Por ÁNGELA ANGULO
Un hombre camina sin prisa por callejas, levantando un polvo negro incrustado en los adoquines que torna gris la atmósfera a pesar de la luz emanada por el sol inclemente. Se dirige a la entrada principal de la ciudad amurallada y se planta frente al mar con ojos cerrados para escuchar lo que brama la tierra: bullicio y alaridos. Está en Cartagena de Indias, uno de los principales puertos de América dedicados a la recepción y venta de esclavos traídos de África. Da la vuelta en busca de Getsemaní, un barrio parecido a un gran almacén de despojos humanos. A medida que avanza, seres sin rostros que deambulan por doquier comienzan a seguirle y siente el peso del dolor y extrañamiento que arrastran. Al llegar al leprocomio, ubicado al final del pueblo y luego de cruzar el puente, lo envuelve la podredumbre, pero el manto milagroso que cubre su cuerpo como capa impide que se llene de pus y excrementos (*).
Esto podría ser la llegada del misionero jesuita Pedro Claver a tierras americanas a principios del siglo XVII, pero no, es Mariano Picón Salas, el más importante humanista venezolano en la contemporaneidad, llegando a Colombia en 1948 para impregnarse del espíritu de Getsemaní, un sector de Cartagena que ya no es lo que fue. Picón Salas, al llegar a ese país como nuestro embajador, tenía la idea concebida de desarrollar a Pedro Claver, el Santo de los esclavos (1) y va a su encuentro. Hay un paralelismo de acción entre dos hombres, pero en el caso del escritor, ese recorrido está guiado por la necesidad de una introspección que desarrolla preferentemente en el ensayo, el cual le conduce a una reflexión que lo acompañará siempre a fin de comprenderse y comprender lo que le rodea.
Mariano Picón Salas fue un hombre de múltiples dimensiones; en muchas de sus publicaciones señala las diversas áreas en las cuales se desarrolló: fue profesor, funcionario, diplomático, periodista y, agregamos, escritor, crítico literario, historiador, pensador. En el campo de la historia se presenta como un investigador diferente. Tempranamente utiliza las herramientas que brinda el género del ensayo para la construcción del discurso histórico; se soporta en fuentes no documentales aunque las incluye; trabaja lo local insertándolo a lo regional, nacional o universal o en movimientos sociales o políticos sin rupturas, y utiliza la educación como vehículo para la formación de “un nuevo tipo de hombre” (2) y con ella a la enseñanza de la historia, y como él mismo escribe para justificarse, porque ese continuo repensar le sirve para “hablar a ese lector innominado, a ese desconocido [y] … compartir [la]… misma angustia y a… cavilar aquella idea” (3). Cinco aspectos que nos conducen al camino de la Historia Cultural y a la importancia de la educación.
En relación con la obra dedicada a Claver, inscrita en lo planteado arriba, forma parte de una trilogía de biografías, junto a la de Miranda y Cipriano Castro. Ellas tienen en común evidenciar momentos históricos cruciales de América Latina: el período colonial soportado en la mano de obra esclava, la independencia de América y el ascenso de los andinos al poder en Venezuela como expresión del caudillismo. Pero también se agregan otros aspectos que están relacionados con la intencionalidad de esas investigaciones en su conjunto, porque, por un lado, genera con ellas reflexiones sobre la necesidad de libertad, independientemente de los contextos históricos y por otro, en lo personal, en lo que le atañe como interés íntimo a indagar, es su conexión con personajes que de alguna manera son desterrados como él, que peregrinan dentro y fuera de sus sitios de origen. La dromomanía de don Mariano, esa necesidad irresistible que tuvo siempre de alejarse de casa, de recorrer el mundo, está relacionada a su manera de ver la vida y de integrar conocimientos. Mariano Picón Salas muere a los 64 años y solo 29 de ellos los vive en nuestro país.
Pedro Claver nace en 1580 en Verdú, Cataluña, hijo de una familia dedicada al cultivo de olivos y la venta de aceitunas. Su madre lo induce a la lectura religiosa y tempranamente entra a la Compañía de Jesús, partiendo a tierras americanas en el momento del dominio del Imperio español. Allí se destacará como un hombre de acción: samaritano, evangelizador y defensor de la dignidad humana; no será un sacerdote sumergido en la profundidad teológica que imponían los seminarios y conventos. Picón Salas exaltará su ser espiritual, el respeto que siente por la cultura del otro, enmarcado por un ambiente de explotación del hombre y de pauperización de indígenas y negros.
