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Zonas especiales y zonas despreciables

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La desigualdad entre las personas no es independiente de la desigualdad entre los lugares. Todos respondemos en términos de identidad a realidades geohistóricas que se traducen en una cultura local que nos da un lenguaje y una manera de ser particular. Pero en referencia al nivel de bienestar, de desarrollo integral o socioeconómico, toda persona humana tiene – o debe tener– las mismas oportunidades de realización, independientemente de su lugar de origen o de residencia.

Si se entiende el concepto de desarrollo humano como el despliegue de las capacidades de “todo el hombre y todos los hombres”, como lo plantea la Carta Encíclica Populorum Progressio de Pablo VI, o «como un proceso de expansión de las libertades reales de las que disfrutan los individuos» para su propia realización y la de sus familias como lo plantea Amartya Sen. Entonces las políticas públicas de desarrollo deben promover el desarrollo integral de todos en todos los lugares. Eso se llama “desarrollo equilibrado”.

Cuando el concepto de desarrollo cambia, de ser integral a ser desarrollo “económico”, muchas cosas también cambian gracias a la complejidad tan grande que existe en el pensamiento económico y en los supuestos que encierran sus diversas y disímiles teorías. Empiezan las confusiones conceptuales entre desarrollo humano y crecimiento económico, y consumo, ingreso, producto interno, acumulación de capital y demás conceptos que desembocan en las teorías de las ventajas comparativas y competitivas, y a la generación de esas ventajas en determinados lugares con base a políticas públicas que incluyen la concentración de inversiones estatales y de diversos privilegios que atraigan las inversiones privadas, mediante la promoción de los polos de desarrollo, zonas de crecimiento, ejes de desarrollo, zonas francas o zonas económicas especiales.

Por supuesto que eso significa que en el territorio de un país existirán espacios que no concentran esas inversiones ni gozan de esas ventajas, acciones estas realizadas con recursos nacionales, de todos, creando serias y severas discriminaciones internas. Las teorías dicen que el crecimiento económico de las zonas especiales se desparramará hacia los otros territorios generalizando los beneficios mediante los efectos difusores que tienen en materia de innovaciones, creación de demanda y generación de empleo. Por supuesto que el propio nombre de polo significa  que atrae inversiones y población de su área de influencia, dejando a esta sin ahorros y sin su gente más emprendedora.

Frente a las estrategias de desarrollo desigual se enfrentan las de desarrollo equilibrado que plantea reglas claras y uniformes a lo largo y ancho de los territorios, y que cada región o localidad despliegue sus posibilidades de conformidad con su cultura y especialmente con sus aspiraciones colectivas.

Existen ejercicios teóricos que han tratado de vincular esas estrategias a posiciones ideológicas de izquierda y derecha, socialismo y capitalismo, cuando es palpable que países donde han predominado unas u otras tendencias la aplicación ha sido muy parecida, desde China hasta Estados Unidos, México, Cuba o Venezuela.

El problema de fondo es seguramente otro, y tiene que ver con si se considera a la persona humana como un sujeto digno o como un individuo consumidor de bienes y servicios. Si predomina el concepto materialista y utilitarista el camino es el crecimiento, el lucro, la desigualdad y con ello el usos de cualquier medio para satisfacer un mercado insaciable, en un planeta finito. Allí en el fondo no tienen vigencia los valores, como está ampliamente demostrado y cuyas evidencias sobran con las pandemias, el calentamiento global, las guerras, el narcotráfico y demás frutos de la codicia humana.

Si el desarrollo tiene que ver con la plenitud de humanizarse y la capacidad de promover las condiciones para ello, el camino no es el crecimiento ni el consumo: el camino es la satisfacción de las necesidades humanas con el mínimo consumo y la preservación de la naturaleza. Tampoco las zonas económicas especiales ni los polos de desarrollo, sino el desarrollo sin polos y sin zonas económicas despreciables. Diría “muchas empresas, en muchos lugares, en muchas manos”.

 

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