En estos momentos en que la crisis de Venezuela no se limita a los embates que se derivan de la catástrofe económica y social que sacude su presente y asoma un futuro aciago -si no logramos deslastrarnos de la dictadura que la oprime- la figura del líder estudiantil Juan Requesens se nos revela como un símbolo de auténtica resistencia que, no solo irradia su coraje e infranqueable dignidad, sino que al mismo tiempo viene a ser un aliciente para los descorazonados venezolanos que tratan de sobreponerse a las nefastas consecuencias de tantos errores y traiciones en los que han incurrido algunos factores que han capitalizado la conducción de la lucha opositora en nuestro país.
Juan Requesens fue una figura ejemplar en los escenarios universitarios en los que supo escalar peldaños hasta llegar a la cúspide de su liderazgo. Lo hizo a pulso, con constancia y determinación, siempre con esa aureola de joven que luchaba por sus ilusiones. Esos sueños que lo animaban a desafiar todo tipo de riesgos, como cuando encabezaba manifestaciones, dando la cara como líder de la Federación de Centros Universitarios, protestando contra la dictadura de Maduro, siempre esgrimiendo argumentos consustanciados con la causa de las legiones estudiantiles que elocuentemente sabía poner de manifiesto.
Todavía retumba en mi memoria su eufórico discurso pronunciado el día 2 de febrero de 2014, en una tribuna instalada en la Plaza Brión de Chacaíto, en Caracas. Estaba hospitalizada en la clínica Urológico de San Román y desde la habitación 206 de ese centro de salud pude seguir cada una de las frases hilvanadas en una arenga improvisada por ese muchacho, al que bastaba con escucharlo para saber que estábamos al frente de una promesa de las nuevas generaciones de Venezuela.
Y en efecto fue así. No solo destacó por su carisma y su arrojo como líder de los estudiantes, también sobresalía como un excelente cursante y gracias a su responsabilidad coronó con buenas calificaciones su carrera, para subir al estrado del Aula Magna de la UCV, con su toga y birrete a recibir su título bien forjado.
Como parlamentario fue simplemente brillante, todavía circulan profusamente los videos que nos permiten verlo en sus contundentes intervenciones desde la tribuna de honor de la Asamblea Nacional. En las calles dejó improntas con su sangre derramada, después de ser víctima de los más crueles atropellos. En la cárcel ha resistido, con sobrado decoro, las hostilidades de un régimen que tiene a su servicio a «los Pacheco y los Estradas” de nuevo cuño, para torturar a los presos políticos civiles y militares. Uno de ellos ha sido Juan Requesens. Ha resistido todas esas crueldades a lo largo de estos últimos cuatro años, padeciendo cárcel injusta y ahora inculpado por los tribunales de la ignominia a pagar la indebida condena de 8 años en confinamiento.
Para Juan Requesens toda nuestra admiración y respaldo moral desde este exilio forzado que padecemos millones de venezolanos. Estoy segura de que su persistencia y fortaleza moral traerá, más temprano que tarde, la libertad por la que tantísimo se ha sacrificado.
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