El escritor recrea la situación de desamparo del negro bozal, del que llega y también del ladino, aquel que ya fue domesticado. Pero va desde el principio a esa otra cara: al papel ejercido por la Iglesia Católica en América, una gestión dicotómica, representada en la figura de Pedro Claver, un hombre que practica la caridad cristiana con los más pobres y se edifica como un Bartolomé de las Casas para los negros, a tal punto de ser perseguido y despreciado. Su figura la opone a la del sacerdote Juan de Mañozca, miembro del Tribunal del Santo Oficio, cuyas actividades van dirigidas a objetivos mercantiles y de enriquecimiento. Parte de una valoración contrapuesta entre dos eclesiásticos reales, para dar paso a lo largo del texto a un Pedro Claver que emerge como protector de los desarrapados: negros extraídos de África y vendidos como mercancía.
¿Pero don Mariano plantea solo esto? No. Él va a ese ejercicio permanente de reflexión que se encuentra en toda su obra y que en este caso lo alcanza trabajando a Claver en su relación con los diferentes estratos sociales y también, a través de personas como doña Isabel Urbina, dueña de haciendas, o del cónsul Francisco Caballero, traficante de hombres, o con los intérpretes del misionero, los niños esclavos Manuel Caboverde y Perico; por otra parte, lo hace a partir de la descripción de situaciones que se dan en sitios específicos, como los sótanos de los galeones, el hospital para leprosos, la vida en las haciendas, o en Getsemaní, o la práctica de brujería y ritos ancestrales en cerros de Cartagena. Todos son pretextos para discurrir sobre lo ético del trato dado a los esclavos, de lo justo en lo divino y lo terrenal a fin de que emerja el problema de la injusticia social.
Pedro Claver, el Santo de los esclavos es publicada por primera vez en 1949 y hemos señalado desde el principio que Picón Salas utiliza el ensayo para cavilar, porque le permite alcanzar un método de introspección. Mario Torrealba Lossi, profesor de literatura egresado en 1948 del Instituto Pedagógico Nacional, institución imaginada e impulsada por Mariano Picón Salas en 1936, da la clave del camino seguido por el escritor para filosofar: el de Michel de Montaigne (4). La brevísima referencia que hace nos abre a la inusitada vía que escoge el escritor venezolano para revalorar todo, integrar todo, dar sentido a todo y generar repuestas a angustias personales y colectivas. Encontramos a Montaigne, humanista francés del siglo XVI, en Pedro Claver, porque Picón Salas, desde su reflexión, desde esa condición de pensador que lo persigue, rumia el mismo problema de la injusticia social que emana del esclavismo en todas las escenas que describe. Pone en boca de diferentes personas sus meditaciones —que si bien dan una apariencia de dispersión cuando el lector va a cada una de las partes— son la excusa para esa acción perpetua que se manifiesta en él como necesidad vital del pensar sobre las cosas. Va entrando y saliendo de cada situación desarrollada en movimiento constante, dando forma a lo que quiere llegar para lograr la unicidad de la obra y dar una visión de proceso continuo a la situación histórica planteada; porque don Mariano rompe con una visión tradicional del decurso de la historia (5). Picón Salas agrega algo más sobre lo que se viene desarrollando que tiene que ver con el aporte del “viejo Montaigne” (8) y que encontramos también en Pedro Claver: lo referido a la uniformidad de tensiones que se manifiestan en las diferentes clases sociales en relación con la valoración de la dignidad humana.
