Estos días de agosto, que durante décadas han sido de vacaciones escolares, no han podido ser disfrutadas por los educadores venezolanos como corresponde al derecho humano al descanso y la recreación.
El régimen madurista, no conforme con haber pulverizado el salario de todos los trabajadores, decidió confiscarles el bono vacacional consagrado en la ley y en la contratación colectiva. Por tal razón dicho bono es parte del salario y obligación legal del estado honrarlo.
Durante los años de la República civil la profesión de educador era altamente valorada y respetada. Los docentes lograron acceder a bienes materiales y espirituales suficientes para tener una vida digna. En primer lugar, se consagró su estabilidad laboral y se promovió su crecimiento profesional y espiritual. Se buscó reconocer los méritos académicos de los docentes y ascender en la conducción del proceso educativo y en sus instituciones por méritos profesionales.
El arribo al poder de la izquierda marxista y militarista significó el fin de esa valoración. La educación se convirtió en un instrumento para la ideologización y se consagró un mecanismo de control político y social que terminó eliminando la carrera docente. En el plano socio económico la República civil ofreció a los docentes, en todos los niveles, salarios y reinvidiciones económicas de gran valía. Sin pretender afirmar que era todo lo que merecía este sector, no hay duda de que un educador con sus ingresos profesionales podía acceder a alimentación de calidad, vestido, medicinas y otros servicios. La mayoría de los educadores de entonces accedieron a vivienda, vehículos, vacaciones, educación de sus hijos y jubilaciones de calidad.
El socialismo del siglo XXI llegó para confiscarles esas oportunidades, hasta el punto de tener hoy a este sector de la sociedad, como también al resto de los trabajadores y jubilados, en la más absoluta miseria.
Para la camarilla roja fue y sigue siendo, más importante, gastar la riqueza nacional en armas de guerra, en ejercicios guerreristas, en empresas fantasmas, en regalos a otros países que en la educación y en el reconocimiento de un salario digno a nuestros trabajadores.
La magnitud de la confiscación ha sido tan protuberante que la adormecida ciudadanía educadora levantó de nuevo su espíritu de lucha y por varios días ha estado en las calles exigiéndole a Maduro y su camarilla el respeto a sus derechos laborales.
La respuesta oficial ha sido la represión, la descalificación y el desprecio a los educadores. Los agentes de propaganda de la cúpula roja, usando los medios del estado, han dedicado su tiempo y sus espacios para amenazar y agredir la dignidad del magisterio. Ello no ha sido obstáculo capaz de impedir la lucha magisterial. Por el contrario, las ofensas del madurísimo han sido un acelerador para impulsar, con mayor fuerza, la lucha reivindicativa.
La tenacidad y la perseverancia de los educadores llevaron a los voceros del régimen a ofrecer, en las últimas horas, una modificación en la línea inicial de pagar de forma fraccionada el citado bono vacacional. Habrá que esperar los hechos para conocer la realidad. A los integrantes de la camarilla gobernante no se les puede creer una sola palabra.
En todo caso, este incidente sólo es una muestra más de un hecho público, notorio y comunicacional como lo es la confiscación del salario de los trabajadores venezolanos por parte del gobierno más ineficiente, corrompido y antitrabajador, conocido en los últimos 60 años de nuestra historia.
Tal característica se deriva del estruendoso fracaso del modelo autoritario y estatista, que inspirado en las tesis comunistas inculcadas por Fidel Castro a Hugo Chávez, se ha instaurado en nuestra sufrida venezolana. Ese modelo debe ser radicalmente modificado. Maduro busca hacerlo sobrevivir, con simuladas aperturas, no con la convicción de su ineficacia, porque solo piensa en perpetuarse en el poder.
Para poder sustituir el modelo comunista por una democracia moderna y por una economía de mercado, es fundamental expulsar, con el voto ciudadano, a Nicolás Maduro del poder.
Ya la camarilla roja ha mostrado hasta la saciedad su verdadero rostro. Ya es una política de estado la eliminación de la libertad sindical y el desconocimiento de los verdaderos representantes de los trabajadores. Desconocer a los sindicatos no controlados por el régimen, hostigar y encarcelar a los líderes de los obreros que exigen sus derechos, es una constante del régimen.
El obsesivo control político de la economía ha terminado por arruinar las empresas expropiadas al sector privado, que unidas a la ya existente en el sector público, ha terminado por llevar a sus trabajadores a la más absoluta miseria, pues los salarios han, prácticamente, desaparecido. Lo que se le paga al trabajador de hoy no representa ni su alimentación, de modo que los han llevado a una situación peor que la de los esclavos.
Ese cuadro debe mover nuestro sentimiento humano. Debe movilizarnos a la lucha cívica y política. Participar en la vida pública procurando el cambio es una tarea que debe comprometer a todo trabajador.
Solo la fuerza unida de los trabajadores venezolanos nos permitirá acumular la fuerza necesaria para terminar esta hora oscura en la historia de nuestra Venezuela.
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