dólar y el alza de los precios y deterioro del escaso poder adquisitivo de los trabajadores es solo una muestra de ello, a pesar de las excusas y argumentos del madurismo, que intentan, con cinismo, achacar estos episodios devaluacionistas al pago de un “bono vacacional” a los maestros.
Estamos ante condiciones objetivas inminentes para una explosión social o una insurgencia militar. Por mucho menos que lo que pasa actualmente sucedió «el Caracazo” y el Comandante Chávez insurgió el 4 de febrero.
Si hasta ahora no hemos tenido un “Caracazo”, es porque el madurismo arremetió con violencia contra las barriadas populares, asesinando, entre 2015-2018, a más de 14.000 jóvenes venezolanos, en ejecuciones extrajudiciales, tal como lo señalan en sus devastadores informes los organismos internacionales de derechos humanos. Pero, además, porque la dirigencia del PSUV le ha dado la espalda al pueblo, convirtiéndose en un factor de contención de las luchas populares.
El madurismo se ha ensañado en reprimir el movimiento popular y al chavismo de Chávez, para propagar el miedo y desmovilizar a la vanguardia y sectores políticos, que están llamados y tienen la capacidad de derrotar a este gobierno.
Ya es hora de que esto cambie. Son nueve largos años de destrucción del país, de la acción indolente y entreguista de un gobierno que NO VA A CAMBIAR, que no está dispuesto a rectificar, que ha hecho suya las banderas de la derecha neoliberal, arrebatando al pueblo sus conquistas políticas, económicas y sociales, a la vez que entrega nuestra economía y recursos a sus socios y el gran capital.
Ha llegado el momento de que el chavismo, en sus componentes civiles y militares, se reunifique. Que nos reunamos en torno a Chávez y su pensamiento revolucionario, al Plan de la Patria y sus objetivos históricos, al respeto a la Constitución y nuestras leyes, en defensa del petróleo y nuestra soberanía económica, del ambiente y del Arco Minero; de los trabajadores y sus garantías económicas y sociales; pero, sobre todo, y por encima de cualquier consideración, debemos unirnos en defensa del pueblo y de los intereses sagrados de la patria.
El Movimiento Chavista tiene que reagruparse y existir nuevamente, como una fuerza vital, como una opción política en la calle, distinta y opuesta al madurismo; para entonces, convocar a la unidad de todo el país, de todas las fuerzas progresistas, populares y democráticas, para dar al traste con esta dictadura. Volver al cauce de la Constitución y de la soberanía popular; solo así podremos iniciar la reconstrucción de la patria.
En este esfuerzo por restablecer la Constitución y el imperio de la ley, no puede haber mezquindades, ni intereses parciales de por medio. Ya basta de divisiones y de peleas estériles, muchas veces estimuladas por el madurismo con su propaganda y sus linchamientos morales, justamente, para dividir al chavismo.
Convoco a todos los dirigentes políticos y sociales del chavismo y del movimiento popular, sean de la postura que sean, a los que estuvimos con Chávez en su gobierno, junto al comandante: tenemos que dar un paso al frente y reagruparnos en defensa de los logros del gobierno de Chávez y las conquistas populares de ese período histórico extraordinario; debemos denunciar y enfrentar a este gobierno y movilizar al pueblo chavista para poner fin a esta pesadilla y retomar el poder en el país, envilecido en manos del madurismo, para restablecer la democracia participativa y protagónica, retomar nuestro Plan de la Patria.
Pero, más allá del chavismo, convoco a todas las fuerzas políticas y sociales del país, para salir de este gobierno, para liberar a nuestra patria de esta tragedia, sacarla del abismo en el que se encuentra, todo lo cual, requerirá esfuerzos extraordinarios y una voluntad colectiva de proporciones épicas.
Independientemente de nuestras diferencias políticas –que siempre son sanas que existan–, debe prevalecer el interés de preservar nuestra existencia como Estado, como nación, de proteger nuestra soberanía y recursos, para ponerlos al servicio de las generaciones futuras, de la renovación de la patria. Dejar atrás el odio y la intolerancia, detrás de lo cual se esconden siempre intereses parciales y mezquinos. Ya basta de la revancha, del “ojo por ojo”; hoy día, somos un país de tuertos o ciegos, y en medio de esta oscuridad, el madurismo gobierna a sus anchas.
Más nunca una mitad del país puede pasar por encima de la otra. El objetivo de derrotar el madurismo es una oportunidad para unificar a un país fracturado.
Yo los convoco a todos, sin excepción, para restablecer la Constitución y las leyes, para preservar el manejo soberano del petróleo y nuestros recursos naturales, para recuperar el Arco Minero, para retomar El Esequibo, para reconstruir Pdvsa, y que nuestro pueblo pueda beneficiarse nuevamente de los inmensos recursos petroleros que hoy día se pierden en manos del madurismo. Debemos restablecer la renta petrolera –la única posibilidad que tenemos– para reconstruir el país e impulsar con ella, un modelo pleno de desarrollo basado en el trabajo, cuyos objetivos están plasmados en el Plan de la Patria. Debemos luchar para que cese la represión y la persecución política, la violación de los Derechos Humanos; desmantelar los cuerpos policiales/criminales que ha creado el madurismo, y liberar a todos los presos políticos, que vuelvan los exiliados.Restablecer los plenos Derechos Humanos, Políticos y Sociales de todos los venezolanos.
Convoco a todos los venezolanos, para servir a la patria, para que vuelvan los más de 6 millones de jóvenes, mujeres y hombres, que tuvieron que abandonar nuestro país, para, juntos, reconstruir nuestro futuro.
Un esfuerzo supremo por los jóvenes, por los niños, los trabajadores, los maestros, profesionales, los obreros, los campesinos, los pensionados, los que sufren. Reconstruir un sueño, que sea común a todos y todas las venezolanas; para volver a tener un pueblo orgulloso, generoso, donde se reafirme lo mejor de nuestra cultura e idiosincracia, lo afirmativo venezolano. Para restablecer nuestras instituciones, el Estado de Derecho: la libertad de hacer y decidir lo que queramos, volver a tener el control de nuestro propio destino, restablecer la propiedad social de todas las empresas, bienes y recursos del Estado, de los que se ha apropiado el madurismo; derogar todas las leyes y decisiones contrarias a nuestra Constitución y marco legal. Reinstaurar el ejercicio de la política con “P” mayúscula, acabar con la judicialización de la política, terminar con la arbitrariedad y la violencia de los gobernantes que han saqueado el poder.
Es decir, volver a nuestra esencia republicana, profundamente Bolivariana, a la majestad del Estado y sus instituciones, a la Venezuela Potencia, al sueño común.
Nadie puede quedar excluido de este propósito. Nadie puede ser indiferente. Los convoco a todos. La tarea más hermosa posible. Al reencuentro de todos los venezolanos, para librarnos de la opresión y la tiranía. Recuperar nuestra espiritualidad y verdaderos valores, y no descansar, no detenernos, hasta obtener la liberación de nuestra patria, la justicia social, el vivir bien del pueblo, salir del atraso y del abismo en el que nos ha sepultado el madurismo. Demostrar que no hemos arado en el mar y que un país mejor es posible. Por Venezuela, por todos. ¡Venceremos!
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