Montaigne se nos revela en muchos aspectos en la extensa producción de Mariano Picón Salas. Se pueden señalar por lo menos otros dos: los referidos a la preciosura del lenguaje y al uso de la imaginación. En relación con esto último, el ensayista francés habla de la fantasía: “Mi arte consiste en escapar de ella” (6) y don Mariano diferencia la fantasía de la belleza estética y usa la ficción en sus trabajos históricos. Esto se puede encontrar en su Pedro Claver: el caso del manteo es una de sus palabras-objetos; esa manta con la que se cubre el misionero y lleva a todas partes se convierte en símbolo de santidad y milagros. La capa representa el escudo protector de un hombre que llega a los 74 años y morirá en su cama, a pesar de besar llagas con pus y llenarse de los excrementos de tantas personas afectadas por las pestes que una y otra vez azotaron a Cartagena. El manteo cura enfermos y protege embarazos. En cuanto al lenguaje, a la fuerza demoledora de la palabra, al uso de imágenes literarias que logren emocionar, es un aspecto que daría para desarrollar un trabajo con esa exclusiva temática. Solo la expresión que utiliza en el último párrafo de la biografía sobre Pedro Claver, “Es día de llanto” (7), genera conmoción en el lector, porque ella por sí misma hace sentir el instante de la muerte de un hombre extraordinario, que trascendió a su tiempo histórico, convirtiéndose en el Santo de los esclavos y en el defensor de los negros. La Iglesia Católica lo va a reconocer así 200 años después.
Al inicio se ha señalado que Mariano Picón Salas es un historiador diferente, hace historia a la sordina por la forma como construye el discurso y reconstruye la vida de personajes y procesos históricos y se ha indicado que su propuesta historiográfica va dirigida a la Historia Cultural. El profesor de historia Antonio Mieres, egresado del Instituto Pedagógico Nacional en 1949, destaca que Picón Salas está influenciado por “los románticos [porque ellos] partían de la tesis [que]… la historia… tenía que emocionar, arrebatar el ánimo del lector, igual que la poesía” (8) y que la propuesta del color local debía ser entendida en varias vertientes, como lo son la visión que se refleja del entorno o de la situación, la localidad que da matices particulares a lo generalizado o universal y la importancia del entorno. Independientemente de que el profesor Mieres indique que la obra de Picón Salas tiene aires azorianos, lo que implica entre otros elementos una percepción del valor emotivo y poético de las cosas, la valoración de la tradición y la exploración de lo más velado de la realidad-PicónSalas en Crisis, Cambio, Tradición señala que la “labor histórica del romanticismo… insiste en lo particular histórico” (9) y para explicarlo usa al historiador suizo Jacob Burckhart, quien proponía mirar “cosas concretas, [atribuirle] … tanto valor histórico a un busto romano como a un discurso de Cicerón [y definir,]… la vida histórica como un proceso de relación entre fuerzas colectivas” (10).
En su discurso de recepción en la Academia Nacional de la Historia en 1947, Mariano Picón Salas enfatiza lo que viene delineando en sus ensayos como su campo de estudio. Afina el sentido de la historia cultural, el para qué sirve; expone la necesidad de la interdisciplinaridad, la utilización de fuentes diversas y habla de Unamuno para insistir en que se debe llegar a lo oculto, porque el escritor, con su método para la reflexión, llega a la interpretación y hace hermenéutica (13). Veamos algunos de estos puntos en la biografía sobre Pedro Claver. En cuanto al sentido de la Historia Cultural, estudia a una comunidad hispanoamericana que se forja a través del contacto y predominio de distintas formas de cultura; aquí desarrolla no solo la imposición de la cultura española, sino que trata los aportes del vencido y lo que se produce del intercambio, lo nuevo, en alimentación y cosmogonía por poner un ejemplo tanto del indígena como del negro. Con ese fin señala en su discurso en la Academia, la necesidad de incorporar otras disciplinas, la lingüística, etnografía, antropología (14), porque al estar dentro del campo cultural se hace necesaria su participación para alcances integradores; en el caso de Pedro Claver se hace evidente una valoración del comportamiento de cada uno los grupos humanos y descripciones que van a las manifestaciones sociales y culturales de los indios encomendados, de los esclavos, de los propietarios de hacienda y comerciantes —los negreros— de los religiosos dedicados con verdadera devoción a la caridad cristiana y de los funcionarios de gobierno.
En relación con el uso diverso de fuentes, Picón Salas en numerosos ensayos escribe sobre la necesidad de no constreñirse al “documento oficial y [al]… papel escrito” (15) e incluir los testimonios, los objetos, la música, la literatura, la observación directa. En Pedro Claver, hay reconstrucción de las prácticas sociales que realiza cada una de las clases: los negros con sus bailes y declamaciones, los indígenas con su actitud ante los nuevos ritos religiosos, las actividades recreativas y religiosas de la clase dominante o la propia acción del misionero Claver, quien entiende y siente que debe aprender los idiomas de los esclavos para llegar a ellos con su palabra evangelizadora y comprenderlos. El momento histórico y la gama de relaciones que se tejen se representa no solo a través de descripciones reales o ficticias relacionadas a la injusticia, explotación, miseria del esclavo, fugas e intentos de revueltas, sino al estilo de vida de la sociedad entera y a una concepción del mundo.
En el prólogo del libro sobre el sacerdote jesuita, Picón Salas señala algo fundamental de su quehacer como historiador que está relacionado a la contemplación: la necesidad que tuvo de recorrer la amurallada ciudad para sentirla; de ir a “sus fuertes… y callejuelas, [para escuchar]… leyendas de santos y piratas… la gesta de la raza negra que con la acción de aquel misionero empezó a fijar sus preteridos derechos humanos” (16). Fue así como el humanista apreció el drama vivido en ese lugar y se dispuso a escribir. Hoy, Cartagena de Indias es Patrimonio de la Humanidad y sus habitantes herederos de la devoción popular a Pedro Claver, el Santo de los esclavos. Un hombre de carne y hueso que se disparó a los cielos.
Citas
1 Rojas, R. A. (1985). El concepto de la Historia en Mariano Picón Salas en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Vol. 68, N° 271, p. 613Disponible: biblat.unam.mx/hevila/BoletindelaAcademiaNacionaldelaHistoriaCaracas/1985/vol68/N°271/2.pdf
2 Picón Salas, M. (1931). Carta a Rómulo Betancourt. Santiago de Chile 19 de sep., en Siso M., J.M y Juan Oropeza. (1975). Mariano Picón Salas. Correspondencia cruzada entre Rómulo Betancourt y Mariano Picón Salas. 1931-1965. Caracas. Ediciones De la Fundación Diego Cisneros, p. 168.
3 Picón Salas, M. (1949). Comprensión de Venezuela. Caracas. Ediciones del Ministerio de Educación Nacional, p. 9.
4 Torrealba Lossi, M. (2002). Poetas, narradores y maestros (o entre venezolanos centenarios). Caracas. Talleres Tipográficos de Miguel Ángel García e Hijos, p. 44
5 Angulo C., A.L. (2019). El ensayo dentro de una disciplina. O como un ser barroco se enfrenta al martillo y al cincel. Caracas. Mimeo, p. 1-2.
6 Picón Salas, M. (1953). Pequeña confesión a la sordina en Obras Selectas. Madrid. Ediciones Edime, p. XII.
7 Montaigne, M. (2014). Los Libros en Los Ensayos (según la edición de 1595 de Marie Gournay). s/c. Editorial digital Oxobuco, p. 95.
8 Picón Salas, M. (1953). Pedro Claver, el Santo de los esclavos en Obras Selectas. Madrid. Ediciones Edime, p. 700.
9 Mieres, A. (2002). Mariano Picón Salas, o una historiografía emocional y poética. Caracas. Fondo Editorial Trópycos, p. 11.
10 Picón Salas, M. (s/f). Crisis, Cambio, Tradición. Ensayos sobre la forma de nuestra Cultura. Madrid. Ediciones Edime, p. 17.
11 Ibídem, p. 19
12 Burke, P. (2006). ¿Qué es la historia cultural? España Paidós, p. 21
13 Picón Salas, M. (1947). Rumbo y problemática de nuestra historia. Discurso de recepción en la Academia Nacional de la Historia en Comprensión de Venezuela. (1949). Caracas. Ediciones del Ministerio de Educación Nacional, p.44-51.
14 Ibidem, p. 46.
15 Ibidem, p. 45
16 Picón Salas, M. (1953). Pedro Claver, el Santo de los esclavos en Obras Selectas. Madrid. Ediciones Edime, p.578.
*Ángela Angulo. Recreación de la exploración realizada por don Mariano a Cartagena de Indias
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